“La rueda de nuestro destino ha dado la vuelta”, escribió William Shakespeare y, al parecer, lo mismo ha ocurrido con el progreso de las ideas económicas, en opinión de Augusto de la Torre, Economista Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
La economía trata fundamentalmente de la oferta y la demanda y de la relación entre ambas. Sin embargo, De la Torre, un eminente economista a lo largo de cuya carrera se ha desempeñado como presidente del Banco Central de Ecuador y como economista en el Fondo Monetario Internacional, ha visto cómo el enfoque de la macroeconomía y el desarrollo ha evolucionado desde un énfasis en la demanda a un énfasis en la oferta y, posteriormente, vuelta a la demanda. En ese proceso, cada generación de economistas se ha basado en su predecesora y se ha rebelado contra sus ideas. Sin embargo, en última instancia, el progreso de las ideas ha sido dialéctico, volviendo al punto de partida, enriqueciéndolo con una mayor sofisticación y comprensión.
La trayectoria de De la torre, como la describió el 12 de septiembre en la Conferencia Anual de Desarrollo del BID, comenzó cuando era alumno de Masters y Doctorado en la Universidad de Notre Dame en los años ochenta y las ideas del economista alemán Rüdiger “Rudi” Dornbusch sobre la “macroeconomía de una economía abierta” estaban de moda. Estas ideas ponen de relieve la importancia de la demanda en una economía abierta, por la cual un país comerciaba en bienes y activos con el resto del mundo. La demanda doméstica agregada, es decir, la inversión y el consumo, era lo que más importaba. Proporcionaba una referencia cuando los economistas abordaban preguntas relacionadas con la inflación, los tipos de cambio y las tensiones surgidas del intento de alcanzar el empleo pleno y una balanza de pagos que fuera sostenible. Entretanto, la oferta permanecía en gran medida en un segundo plano.
Más tarde, se produjo una revolución en la economía cuando empezaron a figurar las ideas de Robert Lucas, un economista estadounidense de la Universidad de Chicago. Estas ideas subrayaban el crecimiento económico a largo plazo como el factor más importante para una sociedad. La macroeconomía se convirtió en la teoría del crecimiento y la atención se centró en la oferta, es decir, en la capacidad de la economía para producir más y mejores bienes y servicios a lo largo del tiempo. De pronto, a los especialistas en macroeconomía les interesaba la productividad, sus insumos y cómo funcionaba el proceso de producción. Aquí se incluían consideraciones como la innovación, las instituciones, el capital humano y la manera de lograr que la producción fuera más eficiente a través de una asignación efectiva de los recursos. Además, los modelos macro se basaban explícitamente en “fundamentos microeconómicos”, que allanaron el camino para los estudios más profundos a nivel micro de la capacidad empresarial y de cómo las empresas tomaban decisiones como componentes cruciales del crecimiento.
La vuelta de la rueda parece haberse producido, sobre todo en América Latina y el Caribe, en parte como resultado del auge de las materias primas del la década del 2000. Cuando los precios de las exportaciones de los minerales, el petróleo y los productos agrícolas de la región se dispararon, la región se enriqueció. Decenas de millones de personas salieron de la pobreza y muchos otros millones vieron cómo mejoraba su nivel de vida. Con esa estimulación masiva de la demanda, los economistas una vez más volvieron a centrarse en las consideraciones relacionadas con el lado de la demanda, analizando no sólo los vínculos entre la demanda y los tipos de cambio, la inflación y el gasto fiscal, sino también entre la demanda y el crecimiento a más largo plazo. Además, como se trató en el conocido estudio del BID titulado Ahorrar para desarrollarse: Cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor, comenzaron a analizar el problema del ahorro, que como la otra cara de la moneda, el consumo, es un problema del lado de la demanda. ¿Cómo se explica que la región, con toda su riqueza agregada, no ahorrara lo suficiente? ¿Qué significaba esto para la inversión a largo plazo? ¿Y cómo influía en las posibilidades de una estabilidad y crecimiento económico a largo plazo, sobre todo si la región tenía que seguir atrayendo la inversión desde el exterior en lugar de generarla desde el interior? Esto no significa que los problemas del lado de la oferta habían desaparecido. Muy al contrario, la demanda, y sobre todo la importancia del ahorro, se habían convertido en componentes importantes. La rueda había dado la vuelta, y una nueva fusión del análisis de la demanda y la oferta se había vuelto crucial para pensar no sólo en las fluctuaciones macro sino también en el crecimiento y el desarrollo.
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