La posición de un individuo en la escala social es el resultado de sus esfuerzos y logros más que del estatus socio económico suyo o de sus padres. ¿Es esto verdad? Esta máxima es el ideal de una sociedad que ofrece igualdad de oportunidades para todos. En América Latina y el Caribe es más una excepción que una regla.
Una sociedad ofrece mayores posibilidades de movilidad social cuando la condición social de los individuos es sustancialmente más alta que la de sus padres. Desafortunadamente, en América Latina ocurre lo contrario con mucha frecuencia: los individuos con menores recursos son incapaces de proporcionar a sus hijos una buena educación y carecen de relaciones para ayudarles a encontrar empleos y aprovechar oportunidades de negocios. Si los ricos controlan las oportunidades para alcanzar el éxito, sus hijos tendrán muchas más probabilidades de tener éxito. Por esta razón, los países donde los ingresos se distribuyen de una manera muy desigual también se caracterizan por una baja movilidad.
México es uno de estos casos. Con un coeficiente Gini de 0,51, también tiene uno de los niveles más bajos de movilidad social entre los países de la OCDE. Al mismo tiempo, México está lleno de emprendedores, desde algunas de las personas más ricas del mundo hasta millones de pequeños artesanos y vendedores ambulantes.
En este escenario, Viviana y Roberto Vélez-Grajales decidieron analizar el rol que juega el espíritu emprendedor en la promoción de la movilidad social en México. Según su razonamiento, convertirse en emprendedores depende no sólo del talento y el esfuerzo, sino también de factores familiares, como la riqueza, la educación o la profesión de los padres. Identificar estos factores debería ofrecer claves para saber si el espíritu emprendedor es un instrumento de movilidad social o sólo un mecanismo que reproduce la desigualdad existente. Además, podría arrojar luz sobre cómo habría que re diseñar las políticas públicas para contribuir a superar las barreras que enfrentan los emprendedores pobres y de clase media.
Para su investigación, utilizaron un conjunto único de datos: la Encuesta de movilidad social en México, de 2006, que recopiló información socio económica detallada para una muestra representativa de individuos, incluyendo la información retrospectiva sobre sus padres.
Algunas de sus conclusiones eran totalmente predecibles, pero otras resultaron bastante novedosas. Sus resultados demuestran que la actividad del emprendedor es un buen vehículo de la movilidad ascendente, en el sentido de que los emprendedores tienden a tener niveles de vida más altos que sus padres. Sin embargo, el efecto del espíritu emprendedor en la movilidad social no es uniforme en todos los grupos sociales. A pesar de que los emprendedores con padres de ingresos más bajos experimentan una movilidad ascendente, es más difícil para ellos alcanzar el extremo superior de la distribución socio económica, comparados con aquellos cuyos padres pertenecen a los estratos de ingresos medios o altos de la distribución socio económica. Incluso más importante, la decisión del individuo de convertirse en emprendedor y sus posibilidades de éxito dependen en gran medida de la profesión de su padre, pero no de la riqueza ni la educación de su padre (tratándose de México, el estudio sólo se llevó a cabo con varones, de modo que aquí la referencia al género es intencionada). Esto es verdaderamente notable, ya que sugiere que la falta de movilidad social en ciertas profesiones, incluida la iniciativa emprendedora, tiene raíces familiares que tienen que ver no con la riqueza en sí sino con un conjunto de valores y experiencias que se adquieren tempranamente en la vida, algo que debe ser difícil de compensar más tarde.
El estudio en México también proporcionó una respuesta a otra pregunta aparentemente sencilla pero muy elusiva: ¿los emprendedores ganan más dinero que los no emprendedores? Responder esto es técnicamente complicado, porque no se puede comparar directamente a emprendedores con no emprendedores sin asegurarse de que los dos grupos son similares en todos los demás aspectos que puedan tener un efecto en los ingresos, desde los antecedentes familiares hasta los años de experiencia. Aprovechando la riqueza de sus datos, Viviana y Roberto abordaron esta pregunta utilizando técnicas de “emparejamiento por puntajes de propensión”, que encuentran básicamente, para cada emprendedor de la muestra, uno o más no emprendedores con características muy similares (incluyendo, desde luego, los antecedentes familiares y todas las demás variables que puedan tener importancia para el éxito emprendedor).
Utilizando el modelo de emparejamiento por puntajes de propensión, descubrieron que el promedio de los ingresos de los emprendedores es un 17% más alto que el de los no emprendedores comparables. Esencialmente, este valor representa los ingresos adicionales que los emprendedores perciben por los riesgos y esfuerzos adicionales inherentes a la actividad emprendedora. Sin embargo, en la medida en que algunas características no observables, como el talento, difieren entre emprendedores y no emprendedores comparables en otros sentidos, puede que este valor también esté capturando el beneficio económico de tener dichas características.
Por último, cuando el ejercicio se replicó por clases socio económicas, encontraron otra sorpresa: los rendimientos del espíritu emprendedor eran sustancialmente más bajos para aquellos individuos cuyos padres pertenecían a la clase media que para el resto.
En su conjunto, esta investigación y sus conclusiones dejan un sabor agridulce. Es verdad que el espíritu emprendedor potencia la movilidad del ingreso, pero sólo para los relativamente pocos que tienen los antecedentes familiares adecuados, y ciertamente no para la amplia mayoría de quienes provienen de la clase media y carecen de la habilidad para asumir riesgos y tomar decisiones de gestión adecuadas. Queda aún un margen para la acción de las políticas, pero es limitado. Como sugiere el libro “Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?” las políticas no deberían estar destinadas a aumentar el número de emprendedores, sino a identificar y eliminar las barreras de ingreso a las actividades emprendedoras. Dado que los emprendedores tienden a ser individuos excepcionales, el desafío consiste en definir los programas públicos teniendo en mente esa restricción, con el fin de no despilfarrar recursos públicos simplemente promoviendo la capacidad emprendedora.
***
Para mayor información visite:“Entrepreneurship in Latin America: A Step up the Social Ladder?” por Eduardo Lora y Francesca Castellani
Leave a Reply