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En el panorama de los negocios globales en constante evolución, las empresas unicornio (empresas emergentes valoradas en más de 1.000 millones de dólares) han surgido como epítomes del dinamismo empresarial. Estas empresas no solo son disruptoras, sino que representan la vanguardia de la innovación, impulsando los tres componentes principales del dinamismo empresarial: entrada, crecimiento y salida.
En aras de lograr un rápido crecimiento, las empresas unicornio se sustentan en ideas innovadoras, tecnologías de vanguardia y nuevos productos y servicios. Al entrar en los mercados, estimulan la competencia. Este cambio obliga a los operadores establecidos a adaptarse o salir, lo cual promueve la reasignación de recursos hacia usos más eficientes.
Todo ello forma parte de una dinámica empresarial fundamental para la productividad y el crecimiento económico. Las empresas exitosas invierten, innovan y se expanden, mientras que las menos productivas abandonan el mercado, dejando espacio para que otras prosperen. Este proceso reasigna recursos, como mano de obra y capital, de las empresas menos productivas a las más productivas. Pero eso no es todo. Al introducir productos y servicios innovadores que desafían el statu quo, las empresas unicornio también generan un valor agregado para los consumidores al mejorar el acceso a servicios financieros, introducir nuevas tecnologías y ofrecer soluciones costo-efectivas.
Revitalizar las economías: el caso de América Latina y el Caribe
En regiones con escaso dinamismo empresarial y lento crecimiento de la productividad, como América Latina y el Caribe, las empresas unicornio pueden desempeñar un papel fundamental en la revitalización del panorama económico. Estas suelen surgir en sectores en los que las empresas establecidas han mantenido un poder de mercado significativo durante mucho tiempo, como el de las finanzas y los seguros. Al disrumpir en estas industrias consolidadas, no solo aumentan la competencia sino que también ofrecen a los consumidores una plétora de opciones, desde productos financieros accesibles hasta novedosos servicios de consumo. Esto resulta especialmente importante en economías en las que la concentración del mercado ha asfixiado la competencia y la innovación.
Un fenómeno creciente
El número de empresas unicornio en América Latina y el Caribe ha ido en aumento, especialmente en los sectores de tecnologías financieras, comercio electrónico y logística. Según un informe de 2022 realizado por el BID y Finnovista, actualmente existen más de 1.500 empresas unicornio registradas en la región. Esta magnitud resalta la transformación de la región en un terreno fértil para la innovación financiera, impulsada por marcos regulatorios progresistas y la colaboración entre reguladores, instituciones financieras tradicionales y empresas de tecnologías financieras.
Entre las empresas unicornio más destacadas se encuentran plataformas de comercio electrónico, bancos digitales, servicios de transporte bajo demanda y plataformas de entrega a domicilio. Estas empresas no solo han alcanzado importantes valoraciones de mercado, sino que también han revolucionado sus respectivos sectores. Por ejemplo, los bancos digitales han ampliado significativamente la inclusión financiera al ofrecer una nueva gama de servicios bancarios digitales, tasas de interés competitivas y productos originales. Su éxito ha obligado a los bancos tradicionales a modernizar sus servicios, mejorar la oferta digital y, en algunos casos, reducir sus tarifas de servicios, reconfigurando así el panorama financiero en toda la región.
Desafíos en materia de regulaciones
Sin embargo, el auge de las empresas unicornio no deja de generar controversia. Las industrias tradicionales, sobre todo en sectores altamente regulados, argumentan que las empresas unicornio se benefician de una carga regulatoria más ligera. Por ejemplo, los bancos digitales pueden aprovechar los marcos regulatorios diseñados para empresas de tecnología financiera, permitiéndoles ofrecer servicios como tarjetas de crédito y banca digital, sin clasificarse como bancos de pleno derecho, evitando así algunas de las estrictas regulaciones a las que se enfrentan los actores tradicionales del sector.
Al ser disruptoras, estas empresas suelen introducir servicios y productos tan innovadores que las regulaciones aún no se han adaptado. Las aplicaciones de viajes compartidos no están sujetas a las licencias y registros exigidos a los taxis tradicionales, y las plataformas de alquiler vacacional pueden quedar exentas de ciertos impuestos obligatorios en el sector hotelero. Esa disparidad regulatoria podría dar a las empresas unicornio una ventaja injusta —algo quizá aceptable en las primeras fases para estimular la competencia y la entrada de nuevos competidores—, aunque a largo plazo es esencial que haya igualdad de condiciones para garantizar que los recursos se destinen a sus usos más productivos.
Está claro que aún existen desafíos por resolver. No obstante, las empresas unicornio, con su capacidad para innovar, disrumpir, impulsar la competencia y forzar una asignación más eficiente de los recursos, pueden aportar a las economías de América Latina y el Caribe una inyección de energía y un muy necesario crecimiento de la productividad.
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