Para que la democracia funcione y las economías prosperen, las personas necesitan creer que sus conciudadanos son dignos de confianza, es decir, que tienen buenas intenciones, que cumplirán sus promesas y que no se aprovecharán de los demás. Cuando la gente tiene poca o ninguna información sobre los demás, le queda muy difícil confiar que otros no aprovecharán eso para tener actitudes oportunistas.
Resulta revelador el hecho de que América Latina y el Caribe tenga los índices de confianza más bajos del mundo, donde aproximadamente solo una de cada diez personas cree que se puede confiar en los demás y solo tres de cada diez confían en su gobierno. Esto significa que, o bien hay muy poca información, o bien la información disponible en la región no ayuda a crear confianza.
Es necesario revertir esta situación. La información que genera confianza es clave tanto para el civismo como para la buena disposición de las personas a contribuir a los esfuerzos colectivos. Es fundamental para fomentar sociedades innovadoras, productivas e inclusivas.
Fallos reales
Parte del problema, según se revela en el informe Desarrollo en las Américas (DIA) 2021 del BID, radica en información precisa que revela fallos muy reales, como actos de interés propio, corrupción y comportamiento incívico de un enorme número de empresas y políticos, ineficiencia, pobreza y desigualdad. Sin embargo, incluso cuando las empresas son honestas y los gobiernos hacen las cosas bien, la información positiva a menudo tiene dificultades para llegar a la gente. Eso, a su vez, hace más difícil convencer a la gente de que apoye proyectos políticos y económicos a largo plazo, pague sus impuestos, vote y participe en otras formas de compromiso cívico. En pocas palabras, inhibe la cohesión y la prosperidad. Cambiar esta dinámica es uno de los objetivos clave de nuestro informe.
El ser humano es reacio, por naturaleza, a cambiar sus convicciones y a buscar o difundir información que contradiga sus opiniones. También tiene preferencia por las noticias negativas, dedicando mayor atención a las historias sobre comportamientos poco fiables e incívicos. Estas características innatas hacen que sea difícil, incluso bajo las mejores condiciones, comunicar información objetiva y convencer a la gente de que puede confiar en los demás.
Las redes sociales y la confianza
Las tecnologías modernas de comunicación no han hecho más que intensificar esas tendencias. Las redes sociales pueden arrojar luz sobre la corrupción. Pueden, por un lado, mejorar la capacidad de los ciudadanos para movilizarse en protestas, y por el otro, proporcionar una amplia audiencia para los contenidos cívicos que generan confianza. Pero también facilitan la creación de nichos de información en los que la gente busca información que confirme sus convicciones, creando un efecto de cámara de eco. Algunas redes sociales exacerban esta tendencia al utilizar algoritmos que llevan a que los usuarios se aíslen aún más de las opiniones contrarias. Un experimento del BID, llevado a cabo en Brasil y México, revela cómo la exposición a las redes sociales puede magnificar el deterioro de la confianza que ya existe en la región. Otros académicos han encontrado una relación entre las redes sociales y la polarización. Todos estos resultados son preocupantes en una región en donde una gran mayoría de la población de muchos países utiliza las redes sociales para recibir noticias y establecer contactos.
No obstante, existen formas de hacer frente a las amenazas a la reputación e infundir confianza en este difícil entorno. En el sector privado, las reseñas en Internet de clientes sobre productos y servicios pueden proporcionar un foro para que los desconocidos compartan fácilmente información fuera de los canales de las redes sociales. Según se describe en el informe DIA, muchas empresas de economía colaborativa entienden que, para generar confianza, deben proporcionar información y facilitar la resolución de conflictos con la intervención de terceros. No es fortuito el crecimiento de empresas como Uber, Airbnb y similares en este contexto. Las auditorías y certificaciones por parte de terceros también pueden reforzar la reputación de las empresas cuando producen y entregan productos con un alto nivel de calidad. Contar con organismos reguladores sólidos aumenta significativamente la confianza en el sector empresarial.
Pero para los políticos y funcionarios el reto es mucho más difícil. Los ciudadanos que buscan información sobre el desempeño político se enfrentan a lo que se conoce como un problema de acción colectiva: la realidad de que es poco probable que sus esfuerzos por informarse se vean recompensados. Al fin y al cabo, independientemente de lo que descubran, es muy poco lo que pueden hacer por su cuenta para incentivar a los funcionarios a comportarse de manera más fiable. Este es el caso, en particular, de aquellas sociedades con baja confianza, en donde las personas tienden a dudar de si contarán con el apoyo de los demás para castigar la conducta deshonesta de los funcionarios públicos.
Cuando las personas solo disponen de información partidista se les dificulta identificar comportamientos oportunistas en su grupo, aunque sí pueden detectarlos fácilmente en los demás. También les resulta difícil distinguir si los resultados se derivan de las acciones de los funcionarios públicos, ya que a menudo hay demasiados factores externos que afectan al bienestar de los ciudadanos. Como resultado, con solo información subjetiva y partidista a mano, a la mayoría de la gente le resulta difícil evaluar si vale la pena mantener a un político o no.
Estrategias de información eficaces
La buena noticia es que los gobiernos no tienen que tirar la toalla, rendirse a los prejuicios humanos y aceptar los golpes a su reputación. Por el contrario, pueden adoptar estrategias de información que corrijan convicciones erróneas y aumenten la confianza de los ciudadanos. Por ejemplo, en Buenos Aires el gobierno de la ciudad trató de aumentar la transparencia publicando en su sitio web más de 50 objetivos, que van desde la instalación de cámaras de seguridad hasta una ampliación del acceso para las personas con discapacidades. Según una encuesta, dicho esfuerzo, junto con el seguimiento y el cumplimiento de los objetivos, aumentó significativamente la confianza en el gobierno. En Chile, el hecho de informar a los ciudadanos que la corrupción de su fuerza policial era mucho menos común que en Estados Unidos o en el resto de América Latina, aumentó la disposición ciudadana a pagar más impuestos destinados a la vigilancia policial. En Argentina, los mensajes de que el gobierno de una de sus ciudades estaba usando fondos públicos para mejorar los servicios del gobierno tuvieron un efecto significativo, aumentando las tasas de impuestos en 14 puntos porcentuales entre los ciudadanos que vivían fuera de la ciudad y que no podían observar fácilmente el trabajo del gobierno. La clave de todos estos esfuerzos fue su naturaleza proactiva, la forma en que llenaron los vacíos de información con información precisa y verificable. Dichos esfuerzos pueden ser especialmente eficaces cuando la información se proporciona a través de narraciones, anécdotas y otros medios que toquen emocionalmente a las personas. América Latina y el Caribe se enfrenta a una crisis de confianza, con débiles lazos de ciudadanía que hacen que los ciudadanos de a pie desconfíen no solo de los demás sino también de las instituciones de gobierno. Se trata de una crisis agravada por los efectos adversos de las redes sociales que ha llevado a que los ciudadanos duden de poder emprender una acción colectiva para mejorar su bienestar. Se trata de retos inmensos, contrarios al crecimiento, la prosperidad y la cohesión. Pero, como revelan los numerosos ejemplos que ofrece el informe, los gobiernos están en capacidad de aumentar la confianza describiendo lo que van a hacer, llevándolo a cabo y difundiendo lo que han conseguido. Las empresas privadas también disponen de estrategias de información creíbles y convincentes. Crear confianza es difícil y, a menudo, requiere mucho tiempo, pero resulta esencial para que América Latina y el Caribe logre salir adelante.
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