Durante las dos últimas décadas, Chile ha impulsado la inclusión de niños y jóvenes con discapacidad en las escuelas, ampliando las oportunidades para este grupo vulnerable que suele tener una menor participación laboral, empleo y salarios, en parte debido a la brecha educativa. En la actualidad, cerca de dos tercios de los estudiantes con discapacidad asisten a escuelas regulares en Chile a través del Programa de Integración Escolar (PIE). Este programa establece un financiamiento adicional al regular que permite a las escuelas participantes contratar personal de apoyo, capacitar maestros y adquirir dispositivos de ayuda, entre otros usos. Como resultado, la diferencia en la matrícula en primaria y secundaria de niños con y sin discapacidad es actualmente inferior a 2 puntos porcentuales en Chile: la menor brecha en América Latina y el Caribe, y cerca del 80% de los estudiantes con discapacidad terminan la educación secundaria.
A pesar de estos logros, el país aún no cuenta con un programa nacional para la inclusión de estudiantes con discapacidad en la educación terciaria, y existe una gran brecha a ese nivel. Los estudiantes con discapacidad tienen casi 16 puntos porcentuales de menos probabilidad de pasar a la educación postsecundaria, que está altamente correlacionada con empleos de alta calidad.
Las repercusiones de la pandemia
Es posible que la pandemia haya empeorado esta situación para los estudiantes con discapacidad. América Latina y el Caribe fue la región más afectada por el cierre de escuelas, con un promedio de 158 días de cierre de escuelas entre marzo de 2020 y febrero de 2021. Numerosas investigaciones documentan los efectos perjudiciales de esta interrupción en el aprendizaje. Los estudiantes con discapacidad se pueden haber visto aún más limitados por las interrupciones en la evaluación y adaptación a sus necesidades, así como en el apoyo al propio programa de integración a través de la enseñanza a distancia.
En un estudio reciente, María Ignacia Contreras, Suzanne Duryea y yo, comparamos las trayectorias de alumnos con y sin discapacidad antes y después de la pandemia. En concreto, nos fijamos en la probabilidad de que se presentaran a la prueba general de acceso a la educación terciaria y se matricularan en una institución de educación terciaria de alta calidad.
Efectos desproporcionados en los estudiantes con discapacidad
Nuestros resultados sugieren que los estudiantes con discapacidad se vieron afectados de forma desproporcionada. Mientras que antes de la pandemia los estudiantes con discapacidad estaban rezagados con respecto a los demás estudiantes en estas dos categorías, la pandemia hizo que tuvieran 8,5 puntos porcentuales menos probabilidades de presentarse al examen general de admisión y 3,5 puntos porcentuales menos probabilidades de matricularse en una institución de alta calidad. La incapacidad del personal escolar para reunirse cara a cara con los alumnos y facilitar adaptaciones a sus necesidades, así como las posibles dificultades para este grupo vulnerable de realizar el examen general en el contexto de la pandemia, pueden haber influido en estos resultados.
Refuerzo de los programas en la transición hacia la educación terciaria
Actualmente, Brasil y México tienen el mayor porcentaje de alumnos con discapacidad que estudian en escuelas convencionales en América Latina y el Caribe, con un 70%, seguidos de cerca por Chile. Algunos países de la región están aún lejos de ese objetivo.
Sin embargo, como muestra nuestro estudio, incluso países con programas que buscan generar altos niveles de inclusión pueden dejar a los estudiantes con discapacidad al margen si no son lo suficientemente sólidos. En concreto, nuestro estudio sugiere la necesidad de formular políticas que apoyen mejor su transición a la educación postsecundaria, incluyendo un programa nacional dedicado a ese objetivo tan sólido como el programa PIE a nivel escolar, el establecimiento de normas de apoyo en todas las instituciones de educación terciaria y el fomento de la coordinación entre estas para que las adaptaciones y el apoyo se gestionen de forma holística y no fragmentada, como ocurre actualmente. Prácticas o programas de capacitación en los que los estudiantes adquieren capacidades que refuerzan su autonomía personal y financiera también podrían reforzar la resiliencia de los estudiantes con discapacidad frente a las crisis. La investigación debería revelar, con el tiempo, el alcance de los efectos infligidos por la pandemia a los estudiantes con discapacidad. Esto permitirá a los sistemas escolares comprender mejor dónde centrar los esfuerzos correctivos en los niveles primario y secundario para garantizar que el grupo no sufra efectos desproporcionados en el aprendizaje y la inclusión a largo plazo. También tendrán que reforzar medidas que ayuden a la transición de estudiantes con discapacidad a la educación postsecundaria, incluso durante una crisis, para que siga fluyendo el talento de este grupo y, con él, sus posibilidades de obtener mayores salarios, empleo y oportunidades.
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