Daniel y Sebastián son muy amigos y desde pequeños sus padres los han llevado a jugar al mismo parque en Bogotá. Ambos están en su tercer año de primaria. Ambos quieren ser médicos cuando sean grandes. Sin embargo, sólo uno de los dos podrá lograrlo. Daniel vive en condiciones socioeconómicas desfavorables, Sebastián no.
A pesar de que América Latina y el Caribe (ALC) ha presenciado una expansión educativa en los últimos 20 años, la brecha entre ricos y pobres sigue siendo amplia. ¿Qué nos dicen los datos sobre esto? Recientemente publicamos una nota en el Centro de Información para la Mejora de los Aprendizajes (CIMA) sobre desigualdad que destaca tres mensajes importantes para la región.
Empecemos con el primer y más positivo de los mensajes: La región avanza en cobertura tanto en primaria como en secundaria, sobre todo en la población más pobre. La educación primaria es casi universal. Cerca del 95% de los niños y niñas de la región entre 6 y 12 años asisten a la escuela, sin importar su nivel socioeconómico. Por su parte, 2 de cada 3 jóvenes asisten a secundaria y durante la última década esta proporción ha crecido por una mayor inclusión de jóvenes de escasos recursos al sistema educativo. Ciertamente, Daniel y Sebastián, los protagonistas de esta historia corroboran estos hechos. Sin importar su nivel socioeconómico ambos asisten a la escuela, y muy probablemente continuarán estudiando después finalizar la educación básica.
Para el segundo mensaje uno de nuestros protagonistas empezará a tener problemas. Sí, cada vez hay más estudiantes que finalizan la primaria y secundaria, pero la probabilidad de hacerlo es mayor para los niños y jóvenes con mejores condiciones socioeconómicas. Para 2015, 2 de cada 3 estudiantes ricos se gradúan de secundaria, mientras que sólo 1 de cada 4 estudiantes con condiciones socioeconómicas desfavorables lo hacen. Estos datos nos dan a entender que muy probablemente Sebastián terminará la escuela y tendrá la opción de continuar sus estudios universitarios. Desafortunadamente, es poco probable que Daniel pueda hacer lo mismo. La condición socioeconómica de cada uno determina la posibilidad de continuar sus estudios.
Por último, las brechas educativas se mantienen en el tiempo, limitando la cantidad de educación a obtener y reduciendo las opciones en el mercado laboral para los menos favorecidos. Según el informe de CIMA, en 2015 la proporción de personas mayores de 25 años que tienen más de 13 años de educación fue 46% para la población más rica, y 6% para la población menos favorecida. Esta desigual distribución de habilidades y conocimiento afecta las oportunidades laborales de los jóvenes, y su posible trayectoria de ingresos.
Cerca del 25% de los jóvenes de escasos recursos ni estudian ni trabajan. Este porcentaje se reduce a 9% para los jóvenes más ricos. Claramente, en nuestra historia, Sebastián tendrá mayores posibilidades de graduarse y encontrar un empleo. Por su parte, Daniel, quien posiblemente desertará del sistema educativo, no correrá con la misma suerte.
Así como Daniel, cerca de 81 millones de niños de la región menores de 18 años que viven en condición de pobreza con oportunidades limitadas, tienen menos posibilidades de terminar la escuela y por lo tanto menos oportunidades a lo largo de la vida. ALC va por buen camino, pero aún hay mucho por hacer para que más niños como Daniel, puedan tener un final feliz como Sebastián.
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