
Con cerca de 49.000 muertes relacionadas con armas de fuego en 2021, incluyendo homicidios, suicidios y accidentes, se ha considerado durante mucho tiempo a Estados Unidos como la capital mundial de las armas, con la impactante cifra de 120,5 armas de fuego por cada 100 habitantes. Pero Estados Unidos se queda corto en comparación con América Latina y el Caribe en lo que respecta a los homicidios. En 2021, 9 de los 10 países del mundo con las tasas más altas de homicidios pertenecían a América Latina y el Caribe, y una parte significativa de esos homicidios se cometieron con armas de fuego.
Las desalentadoras estadísticas y el bombardeo diario de titulares que relatan la última masacre en un hogar o lugar de trabajo han provocado encarnizados debates en torno a cuestiones legales y constitucionales en materia de posesión de armas en las Américas. Dichas estadísticas también han llevado a los académicos a sopesar factores que van desde la pobreza y la desigualdad hasta el desempleo, los problemas de salud mental y la prevalencia de la delincuencia organizada para tratar de entender los asesinatos y muertes relacionados con armas de fuego. Pero existe también un rasgo del comportamiento que suele pasarse por alto y que está correlacionado con las actitudes hacia la posesión y el uso de armas. Dicho rasgo es el exceso de confianza, es decir, la seguridad subjetiva de que nuestras capacidades son superiores a nuestro rendimiento real. Esto se puede observar en los juicios erróneos de médicos e ingenieros, en directores ejecutivos que toman decisiones imprudentes sobre fusiones, así como en delincuentes. No es de extrañar que también afecte las actitudes hacia las armas y su seguridad, y que provoque la asunción de riesgos, lesiones y muertes relacionadas con las armas de fuego.
El exceso de confianza puede desglosarse en dos conceptos estrechamente relacionados: la sobrestimación, una idea inflada de las propias capacidades, y la sobreubicación, una idea inflada de las propias capacidades en relación con los demás. En un estudio reciente demostramos cómo ambos conceptos afectan las actitudes de las personas hacia el uso y la posesión de armas y, de forma implícita, sugerimos cómo estos conceptos pueden influir en los esfuerzos por flexibilizar o endurecer las leyes sobre posesión, porte y uso de armas de fuego.
Una encuesta en seis países de las Américas
Conseguimos la participación de más de 7.000 personas en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Estados Unidos en una encuesta realizada por internet en la que les planteamos una serie de preguntas de interés general sobre temas como actualidad, música y geografía, entre otros, y les preguntamos qué tan seguros estaban de sus respuestas. También les pedimos juzgar su capacidad de tomar decisiones, su moralidad y su nivel de responsabilidad, tanto en términos generales como en su uso potencial de un arma de fuego en comparación con los demás. Sus respuestas nos dieron una clara indicación de su posición en cuanto a ambos tipos de exceso de confianza.
Para evaluar sus actitudes hacia las armas, también les preguntamos quiénes deberían poder portar armas de fuego (la policía, los guardias privados, los ciudadanos de a pie) y si ellos mismos utilizarían un arma en diversas situaciones delictivas.
Exceso de confianza y actitudes hacia la posesión y el uso de armas
Encontramos que ambos tipos de exceso de confianza estaban estrechamente relacionados con favorecer la posesión y el porte de armas de fuego y con una mayor propensión de los individuos a afirmar que las usarían ante el enfrentamiento con un delincuente. Por ejemplo, una persona que sobrestima sus capacidades tiene un 5% más probabilidades de afirmar que utilizaría un arma para evitar un robo en su casa que de afirmar que no ofrecería resistencia, siempre que el arma sea similar a la del intruso. Y es un 6% más probable que dicha persona afirme lo mismo si cree que sus capacidades son superiores a las de otras personas.
La relación entre el exceso de confianza y una mayor asunción de riesgos y permisividad con las armas tiene ramificaciones políticas, por supuesto. Los políticos también están sujetos a sesgos de comportamiento, y podríamos suponer razonablemente que cuando tienen un exceso de confianza podrían —al igual que otros individuos con exceso de confianza— favorecer la posesión y el porte de armas de fuego y votar para poner en marcha una legislación que permita esas cosas. Los votantes con exceso de confianza podrían presionar a los políticos en las urnas, conduciendo potencialmente a una mayor disponibilidad de armas y a una menor regulación, incluso antes de considerar la naturaleza del sistema electoral y la existencia de grupos de presión y contribuciones a las campañas.
La urgencia de una epidemia
Tenemos mucha experiencia en otros ámbitos, como el uso del cinturón de seguridad y el consumo de alcohol y cigarrillos, donde el exceso de confianza conduce a un comportamiento social menos que ideal. Proporcionar información sobre el rendimiento real de las personas y los riesgos de tomar decisiones equivocadas es un paso para reducir el exceso de confianza, corregir los sesgos y lograr un equilibrio más saludable. Pero hay poco tiempo que perder. Con más de 200 tiroteos masivos, cada uno de los cuales ha causado la muerte o ha herido a cuatro o más personas en Estados Unidos en lo que va corrido del año, y con una epidemia de asesinatos en hogares, calles y lugares de trabajo en gran parte de las Américas, resulta urgente abordar la relación de las personas con sus armas de fuego.
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