Si a estas alturas alguien tenía dudas del impacto que el COVID está teniendo en los sistemas educativos de todo el mundo, Bezos y el mercado se encargan de recordarnos que no hay marcha atrás. El hombre más rico del mundo lo es, entre otras cosas, por su gran capacidad para anticipar las necesidades de los consumidores. Lo hizo en 1994 cuando empezó a vender libros por internet cuando la gente todavía iba a las librerías. Y lo está haciendo ahora que, tras la pandemia, la educación ha comenzado a desligarse de los lugares físicos donde llevaba siglos apalancada. La experiencia también nos dice que, cuando Amazon llama a una puerta, casi siempre se abre. Así al menos lo anticipa Bezos cuando dice que será difícil que la educación pública le pueda decir que no a Amazon.
¿Qué implicaciones tiene la experiencia durante la pandemia para los sistemas educativos y de formación?
Tal vez la más evidente, es que vamos a tener que repensar el modelo de negocio de la educación, tanto público como privado.
Para empezar, la educación online llegó para quedarse y el futuro será híbrido, con matices, donde <híbrido> quiere decir mucho más que la simple combinación entre presencial y online. Quiere decir un uso más efectivo de las posibilidades de aprendizaje que ofrecen las herramientas digitales en el aula; una combinación de oferta tradicional y no tradicional para la formación, que haga un mejor aprovechamiento de la creciente oferta de servicios emergentes en el sector EdTech para, por ejemplo, personalizar el aprendizaje; quiere decir flexibilización de trayectorias para reconectar con los estudiantes que se perdieron en la pandemia y con todos aquellos que se descolgaron de sus programas formativos en los últimos años; y quiere decir identificación y apertura a nuevas alternativas de formación.
Pero, tal vez la tendencia más significativa que ha acelerado la pandemia ha sido el unbundling (descentralización) de la educación. La educación será cada vez más modular, lo que permitirá adaptar con mayor flexibilidad la formación a las necesidades del mercado, y, desde el punto de vista del individuo, que cada uno construya su trayectoria educativa y la vaya adaptando a sus necesidades. Hasta ahora la educación K-12, por ejemplo, era prácticamente un bloque y las trayectorias educativas estaban bastante prefijadas. Algo similar sucedía con la educación superior, y las titulaciones universitarias.
Actualmente, las iniciativas privadas se están concentrando en procesos específicos de esa cadena (digitalización de contenidos, adaptación y personalización de aprendizajes, certificación y acreditación de competencias, etc…); y ahí se está produciendo una clara disrupción. Como los procesos al final son interdependientes, cuando generas un cambio en uno de esos procesos, se generan cambios en cadena que afectan a todos los demás. Es decir, cuando empiezas a establecer herramientas de certificación de competencias, se genera la necesidad de crear contenidos que desarrollen esas competencias y viceversa.
Otro ejemplo de este proceso es la transición de diplomas a certificados. Los diplomas se utilizaban tradicionalmente para acreditar la posesión de un conjunto de conocimientos y competencias y eran la moneda que se utilizaba para intercambiar en el mercado laboral. Pero funcionan como una especie de caja negra, bastante rígida, que no se puede descomponer en partes, ni a efectos de su obtención (o te gradúas o no te gradúas), ni a efectos de la lectura que el empleador puede hacer de ese diploma (difícil saber lo que sabes o no sabes hacer porque el diploma no necesariamente captura esa información).
El unbundling (descentralización) tiene implicaciones importantes en términos de diversificación de la oferta, que viene acompañada de una progresiva digitalización de los servicios educativos. El auge de la digitalización de los servicios educativos se ha traducido en un fuerte crecimiento del sector EdTech, aunque aún se encuentra sub-dimensionado para las necesidades del sector.
Por todo lo anterior, muy probablemente vamos a ver cambios aún más radicales en el comportamiento de los consumidores. No sólo se está sofisticando la oferta, también lo está haciendo la demanda. Esto se traduce en estudiantes más exigentes, que pedirán retornos concretos a su inversión en términos de trabajo e ingreso; y en docentes, que dispondrán de mayor apertura y flexibilidad a la hora de impartir sus clases y que van a pedir también más formación, por ejemplo, en habilidades digitales.
¿Afectarán estos cambios a todos los niveles educativos y de formación o funcionarán solo para estudiantes con mayores niveles de autonomía? ¿Cómo será el impacto en los jóvenes de más bajos ingresos? ¿Será el movimiento del mercado una oportunidad para ampliar oportunidades de acceso a una educación de calidad? Te lo contamos en nuestro próximo post.
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