¿De qué manera deben los países latinoamericanos orientar sus inversiones en capacidades a fin de mejorar su ingreso per cápita? Investigaciones realizadas en el BID sugieren que buena parte de la diferencia en el nivel de ingreso per cápita entre países latinoamericanos y Estados Unidos se debe no tanto a la cantidad de capital acumulado, sino más bien a la baja de los niveles de productividad de la región en comparación con EE.UU. La clave está en determinar en qué sectores la inversión puede generar el mayor aumento de la productividad y contribuir así a que un país dé el salto a un nuevo nivel de ingreso per cápita. ¿Deben los responsables de políticas darle prioridad a las inversiones en educación, en salud o en infraestructura? ¿O será mejor inyectar recursos en uno de esos sectores, además de en los mercados de capitales y la innovación?
La pregunta no es para nada simple. Aumentar la inversión en un sector dado puede tener poco impacto si no es acompañada por inversión en otros sectores complementarios. Y las prioridades pueden variar ampliamente según el nivel de ingreso de un país. Además, las brechas en un sector específico pueden o no ser relevantes para el potencial de crecimiento de un país. La mayor dificultad está en determinar cuáles de esas brechas representan la limitación más importante; es decir, cuáles brechas son las más importantes en un momento dado del desarrollo del país. A veces, las mayores brechas pueden no ser limitantes, mientras que otras brechas, en apariencia menores, pueden de hecho ser las verdaderas limitantes.
Alejandro Izquierdo, Umberto Muratori, Jimena Llopis y José Juan Ruiz del BID abordan el problema en un trabajo de investigación publicado recientemente. Para poder evaluar las diferencias entre diversos niveles de ingresos, clasifican a los países en cuatro grupos que van desde los que se encuentran en el nivel de ingresos más bajos, como Honduras y Nicaragua, pasando por los ubicados en el nivel medio-bajo de ingresos, como Ecuador y Bolivia, y los de ingreso medio, como Argentina, Brasil y México. Hay un cuarto grupo, reservado para los países ricos fuera de la región. Los autores miden el rendimiento entre varios factores determinantes de la productividad asignando un nutrido conjunto de indicadores a ocho sectores: mercados de capitales, educación, salud, infraestructura, innovación, integración y comercio, salud y mercados laborales, todos ellos con vínculos firmes con la productividad. El impacto de las inversiones en diversos sectores se evalúa midiendo su aporte al aumento de la probabilidad de impulsar al país a un nivel más alto de ingreso per cápita.
Los resultados muestran convincentemente que el grado de efectividad de la inversión en sectores dados depende en gran medida del nivel de ingreso en que se encuentre el país en ese momento. En los países de ingresos más bajos, la mayor importancia la tienen prioridades básicas como educación y salud. Por contraste, en los países de ingresos medios-bajos las prioridades principales pasan a ser los mercados laborales y la integración, mientras que en los países de ingresos medios, lo más importante para impulsar el salto a un nivel de ingreso per cápita más alto es el fortalecimiento del acceso al crédito y la infraestructura.
Además, no tiene sentido invertir aisladamente en sectores específicos. Consideremos, por ejemplo, el caso de Perú; un país que recientemente ingresó al grupo de países de ingreso medio gracias a importantes iniciativas. Dado que acaba de incorporarse a este grupo, Perú debe lograr grandes mejoras para saltar al grupo de países desarrollados. La manera en que Perú maneje la inversión en sus prioridades — es decir, infraestructura, mercados de capitales y salud — puede tener efectos considerables en sus probabilidades de saltar al grupo de países desarrollados: si aumentara la inversión en cada uno de esos sectores en ½ desviación estándar mediante iniciativas individuales, la suma global de los efectos lleva a una probabilidad de apenas 0,6% de pasar al nivel más alto. Pero si el país incrementara las iniciativas simultáneamente en los tres sectores, obtendría un mejor resultado, haciendo aumentar la probabilidad a 9%.
Desde hace ya muchos años, los críticos han venido fustigando las recetas de políticas ofrecidas durante los años 90 por las instituciones financieras con sede en Washington, conocidas como el Consenso de Washington. Eran recetas dirigidas a hacer mejorar el crecimiento económico, que recomendaban inversiones en una amplia gama de sectores, incluyendo la atención médica primaria, educación básica, infraestructura y apertura económica, entre otros. Los resultados fueron magros. El problema estuvo en que muchos países hicieron inversiones en todos los sectores sin haber precisado correctamente los principales factores que entorpecían el crecimiento ni las interacciones entre ellos. Actualmente disponemos de otras herramientas que van desde el diagnóstico del crecimiento — concebidas por Haussmann, Rodrick y Velasco a mediados de la década de 2000 — hasta la nueva herramienta aquí presentada. Nos permiten establecer el orden de prioridad según el nivel de ingreso de un país y según los sectores que ofrecen los mayores rendimientos. Y pueden ser hacer una diferencia significativa a la hora de incrementar la productividad y del ingreso per cápita.
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