Esta entrada es la continuación de la publicación anterior que puedes conseguir aquí.
¿Utilizamos las herramientas adecuadas para distinguir entre inversiones buenas y malas? A veces, los resultados sociales importantes no pueden ser capturados en una simple ecuación costo-beneficio. Las políticas de cuidado infantil, por ejemplo, tienen consecuencias intergeneracionales porque afectan las normas sociales. Pero, ¿cómo darle un valor monetario a tener una sociedad más igualitaria como resultado de una política?
Sabemos que los diferenciales de ingresos por género crecen a lo largo de la vida y están relacionados con la maternidad y una división desigual del trabajo en el hogar. Los padres y compañeros son modelos a seguir y la participación de las mujeres en la fuerza laboral contribuye a cambiar esos modelos.
Con un enfoque dinámico, se podría estimar un valor para algunos de los resultados que estos cambios generarán. Por ejemplo, las diferencias en las normas sociales están relacionadas con importantes resultados sociales como la fertilidad, la educación o la participación en la fuerza de trabajo. Los proxies culturales son significativos (estadísticamente y en magnitud) para explicar cuánto trabajan las mujeres. Más allá del empleo de las madres, la atención subsidiada y la educación para los niños pequeños también pueden ser un fuerte contribuyente para cerrar las brechas salariales de género.
Una nueva investigación también sugiere que los hijos de madres trabajadoras podrían disfrutar de otros beneficios: las hijas que completan más años de educación tienen más probabilidades de estar empleadas; más probabilidades de tener funciones de supervisión y tener mayores ingresos. Los hijos de madres que trabajan tienden a ser más propensos a tener una esposa que trabaja; y podrían pasar más tiempo cuidando a los niños y en tareas domésticas. Hasta aquí todo bien, estas son todas cosas que se podrían estimar.
Pero, ¿cuál es el valor intrínseco de la igualdad?
Esta es una cuestión fundamental. En términos sociales, una mayor igualdad puede materializarse como cosas muy tangibles tales como mayores tasas de supervivencia o como otros intangibles, pero no menos importantes, como el aumento de la libertad individual, la calidad de vida, la confianza o la felicidad.
La desigualdad asume la discriminación y la discriminación subyace al malestar social. Los costos de transacción en entornos de baja confianza son extremadamente altos. Siempre recuerdo esta anécdota, un día caminando por el campo, un amigo me llevó a lo que parecía ser una casa. La puerta estaba abierta, entramos y había una mesa llena de huevos en grandes cajas de cartón y una caja de dinero. Nadie alrededor. Sólo una señal con el precio y la siguiente nota: por favor, deje el dinero en la caja y tomar su cambio; si un huevo está roto no pague por él. ¿Cómo cuantificar esa paz mental? Las políticas de cuidado infantil pueden ayudar a reducir las desigualdades, crear un mayor sentido de equidad y apoyar a las familias y comunidades para que se acerquen cada vez más a esa paz mental. A través de mayores ingresos familiares, la participación femenina en el mercado laboral y una educación de calidad para niños, estamos ayudando a construir mejores oportunidades para el presente y el futuro.
Cuando se trata de la cuestión de género, la vulnerabilidad y la desventaja familiar en edades muy tempranas parecen afectar a los niños más que a las niñas. Si piensas en maximizar tus inversiones, podrías acabar concluyendo que los costos adicionales para elevar la calidad del cuidado de niños a los niveles de sus contrapartes femeninas no podrían valer la pena el esfuerzo. La pregunta es: ¿estaría bien? ¿Es moralmente aceptable dejar atrás a esos niños? La inversión adicional podría no tener sentido económico inmediato, pero el valor en términos de ser lo correcto va más allá de la utilidad racional.
¿Es la información completa una ilusión?
Es absolutamente crítico que los países pasen a la toma de decisiones basada en la evidencia: no hay duda al respecto. Sin embargo, tener alguna evidencia no implica inmediatamente que se tiene información completa para tomar decisiones. La evidencia rigurosa involucra la aleatorización, y se podría terminar con un cuerpo de evidencia bastante parcializado (involuntariamente) hacia las políticas con las que, de hecho, se podría experimentar, y con respuestas simples a preguntas muy complejas.
Esto requiere honestidad intelectual sobre los límites de lo que podemos y no podemos responder con lo que tenemos. La gente quiere respuestas directas. No queremos escuchar las palabras “pruebas no concluyentes”. Sin embargo, muy a menudo la evidencia existente es escasa y presenta una visión muy estrecha e incompleta del mundo real.
En nuestras recomendaciones a los formuladores de políticas, tendemos a privilegiar esta evidencia incompleta y parcial que tenemos sobre aquellas políticas de las que no tenemos pruebas. Nuestros intentos de objetivizar los procesos de formulación de políticas a menudo terminan simplificando excesivamente el mundo en el que vivimos. Pero al final todo se reduce a personas reales con problemas complejos y los países no pueden permitirse el lujo de cometer errores.
Incluso si la toma de decisiones basada en la evidencia es deseable, la realidad es que trabajamos con información imperfecta, y los países tendrán que seguir tomando decisiones en ausencia de ella. Hacer creer a la gente que los modelos metodológicamente perfectos pero muy estrechos o parciales serán capaces de identificar las mejores soluciones y ofrecer el mejor consejo de política es, al menos, una versión distorsionada de la realidad.
Si hay una sola recomendación de política clara es que tomar decisiones basadas en la alternativa más barata podría no ser la mejor manera de manejar las políticas sociales. Lo barato podría salir caro: puede que se obtenga lo que se pagó. Si queremos altos retornos, los países deben invertir más en cuidado infantil y pagar por servicios de alta calidad que también incluyen características convenientes para las familias trabajadoras.
Los beneficios de las intervenciones de primera infancia de alta calidad compensan los costos del programa: pueden generar ingresos fiscales de los adultos, incrementar la empleabilidad, reducir los gastos del gobierno en programas compensatorios (tratamientos médicos, seguridad, educación especial) y también pueden contribuir a cambiar las normas culturales, generar un mayor sentido de equidad y crear un mundo más seguro, habitable y equitativo para todos.
lucas dice
Respecto a políticas de género, se te ocurre de donde puedo sacar informacion (papers, etc) de políticas sociales de primera infancia, y su impacto en el desarrollo infantil y en su importancia en la inserción laboral de las mujeres, ya que pueden disponer de más tiempo para trabajar.