“Cómo encender la luz en Haití” cuenta la historia de un programa de electrificación rural exitoso en Haití, un programa que podría funcionar en otras áreas rurales de América Latina y el Caribe.
El 12 de enero de 2010, Haití padeció uno de los peores desastres naturales de su historia: un terremoto de magnitud 7,0 en la escala de Richter sacudió al país dejando un saldo de más de 200 mil víctimas.
El terremoto tuvo efectos devastadores sobre una infraestructura y servicios que ya presentaban ciertas deficiencias: provocó el colapso parcial o total de edificios del Gobierno como el Palacio Presidencial, y el principal hospital público de la capital; inhabilitó caminos, puertos y el principal aeropuerto; acabó con muchas barriadas pobres y miles de edificios residenciales; causó serios daños en los servicios de agua, electricidad y transporte; y el sistema de salud pública colapsó. Antes del terremoto ya muchos hospitales y clínicas no gozaban de servicios básicos como electricidad. La tragedia agravó esta situación.
Ante la emergencia causada por el terremoto, el Banco Interamericano de Desarrollo se alió con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y el Banco Mundial en 2010 para crear un fondo para proveer electricidad a Haití durante la crisis. Cada institución hizo una contribución de un millón de dólares. Entre 2011 y 2013, el BID se encargó de la ejecución de la mitad de ese fondo adquiriendo, instalando y operando sistemas fotovoltaicos —sistemas que convierten la energía solar en electricidad.
Con este proyecto, el BID se propuso proveer la asistencia técnica necesaria para desarrollar proyectos de electrificación en clínicas rurales y campos de refugiados.
Con fondos del segundo componente, se adquirieron e instalaron sistemas fotovoltaicos para 12 centros de salud en la región sur del país. Las poblaciones beneficiadas fueron: Chantal, Saint Jean, Tiburon, Chardonnieres, Les Anglais, Port-à-Piment, Damassin, Coteaux, Roche-à- Bateaux, Cote de Fer, Ile-à-Vache y Randel. Antes de la instalación de las lámparas, los ataques sexuales a las mujeres eran frecuentes. Ocurrían sobre todo en las noches, cuando las víctimas iban al baño en la oscuridad. El problema era tan grave que algunas mujeres preferían hacer sus necesidades cerca del lugar donde dormían para no exponerse a la posibilidad de un ataque. Las lámparas redujeron el número de violaciones en las noches y también la inseguridad en general.
Los beneficios de los centros de salud fueron tan evidentes como los de los campos de refugiados. La cantidad y calidad de los servicios mejoró significativamente después de la instalación de los sistemas fotovoltaicos. En las noches ahora se prestan servicios de emergencia y maternidad, así como servicios de atención general al paciente sin depender de costosos generadores o precarias lámparas de kerosén. En el día, los pacientes tienen acceso a laboratorios y otros servicios avanzados a los que no se puede acceder sin una fuente fiable de electricidad. En algunos centros existe ahora la capacidad de hacer un registro de las patologías de los pacientes, usando bases de datos electrónicas. Y en otros centros hay refrigeradores conectados a los sistemas fotovoltaicos, lo cual permite almacenar y preservar vacunas.
La implementación de este programa de energía solar ha abierto nuevas avenidas de acción en Haití. Que se haya logrado electrificar de esta manera los campos y las clínicas implica que este modelo podría replicarse en otros lugares, incluyendo pequeñas comunidades. De hecho, iniciativas similares podrían ayudar a ampliar la cobertura eléctrica del país. Desafortunadamente en 2016 el huracán Tomas causó gran destrucción al programa de energía solar, como se puede ver en el siguiente video.
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