Un problema de larga data relacionado con la innovación trata de la relación entre esta y la competencia.
Se ha sostenido que la innovación está reñida con la competencia porque la necesidad de generar rentas para recompensar a los innovadores normalmente implica aceptar algún tipo de distorsión de mercado (por ejemplo, a través de la concesión de derechos de propiedad intelectual) como el precio que hay que pagar para tener más innovación.
Investigaciones recientes sobre este tema han reconsiderado esta visión y descubierto que la relación entre la innovación y la competencia es más compleja de lo que se solía pensar, y es un tema que fue analizado en nuestra última edición de la serie insignia del BID (Desarrollo en las Américas—DIA) titulada ¿Cómo repensar el desarrollo productivo?.
Aghion et al. (2012) sostienen que los efectos de los incentivos fiscales para estimular la innovación en un determinado sector variarán en función del grado de competencia entre las empresas: cuanto más competitivo sea el sector, más estimuladas estarán estas empresas para innovar con el fin de escapar de la competencia. En otras palabras, se requiere una cierta demanda de innovación para que los incentivos fiscales sean eficaces, y la competencia es lo que desata esta demanda. A partir de datos de China para el período 1988–2007, Aghion et al. (2012) reportan resultados que confirman esta hipótesis.
En América Latina, el caso chileno es ilustrador.
El gobierno chileno ha experimentado con políticas de innovación empresarial desde comienzos de los años noventa, fundamentalmente a través de diferentes programas de financiamiento público para estimular la innovación empresarial y la colaboración universidad-industria. La mayoría de estos programas ha sido gestionada por la Corporación de Fomento (Corfo) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicyt).
Desde 1991 se han financiado más de 6.000 proyectos. Esta experiencia ha generado suficiente evidencia para aprender acerca de una diversidad de impactos de las políticas de innovación que se puede explotar para maximizar los resultados de las políticas.
Para ello, se cruzaron los datos chilenos sobre los beneficiarios de los programas de innovación empresarial con el Censo de Manufacturas para el período 1991–2006. Se utilizó una metodología de diferencias en diferencias para comprobar si los programas de innovación habían tenido algún efecto positivo en la productividad total de los factores de las empresas. Para ver si estos efectos varían de un sector a otro en función de la intensidad de la competencia, se cruzó la variable de tratamiento con un índice de competencia calculado a nivel de cada industria a cuatro dígitos.
Gráfico 1.
Como muestra el gráfico, el impacto de los programas de innovación empresarial claramente aumenta con la intensidad de la competencia en el sector. En realidad, el impacto puede hasta haber sido negativo en sectores con niveles de competencia muy bajos. Estos resultados tienen fuertes implicaciones para el diseño de la política de innovación: los impactos del programa podrían haberse duplicado si el apoyo fiscal se hubiese centrado sólo en aquellos sectores con una alta intensidad de competencia. Estos resultados también apuntan a la existencia de fuertes complementariedades entre las políticas de innovación y de competencia.
Leave a Reply