Desde hace mucho tiempo el impulso a la inclusión financiera es esencial en América Latina y el Caribe, donde más de 200 millones de personas carecen de acceso a servicios financieros y un gran número de ciudadanos no puede abrir una cuenta bancaria debido a la pobreza, la situación geográfica, la discriminación y la falta de identificación adecuada.
No obstante, los sistemas de pago alternativos podrían ser transformadores. Podrían resultar cruciales en una región en la que una mayor inclusión financiera puede ayudar a combatir la pobreza y la desigualdad y a promover el ahorro y la inversión.
El potencial de las monedas digitales de los bancos centrales
Una posible solución reside en lo que se conoce como moneda digital del banco central (MDBC). En decenas de países de todo el mundo, los bancos centrales están sopesando la posibilidad de emitir sus propias monedas digitales, que no solo promoverían la inclusión financiera y reducirían los costos de las transacciones financieras, sino que preservarían el papel crucial de las autoridades monetarias en la gestión de la economía. La creación de registros digitales de las transacciones aumentaría el número de ciudadanos en el sistema fiscal, ayudaría a la distribución de los pagos de bienestar social y a combatir el lavado de dinero y otras actividades ilícitas que pueden ocurrir con las criptomonedas no reguladas. Por otra parte, las MDBC podrían constituir un actor de cambio para aquellas personas que viven en zonas remotas, donde el acceso al papel moneda puede ser difícil, especialmente en casos de catástrofes naturales.
Bahamas toma la delantera
Uno de los países que está tomando la delantera es Bahamas, que en octubre de 2020 emitió el Sand Dollar, convirtiéndose en el primer país del mundo en crear una versión digital de su moneda tradicional. Esto representa un pasivo directo para el banco central y está respaldado por reservas internacionales. Para usar el Sand Dollar, las empresas y los particulares deben inscribirse en una institución financiera autorizada. Su moneda digital se almacena en una cartera electrónica a la que se puede acceder a través de una aplicación de teléfono móvil o con una tarjeta física. Es más seguro que el dinero en efectivo, es fácil de usar, no conlleva gastos de transacción para los particulares, agiliza los intercambios y crea un registro de ingresos y gastos que puede utilizarse como documentación de apoyo para las solicitudes de microcréditos.
Como una de las primeras monedas digitales oficiales del mundo, el Sand Dollar ha tenido su cuota de desafíos. El banco central ha tenido que asegurar la interoperabilidad entre los proveedores de servicios y los bancos comerciales, incluyendo la garantía de que la moneda digital siempre puede convertirse en efectivo si surge la necesidad. También ha tenido que crear medidas para garantizar la ciberseguridad y la privacidad de los datos y desarrollar una amplia infraestructura de apoyo digital. Se están realizando esfuerzos para educar a la población en el uso de la nueva moneda y para generar confianza en ella. El hecho de que menos del 1% de las transacciones que se realizan a través del banco central incluyan Sand Dollar significa que el gobierno aún debe afrontar el reto de la adopción.
Nuevos experimentos en monedas digitales
Hasta junio de 2022, varios países habían lanzado oficialmente sus MDBC, con nueve de ellos en el Caribe: Bahamas, Jamaica y todos los países que pertenecen a la Unión Monetaria del Caribe Oriental, excepto Anguilla, que se encontraba en la fase piloto. En la región, Belice, Brasil y Haití están desarrollando actualmente sus MDBC, mientras que muchos otros países están en la fase de investigación.
Todo ello indica un futuro potencialmente prometedor para las monedas digitales respaldadas por los bancos centrales en una región en la que impulsar la inclusión financiera resulta crucial para la prosperidad. El hecho de que las MDBC puedan eliminar las barreras de acceso al sistema financiero, agilizar las transacciones financieras, reducir el costo de las transacciones y dar a los gobiernos una poderosa herramienta para aumentar los ingresos fiscales y realizar pagos de asistencia social, indica que es posible que les haya llegado su momento, aunque probablemente continúe el uso del dinero en efectivo y de las tarjetas de débito y crédito.
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