La política de quantitative easing implementada por economías avanzadas —o masiva inyección de liquidez en el sistema financiero por parte de bancos centrales—, el subsiguiente aumento del ingreso de capitales hacia economías emergentes (EME) tras la crisis financiera global, y su reciente retroceso han puesto de manifiesto la necesidad de diseñar un enfoque macro para las EME que incorpore la estabilidad financiera como una meta de políticas explícita. Pero, ¿cuál debería ser ese enfoque? ¿Se debería modificar la regla que usan los bancos centrales para fijar la tasa de política monetaria o debería haber un instrumento macro separado?
Una reciente conferencia en Buenos Aires organizada por la Red de Estabilidad y Desarrollo Financiero del BID, el Banco Central de Argentina, y el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) abordó el debate.
Un tema fundamental es si existe una sola herramienta de política para ayudar a aliviar los riesgos de la volatilidad en los flujos de capital sin poner en riesgo los objetivos primarios de política monetaria, es decir, la estabilidad de precios y el crecimiento del producto. No todos están de acuerdo en que exista una herramienta tal.
La versión estándar de la llamada Regla de Taylor es la herramienta más común usada por los bancos centrales para alcanzar esos objetivos. Mientras algunos economistas están a favor de reforzar la Regla Taylor a través de una Política monetaria orientada a la estabilidad financiera (FSOMP, por sus siglas en inglés), otros prefieren usar herramientas de política monetaria no convencionales para propósitos macroprudenciales (para mitigar el riesgo de una crisis financiera). Varios funcionarios del BIS que asistieron a la conferencia presentaron investigaciones que favorecen la primera idea de incorporar un indicador de ciclos financieros a la Regla de Taylor, exhibiendo a la vez sus dudas sobre la efectividad de la política macroprudencial por sí sola.
Según esta línea de razonamiento, una regla de política monetaria que tome en cuenta sucesos financieros de forma sistemática podría ayudar a atenuar el ciclo financiero sin amenazar la meta de largo plazo. Trabajos empíricos del BIS dan soporte a esta visión al mostrar que los indicadores del ciclo financiero son útiles para dar señales del ciclo de negocios. Eso respalda la idea de que una economía podría beneficiarse al usar una versión reforzada de la Regla de Taylor convencional. Incorporar indicadores financieros a la Regla de Taylor de forma sistémica ayudaría entonces a evitar que la economía estuviera demasiado lejos de alguna noción de “equilibrio financiero” por demasiado tiempo, afrontando así épocas buenas y malas.
Sin embargo, hay riesgos asociados con adoptar una FSOMP, según se expuso en la conferencia. Por un lado, la tasa de política monetaria podría volverse más volátil y afectar al logro de las variables objetivo, crecimiento del producto e inflación estable. Otro punto más sutil pero igualmente importante es que mientras el uso de herramientas macroprudenciales —como por ejemplo requerimientos de capital— podría ayudar a mitigar los problemas de riesgo moral (moral hazard), o toma excesiva de riesgo, también podría afectar el crecimiento y reducir el bienestar al restringir los préstamos bancarios.
En relación al caso específico de las EME, los participantes debatieron sobre la experiencia de Turquía al usar herramientas de política monetaria con fines macroprudenciales. Entre 2011 y 2015, los flujos globales de capital exhibieron una volatilidad sin precedentes, marcando imporantes desafíos para las EME. En 2011, Turquía enfrentaba una apreciación real del tipo de cambio, sobrecalentamiento de la economía y un gran déficit de cuenta corriente, que fue financiado a través del ingreso de capitales de corto plazo.
Con la intención de proteger a Turquía de cambios repentinos en la aversión al riesgo global, el Banco Central de Turquía (BCRT) diseñó dos herramientas monetarias con fines macroprudenciales: el corredor de tasa de interés asimétrica y el Mecanismo de opción de reserva (ROM, por sus siglas in inglés). En el primer caso, el BCRT bajó la tasa de interés para reducir el atractivo del ingreso de capitales de corto plazo para tomar posiciones de carry trade. El ROM, en tanto, permitió (y permite) que los bancos comerciales cumplan con sus requerimientos de reservas al usar divisas y oro. La conversión se realiza a la cotización de mercado multiplicada por un parámetro con sobreprecio establecido por el BCRT, llamado Coeficiente de opción de reserva (ROC, pos sus siglas en inglés). Los bancos deciden la proporción de reservas según su costo relativo. Con un ingreso sólido de capitales, los bancos acumularían divisas voluntariamente en el Banco Central, reduciendo más el nivel de intermediación del ingreso de capitales y mitigando potenciales desbalances.
Las autoridades monetarias deben tomar en cuenta todas las herramientas de política disponibles, resaltaron los participantes de la conferencia. Quizás no haya una regla que les sirva a todos y funcione simétricamente, pero algunas políticas podrían funcionar mejor para estructuras financieras específicas. Estas son lecciones importantes para los bancos centrales de América Latina, que probablemente enfrenten más turbulencias financieras en mercados internacionales de capital en los próximos años.
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