Alrededor del 68% de los empleos en Mesoamérica están en riesgo de automatizarse en el 2020. ¿Están los países preparados para enfrentar este nuevo reto? Y aún más importante, ¿están capacitados los jóvenes para convivir con la inteligencia artificial y tener vidas productivas en entornos altamente dinámicos?
En Mesoamérica, los jóvenes representan la mayor parte de la población (los menores de 19 años representan más del 40%) y una buena proporción de ellos ya no están en el sistema educativo. Aproximadamente el 36% de adolescentes entre 16 a 18 años no asiste a la escuela y la mitad de los más pobres abandona su educación secundaria antes de graduarse. De los jóvenes que abandonan la escuela, el 32% lo hace por falta de interés en continuar con su educación.
Muchos de los jóvenes que aún permanecen en la escuela, además de enfrentarse a múltiples problemáticas sociales, presentan aprendizajes bajos y muy poco relevantes para su futuro. Muestra de ello es que, por ejemplo, más de la mitad de los estudiantes presentan un bajo desempeño en matemática, ciencia y lectura en pruebas como PISA. Además, la mitad de los estudiantes de bajos recursos no tienen acceso a computadoras en la escuela, indicio de que no están recibiendo una formación digital e informática adecuada.
Existe, sin embargo, otro desafío que pone en riesgo el éxito de los jóvenes de Mesoamérica y del que generalmente se discute mucho menos. Se trata del desarrollo de destrezas que son y serán determinantes en el ámbito personal, social y laboral del individuo: las habilidades socioemocionales[1]. La comunicación, el trabajo en equipo y la empatía, constituyen habilidades que no son fácilmente reemplazables por las nuevas tecnologías y que son muy valiosas para responder a contextos cambiantes.
Para comprender mejor el alcance de estas destrezas, imaginemos a dos jóvenes con condiciones socioeconómicas y familiares similares: los dos han carecido de apropiada formación técnica, pero uno ha recibido formación en habilidades socioemocionales. Si consiguen completar su educación secundaria, ambos tendrán el mismo título y se enfrentarán a los mismos desafíos: problemas económicos para continuar con su educación, difícil ingreso al mercado laboral, entre otros. Lo que los diferenciará es que, quien logró desarrollar habilidades socioemocionales, posiblemente tendrá una mentalidad de crecimiento que le permitirá adaptarse a diversas condiciones y buscar oportunidades para prosperar.
De acuerdo con los empleadores, en Mesoamérica los jóvenes aún no han desarrollado adecuadamente este tipo de aptitudes. Más aún, de acuerdo a una reciente publicación, los niveles son mucho más bajos para los jóvenes que no estudian ni trabajan (NiNis), es decir, que no están expuestos a ningún tipo de preparación en este ámbito. En la subregión, el 18% de jóvenes son NiNis, y ocho de cada diez en esta situación son mujeres, quienes realizan tareas no remuneradas en sus hogares (Ver más en CIMA).
Estas habilidades, además, tienen efectos en el bienestar, pues están relacionadas con la autoestima y las relaciones interpersonales. Para quienes que no logren desarrollar estas aptitudes, progresar en el ámbito laboral posiblemente será más difícil y frustrante; pero adicionalmente, es probable que se sientan menos motivados y que se autolimiten.
Ante esto, algunos países de Mesoamérica ya están incorporando el desarrollo de estas habilidades en las escuelas. Por ejemplo, en México se ha implementado el programa Construye T y el programa Aulas En Paz. Asimismo, han surgido iniciativas privadas como ¡Supérate! en El Salvador y Panamá y Tools For Youth en El Salvador que trabajan, a menor escala, formando a adolescentes en temas digitales, pero que además incluyen como componente clave el desarrollo de habilidades socioemocionales.
Los resultados de estas iniciativas son muy estimulantes. Por mencionar algunos: el 97% de los graduados de ¡Supérate! ha continuado con su educación superior y más del 25% se encuentra trabajando; el 95% de sus beneficiarios no se involucran en situaciones de riesgo y el 65% participa en actividades extracurriculares. Por su parte, Aulas en Paz evidencia una disminución en conductas de violencia en los estudiantes intervenidos y una mejora en el clima escolar.
En el futuro, aunque no se conoce con certeza cuáles conocimientos técnicos o digitales serán los más esenciales, es seguro que se seguirá necesitando de individuos creativos y empáticos, que sean parte de la transformación positiva del mundo. Los ciudadanos necesitarán adaptarse e innovar para llevar vidas productivas y plenas. Por ello, es vital que la oferta educativa esté diseñada para que los niños y jóvenes se formen en habilidades que sean centrales a su desarrollo, flexibles a diferentes entornos y transversales a diversos ámbitos de la vida.
Si te interesa conocer más acerca de los desafíos pendientes en educación en Mesoamérica y conocer más indicadores sobre Mesoamérica y la región, ingresa a CIMA.
[1] Son herramientas de vida que permiten identificar y regular nuestras emociones, entender las de los demás, mostrar empatía, desarrollar y mantener relaciones positivas, establecer metas positivas y tomar decisiones responsables (CASEL, 2019)
Entrada por Eleno Castro y Karla Ábrego