La confianza y el sentido de ciudadanía son los pilares de las democracias prósperas. Son esenciales para que los ciudadanos estén dispuestos a hacer sacrificios individuales en pos de los esfuerzos colectivos que impulsan el éxito de una sociedad. Lamentablemente, esa confianza y ese sentido de ciudadanía recientemente han alcanzado mínimos históricos en todo el mundo y han disminuido aún más rápidamente en América Latina y el Caribe, en parte, quizás, debido a las redes sociales. Lo que podría ser un catalizador para la transparencia y la reforma en la región, una plataforma para la comunicación, la unión interpersonal y las noticias políticas, se ha convertido, según la evidencia, en una plataforma en la que la gente se ha empoderado como nunca antes para difundir información falsa e insultar a quienes tienen opiniones contrarias. El discurso incivil y la polarización han florecido, mientras que la confianza y el sentido de ciudadanía han disminuido.
Existen pocas cosas más importantes que la confianza en el ámbito político. Su declive representa una amenaza para las democracias y las economías. La confianza en el gobierno es fundamental para que los ciudadanos participen en política, voten, apoyen las políticas existentes, y respalden las reformas institucionales que fomentan el crecimiento sostenible e integrador a largo plazo. La desconfianza, por el contrario, conduce a la desvinculación política, además, fomenta, por un lado, la preferencia de los políticos por prometer soluciones rápidas y, por el otro, la impaciencia del público para que se hagan reformas que reporten mayores beneficios, pero a más largo plazo.
Lagunas en la investigación previa sobre la confianza política
Sin embargo, son pocas las investigaciones que se han realizado para examinar la relación entre la exposición a las redes sociales, la interacción en ellas, la confianza y la fiabilidad. ¿Son las redes sociales realmente culpables de contribuir a la destrucción de la confianza política y social, como alegan muchos observadores y críticos? ¿O son simplemente un subproducto de las tendencias existentes, incluida la desilusión por los fracasos de los Gobiernos en la gestión de las crisis económicas, la desigualdad y la pandemia de la Covid-19, entre otras? ¿Son las redes sociales un catalizador de la desconfianza? ¿O son simplemente incidentales?
Nos pusimos a la tarea de averiguarlo mediante una rigurosa encuesta experimental buscando comprobar si la exposición a las redes sociales y la interacción en ellas afectan la confianza y la fiabilidad. Para ello, utilizamos una variante del conocido juego de la confianza, que suele consistir en confiar en otros para invertir dinero que aporte beneficios compartidos. Nuestro objetivo tenía dos cometidos: llenar el vacío en la investigación sobre la relación entre estos factores, y determinar si las redes sociales podrían estar teniendo realmente la nefasta influencia en la confianza que tantos observadores lamentan.
Diseño de un experimento para verificar el impacto de las redes sociales
Para nuestro experimento, tomamos 4.800 encuestados en Brasil y México a quienes hicimos alternar como principales (votantes) y agentes (políticos) con el objetivo de recoger el mayor número de votos para un candidato preferido entre dos candidatos ficticios en unas elecciones. Por cada voto que recogían para su candidato, los encuestados recibían boletos para un sorteo de premios que solo podrían ganar si su candidato ganaba las elecciones.
Los votantes podían ganar votos adicionales si confiaban sus votos a los políticos para que ellos los emitieran, pero pagarían un alto costo en caso de que dichos políticos resultaran no muy de fiar y entregaran sus votos a un candidato diferente. Después de una ronda inicial del juego, un subconjunto de los participantes fue sometido a tweets negativos y positivos por parte de los políticos en ejercicio y de la oposición. Esos tweets eran sobre la gestión de la crisis de la Covid-19, con mensajes negativos culpando a los partidos de la oposición por sembrar el conflicto y debilitando la capacidad de respuesta del gobierno, y con mensajes positivos manifestando los beneficios de la cooperación entre los partidos. Los políticos en ejercicio eran Eduardo Bolsonaro en el caso de Brasil, y Marti Bartres en el caso de México, mientras que los de la oposición eran Fernando Hadad en Brasil y Francisco Calderón en México.
Una primera fase del experimento muestra que la confianza disminuyó considerablemente entre la primera y la segunda ronda del juego a medida que surtía efecto el impacto de los mensajes disonantes de los políticos de la oposición. De hecho, en la segunda ronda, los encuestados redujeron sistemáticamente el número de votos confiados a otros actores y conservaron para sí una mayor parte. Curiosamente, no hubo una disminución significativa en los niveles de fiabilidad, la disposición a votar fielmente en nombre de otra persona, incluso si esa persona favorecía a un candidato diferente.
El nivel de interacción en las redes sociales marca la diferencia
El experimento también puso a prueba el impacto de la interacción en las redes sociales, preguntando a aquellos encuestados que retuiteaban, daban “me gusta” o respondían a los tweets. El objetivo era ver si esta participación más directa en las redes sociales, entre la primera y la segunda ronda, afectaba también el comportamiento de la confianza de los encuestados. En esta fase del experimento, se comparó a los encuestados del grupo de tratamiento que interactuaron con los tweets, antes de la segunda ronda, con aquellos del grupo de control que interactuaron con los tweets solo después de la segunda ronda.
También en este caso los resultados fueron reveladores, ya que mostraron un aumento significativo de la desconfianza entre los miembros del grupo de tratamiento que respondieron activamente a los tweets en comparación con el grupo de control o con los miembros del grupo de tratamiento que no interactuaron. Esto muestra cómo la interacción, una característica crucial de la era de las redes sociales, magnifica la disminución de la confianza.
Se esperaba que las redes sociales dieran lugar a una mayor transparencia, a una mayor responsabilidad y, por lo tanto, a una mayor confianza en el ámbito político. Nuestros resultados demuestran que no es así. Mientras que la exposición a las redes sociales no afectó la fiabilidad en nuestro experimento, sí afectó significativamente el comportamiento de la confianza, más allá de las meras actitudes. Además, estos efectos se magnificaron cuando los usuarios interactuaban y compartían mensajes con otras personas. Esto es preocupante, dada la correlación entre un alto nivel de confianza, el crecimiento económico, el progreso social y la estabilidad.
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