Casi dos años después del inicio de la pandemia del coronavirus, la democracia electoral en los países de América Latina y el Caribe ha seguido su curso a un ritmo constante, aunque a veces turbulento. En medio de la recesión económica y la crisis sanitaria inducidas por la pandemia, la región ha presenciado unas 25 elecciones o referendos a nivel nacional. El apoyo público a la democracia en la región se mantiene notablemente estable, según una encuesta reciente. Pero hay dos factores que parecen arriesgar la salud de la democracia en el futuro: el deterioro de la situación económica, que puede socavar la fe de los votantes en el gobierno, y el escepticismo sobre la integridad de las elecciones tras las recientes controversias en torno a los resultados electorales.
La encuesta del Barómetro de las Américas, publicada recientemente y llevada a cabo por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) en Vanderbilt University en Estados Unidos fue realizada en 20 países de América Latina y el Caribe y ofrece una visión excepcional de las actitudes de los electores con respecto al estado de la democracia en la región. Realizada por primera vez por teléfono durante el año 2021, por motivos relacionados con la pandemia, es la última de una serie de encuestas que comenzó en 2004 y que traza una comparación entre la opinión pública en el año actual y aquella en el periodo anterior a la pandemia.
Pese al descontento, la mayoría de los latinoamericanos apoya la democracia
Se podría decir que la pregunta central de la encuesta, formulada de la misma manera desde 2004, es acerca del apoyo a la democracia. Se pregunta hasta qué punto una persona está de acuerdo con la afirmación de que “La democracia puede tener sus problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno”. En general, el 62% de los encuestados está de acuerdo, un nivel comparable e incluso un poco más alto que en los últimos años. Además, una mayoría de los encuestados apoya la democracia en 16 de los 20 países participantes en la encuesta, un dato que parece indicar la resiliencia de la democracia en una región acosada por las crisis y convulsiones provocadas por la pandemia.
Sin embargo, otros indicadores sugieren un descontento significativo con el funcionamiento de la democracia en la práctica. Solo el 43% de los encuestados dice estar satisfecho con el funcionamiento de la democracia en su país, y solo en seis de los 20 países encuestados la mayoría está satisfecha con los resultados democráticos.
La inseguridad económica empeoró durante la pandemia
Una de las razones de dicho descontento puede haber sido el grave impacto sanitario y económico de la Covid-19. La pandemia no solo golpeó a muchos hogares con la enfermedad, sino que también exacerbó las debilidades de las economías de la región que no tienen un buen rendimiento. Los primeros confinamientos de 2020 provocaron la pérdida de puestos de trabajo y el cierre de empresas, al agotarse la demanda de los mercados nacionales y extranjeros. Este shock masivo se refleja claramente en la encuesta del Barómetro de las Américas, en la que el 61% de los encuestados afirma que su situación económica personal ha empeorado con respecto al año anterior. Esta es la lectura más alta jamás registrada por la encuesta, con un salto del 45% respecto a la anterior ronda de encuestas 2018-2019. Uno de cada tres hogares pasó por inseguridad alimentaria, una cifra abrumadora para una región tan bien dotada de recursos naturales. De aquellos cuya situación económica empeoró, tres de cada cuatro creen que esto fue causado por la pandemia. La carga de la crisis además se distribuyó de forma desigual, según uno de los primeros estudios sobre la pandemia, lo que agravó la ya elevada desigualdad de ingresos en la región.
Teniendo en cuenta el costo económico de la pandemia, quizá no sorprenda saber que, cuando a los encuestados se les dio a elegir entre elecciones libres e ingreso básico garantizado, la mayoría prefirió la seguridad de los ingresos en 16 de los 20 países encuestados. Esta estadística, aunque comprensible, es preocupante porque las elecciones son la base de la democracia representativa y un mecanismo indispensable para seleccionar y sustituir a los formuladores de políticas públicas. Sin embargo, las recientes controversias electorales, así como el malestar con el propio proceso electoral que muchos consideran manipulado, han provocado una verdadera desilusión.
La integridad de las elecciones y la justicia desigual son motivo de preocupación para muchos electores
Otro motivo de descontento con la democracia, por lo tanto, puede ser la constante aprensión sobre el Estado de derecho en muchos países de la región. Solo el 42% de los encuestados confía en las elecciones; la cifra entre los votantes jóvenes es aún más baja, apenas un 38%. Solo en cuatro de los veinte países participantes en la encuesta, la mayoría de los encuestados afirma confiar en las elecciones, y la mayoría en todos los países, salvo en Chile y Uruguay, afirman creer que a veces se cuentan mal los votos. Además, la mayoría, salvo en Uruguay, cree que los ricos pueden comprar las elecciones. Estas actitudes son coherentes con las evaluaciones de los expertos sobre la integridad de las elecciones recopiladas por el Proyecto de Integridad Electoral. Las dudas persistentes sobre la integridad del proceso electoral pueden socavar la legitimidad tanto de las elecciones como de los líderes elegidos. Hacer modificaciones visibles e inmediatas en las políticas públicas, como asegurar el recuento de votos y proporcionar un acceso equitativo a los recursos de las campañas, resulta, por lo tanto, imprescindible para restaurar la confianza de los ciudadanos en las elecciones.
La pandemia también reveló violaciones de los derechos fundamentales: aplicación desigual de las medidas de confinamiento en algunos lugares e irregularidades en la distribución de vacunas en otros. Los ciudadanos tienen derecho a la igualdad de trato ante la ley y al cumplimiento coherente de las normas por parte de los funcionarios públicos. Las deficiencias del Estado de derecho son problemáticas para el buen funcionamiento de la democracia, ya que pueden provocar un desmoronamiento de las normas cívicas. Desde esta perspectiva, es preocupante la constatación de que solo un tercio de los encuestados, y dos de los veinte países, consideren que sus derechos fundamentales fueron protegidos durante la pandemia. Algunos estudios han demostrado que las libertades civiles son más predictivas de la estabilidad de la democracia que los derechos políticos.
La pandemia ha sometido a la población y a los gobiernos de la región a una enorme presión y ha puesto a prueba la resistencia de la democracia. La buena noticia proveniente de estos valiosos datos de la nueva encuesta es que la mayoría de los ciudadanos sigue apoyando la democracia. Sin embargo, muchos expresan su descontento con sus resultados económicos y sociales y desconfían especialmente de las elecciones. La confianza en las instituciones gubernamentales y en el proceso político es clave para el crecimiento económico y el desarrollo de la región, según el inminente informe Desarrollo en las Américas del BID. Ante las difíciles circunstancias, los líderes políticos deben salvaguardar la confianza de los ciudadanos ofreciendo oportunidades económicas y defendiendo el estado de derecho. La encuesta tiene otras conclusiones interesantes, que abarcan áreas como la corrupción, la delincuencia y la migración. Estos temas se analizan en detalle en el informe Pulso de la Democracia de LAPOP. En general, el mensaje parece claro: Los ciudadanos de América Latina y el Caribe desean estabilidad económica, elecciones justas y protección de los derechos fundamentales.
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