¿Puede la tecnología mejorar la educación? Para la mayoría de los educadores, los avances en la capacidad informática y la inteligencia artificial abren la puerta a potenciales revoluciones del aprendizaje. Lo mismo sucede con la mayor disponibilidad de dispositivos móviles y el mayor acceso a Internet de banda ancha. Los libros de texto interactivos, que usan animaciones y videos en la web, les permiten a los estudiantes comprender de forma visual temas de matemática, ciencia e ingeniería de formas que eran impensables hace un tiempo. Los juegos interactivos aguzan sus habilidades. Los estudiantes ingresan a las mejores universidades del mundo en línea y acceden a plataformas web para colaborar con pares en un aula virtual alrededor del mundo.
De todos modos, hay muy poca evidencia de qué innovaciones tecnológicas realmente funcionan. En 2008, el programa Una laptop por niño fue lanzado en escuelas primarias en Perú. Se distribuyeron 900.000 computadoras en todo el país. Esto, se creía, aumentaría las destrezas de lectura, matemática y computación. Sin embargo, un estudio del BID muestra que el programa logró pocos de los resultados que buscaba conseguir. Más recientemente, en Estados Unidos, un alto funcionario del Departamento de Educación advirtió que distritos y estados estaban “gastando millones de dólares para comprar aplicaciones educativas (aplicaciones de tecnología, herramientas y plataformas)” con, en muchos casos, evidencia mínima de que servían.
Parte del problema, señalan expertos, se relaciona con el fracaso en preparar a los maestros —entrenados según viejas dinámicas de clases magistrales y apuntes escritos— para impartir una educación interactiva. Por ejemplo, sólo algunos países en América Latina y el Caribe tienen programas nacionales para instruir a los maestros en tecnología informática. Aún en esos casos, la cobertura es menor a 50% y la instrucción se limita a funciones básicas, según otro estudio del BID. Los sistemas escolares además suelen carecer de los recursos necesarios para mantener la conectividad a Internet y asegurar el apoyo técnico. Y, como se explicó en una entrada de blog reciente, se han hecho pocos estudios controlados aleatorios para mostrar qué funciona y qué no.
Tomemos el caso de Chile. El país ha avanzado de forma significativa en educación en los últimos 30 años. Consigue los puntajes más altos de América Latina y el Caribe en lectura, matemática y ciencia en las pruebas internacionales PISA para jóvenes de 15 años, y ha reducido la brecha entre las escuelas con mejor y peor desempeño. Pero aún sigue bien por debajo del promedio de la OCDE y está ansioso por alcanzar ese estándar. ¿Podría el uso dinámico de tecnología informática hacer la diferencia?
Incluso con usos básicos de un laboratorio informático, los investigadores descubrieron que es posible. Entre 2012 y 2015, 11 escuelas públicas en áreas pobres de Santiago comenzaron a ofrecer sesiones de computación dos veces por semana para estudiantes de matemática de cuarto grado. Luego del programa ConectaIdeas, los maestros y coordinadores de laboratorio usaron sus teléfonos inteligentes para guiar a sus estudiantes efectivamente con un sistema de advertencia temprana en tiempo real que advertía qué estudiantes tenían problemas. La plataforma también permitió que los estudiantes de mejor desempeño ayudaran a sus pares con problemas. Según un análisis de la iniciativa, se registró un progreso considerable. Las mejoras anuales en los exámenes nacionales estandarizados de matemática fueron tres veces mayores que en las escuelas del resto del país.
En tanto, un juego en línea incluido en la plataforma ConectaIdeas, Espiral Mágico, se usó para organizar una competencia de problemas de matemática entre aulas de cuarto grado de 12 escuelas. Una de las ventajas de la iniciativa, según Roberto Araya, un investigador en educación de la Universidad de Chile que ayudó a concebirla, es que apela a los instintos tribales de caza y recolección para competir entre grupos. Incluso las fracciones y los problemas de palabras —que de otro modo resultan aburridos para un cerebro de 10 años— se vuelven emocionantes.
Durante semanas antes del torneo, los estudiantes realizan sesiones de entrenamiento en línea en las que los maestros siguen el desempeño de los estudiantes en tiempo real y les brindan devoluciones por chat. Los mejores estudiantes ayudan a los de menor desempeño, motivados por la competencia intercolegial que se aproxima. El día del torneo, los estudiantes se ubican en sus computadoras. Las máquinas están sincronizadas en todas las escuelas, y se presentan los problemas de matemática. Un maestro independiente comenta, como si fuera un partido de fútbol, a través de un video que es emitido en una gran pantalla en cada aula. Los estudiantes reciben rankings actualizados de su escuela cada cinco minutos. Se alcanza un nivel de motivación previa al torneo, una necesidad de triunfo del equipo, y una solidaridad y asistencia entre los estudiantes de mejor y peor desempeño, tales que un estudio inicial sugiere que el aprendizaje mejora de forma significativa. Parece registrarse una gran reducción de la brecha entre los estudiantes de mejor y peor rendimiento. Además, esas mejoras se logran de forma virtual, a una fracción del costo de organizar torneos en persona que implican trasladar a los estudiantes a un espacio de grandes dimensiones, como un gimnasio o un estadio.
En los últimos 50 años, se han perdido millones de empleos de manufactura debido a la automatización en Estados Unidos y Europa. Es probable que se pierdan otros millones de puestos de oficina y en el sector de servicios en las próximas décadas, a medida que las computadoras se vuelven más sofisticadas. Eso, en países desarrollados y en vías de desarrollo, le da más valor a aprender ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, áreas donde los trabajadores pueden seguir contribuyendo de formas que aún superan la capacidad de las máquinas inteligentes. Las computadoras, que están dejando a la gente sin trabajo en la era de la inteligencia artificial, también pueden empoderarla a través de una educación para tener éxito.
El rol educativo de la tecnología será abordado en nuestro próximo informe insignia “Aprender mejor: políticas públicas para el desarrollo de habilidades”, que será publicado por el BID a mediados de 2017. El éxito de los torneos en línea de Chile, y varias de las demás iniciativas informáticas del país, también serán evaluados por el Departamento de Investigación del BID este año.
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