Entre 1960 y 2019, América Latina y el Caribe creció más rápido que las economías avanzadas en cuanto a mano de obra, años de escolarización y capital físico. Sin embargo, la diferencia en el crecimiento promedio anual entre las dos categorías de países fue sorprendente: las economías avanzadas crecieron un 2,6%, frente al 1,8% de las de América Latina y el Caribe.
La mayor diferencia entre los dos grupos de países —y con Asia emergente, que creció en torno al 4,5% anual— fue la productividad, un factor que constituye el mayor desafío del crecimiento de América Latina y el Caribe. La productividad avanzó de forma constante en las economías avanzadas y emergentes de Asia en torno al 1,4% y al 2,3% respectivamente durante esas seis décadas. Pero en América Latina y el Caribe se estancó en el 0,06%, con profundas repercusiones negativas en el nivel de vida y riqueza nacional.
Si la productividad fuera más robusta, la región tendría actualmente un cariz muy distinto. Si hubiera seguido el ritmo de la productividad de Asia emergente, el PIB de la región habría sido 3,6 veces mayor. Además, su PIB per cápita se habría situado en el 90% del nivel de Estados Unidos, en lugar del mucho más bajo 25% en el que se situó en 2019.
Estas deficiencias apuntan a un gran desafío: la región debe mejorar enormemente los factores que conducen a una mayor productividad, entre ellos la educación y la asignación de capital. Sólo así podrá liberar su potencial económico y reducir significativamente su enorme brecha de desarrollo con zonas más prósperas.
Rezagada en materia de educación
Es fundamental mejorar la calidad de la educación. Como se subraya en el Informe macroeconómico de América Latina y el Caribe 2024 publicado recientemente, la región ha aumentado sustancialmente el promedio de años de educación que reciben las personas. Los países de la región, con un PIB per cápita más alto, por lo general, disfrutan de más años de escolarización que sus homólogos con peores resultados. Pero la calidad es un asunto delicado. En el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de 2022, un examen que compara las capacidades de los alumnos de 15 años de todo el mundo, los estudiantes de la región estaban, en promedio, atrasados con respecto a sus homólogos de la OCDE en el equivalente a cinco años de escolarización en matemáticas. También obtuvieron peores resultados en lectura y ciencias que los alumnos de la mayoría de los países participantes.
Las ineficientes asignaciones de capital también frenan a la región. El trato tributario preferencial a las pequeñas empresas y las restricciones al tamaño de las más grandes conducen a una menor producción tanto a nivel de empresa como de toda la economía. Los altos impuestos y las exigentes regulaciones para las empresas del sector formal, incluidas las relacionadas con los costos de nómina y despido, fomentan que las empresas sigan siendo informales, más pequeñas y menos productivas. Y las medidas comerciales proteccionistas, tales como aranceles y cuotas, protegen de la competencia internacional a las industrias nacionales poco productivas e impiden la reasignación de capital a sectores más productivos.
Los mercados de crédito tienen que ser más competitivos y ofrecer créditos más baratos. En la actualidad, demasiadas empresas improductivas o establecidas tienen acceso preferencial al crédito, mientras que las empresas con ideas innovadoras y gran potencial de crecimiento mendigan financiamiento. Sólo en Brasil, la mala asignación de crédito le puede haber costado al país hasta el 39% de su PIB, según lo revela un documento reciente.
Impulsar la productividad para escapar de la trampa de los ingresos medios
En 2016, colegas del BID publicaron un estudio sin precedentes para determinar qué sectores en un país dado necesitaban mayor inversión para aumentar la productividad y ayudar a dicho país a saltar a un nuevo nivel de ingreso per cápita. Según el estudio, varios países de la región pasaron al grupo de ingresos medios-altos entre 1990 y 2019. Pero seguía existiendo una enorme brecha entre esos países y los países de ingresos altos, la cual se centraba en los factores determinantes de la productividad y en el esfuerzo necesario para escapar de la llamada trampa de los ingresos medios. Nuestro estudio más reciente se suma a ese trabajo. Demuestra que, entre otras muchas reformas, los países necesitan mejorar enormemente la calidad de su educación, su apertura comercial y sus regímenes tributarios, reguladores y de mercado crediticio. Aunque la productividad es esencial para la prosperidad, sólo puede lograrse con un mejor capital humano y políticas favorables a la competencia que luchen contra los monopolios y el poder de mercado, igualando las condiciones para todas las empresas.
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