Hoy se cumplen más de 100 años de la primera celebración del Día de la Mujer.
Todo comenzó en el norte de Europa, con la activista alemana Clara Zetkin, quien propuso celebrar el 8 de marzo de 1911 el Día de la mujer trabajadora y así reunir a más de un millón de personas para exigir para las mujeres los derechos al voto, al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación en el ámbito laboral.
Cuando este movimiento inició, la idea de estas mujeres “revolucionarias” era cambiar las políticas y leyes para generar igualdad de oportunidades. Más de un siglo después, tras muchos avances pero todavía sin victoria, vale la pena preguntarnos si realmente estos cambios para lograr la equidad de género dependen únicamente de las políticas que cada país adopta o si hay otras características de la sociedad que en gran medida pueden ser las determinantes de su éxito.
Cuando hablamos de derechos de las mujeres estamos, indefectiblemente, también hablando de los roles socialmente asignados en función del género que definen de manera categórica la naturaleza de un hombre y una mujer y qué se espera de cada uno. Parecería lógico pensar que para que una mujer pueda trabajar fuera del hogar, la distribución de las tareas domésticas dentro de los hogares debe compartirse entre los demás miembros del hogar en capacidad de realizarlas, hombres y mujeres. Quisiéramos creer que tras años de lucha por los derechos de la mujer las cifras fueran alentadoras pero estudios recientes nos cuentan otra historia: 80% del trabajo doméstico no remunerado está a cargo de mujeres.
En el caso de las mujeres latinoamericanas, otra paradoja es que hoy en día alcanzan en años de escolaridad un promedio de 0,5 años más que los hombres, sin embargo, a la hora de elegir una carrera, tienden a concentrarse en carreras que están menos remuneradas. Las mujeres sólo ocupan el 33% de las profesiones mejor pagadas en la región, como la arquitectura, la abogacía o la ingeniería. Incluso está comprobado que al comparar un mismo puesto laboral de una mujer y un hombre que tengan asignadas las mismas responsabilidades, el salario de la mujer es significativamente menor.
Otros factores que derivan en desigualdades de oportunidades entre hombres y mujeres son la falta de decisiones compartidas y consensuadas respecto a la sexualidad y la reproducción, así como las decisiones con respecto al cuidado y la crianza de los hijos, temas que se mencionan en este Blog con frecuencia. De las mujeres trabajadoras de la región, 25% trabajan a tiempo parcial para poder dedicar una parte sustancial de su tiempo a las tareas de crianza.
Todas estas cifras nos revelan que aún tenemos muy impregnado nuestro ADN de ciertas “enseñanzas de abuelas” que determinan los roles de género. Desde la perspectiva de un gobierno, es entendible que resulte bastante difícil competir contra estas creencias instauradas pero no es imposible.
Sabemos que cambiar comportamientos y creencias que forman parte de la cultura es complejo. Estas normas sociales afectan en forma importante las decisiones que toman los individuos y las familias, decisiones que no solo están motivadas por factores económicos. De ahí que la política pública puede dotar a la sociedad de información o de incentivos que promuevan normas sociales congruentes con el respeto del derecho de hombres y mujeres de construir sus proyectos de vida.
En este sentido, el objetivo de la política no debe ser el de la igualdad de resultados. Por el contrario, un objetivo más interesante sería garantizar que todas y todos puedan desarrollarse libremente, en igualdad de oportunidades, independientemente de características como el estatus socioeconómico, el género o la etnicidad. Un ejemplo concreto relacionado a las tareas de crianza dentro del hogar: en los países nórdicos se recompensa por igual a mamás y papás por quedarse en el hogar cuidando de los hijos. Esta es una política que iguala oportunidades.
En definitiva, el reto del Día de la Mujer es aún más grande que el que pensaron las mujeres en 1910: políticas públicas y cultura tienen ambas que transformarse para ir en la misma dirección. Y, en un día tan importante como hoy, vale la pena reflexionar unos minutos sobre qué estamos haciendo como individuos, padres, políticos o mujeres en esta dirección.
Serrana Mujica es responsable de comunicación de la División de Protección Social y Salud del BID.
Estimada Serrana:
Leí su página con mucho interés. La verdad que es un tema muy importante y complejo. Como Ud. sabe en nuestros países únicamente funcionarios públicos están garantizados igualdad en su remuneración. Aunque empresas importantes del primer nivel hay gran diferencia entre Sres. y mujeres.
En algunos casos, al momento de iniciar trabajo como “newly graduated” comienza con muy poca diferencia, año tras año la diferencia se agranda. Como institución, exite días francos para crías a los Sres pero hasta la actualidad menos de 2% de Sres. usufructuaron ese derecho.
La razón de no usufructuaron será por ámbito de lugar de trabajo.
Pero pienso que el elemento más importante de que no exista igualdad es 1) educación familiar 2) cuestión física, o sea únicamente mujeres pueden reproducir la próxima generación y vinculación entre madre y niños será distinta que la de padre e hijos, en general.
Para escribirle bien, tendría que estudiar más. Mil disculpas por no haber escrito con base firme.
Sea como sea, la felicito por haber elaborado tan buena página.
Realmente es un camino sobre el que hay que seguir trabajando. No solamente por las limitaciones que los propios hombres hacen muchas veces al crecimiento de la mujer sino porque aún persisten mujeres que educan a sus hijos varones con un concepto machista. Seguramente las nuevas generaciones podrán mejorar ese aspecto pero es un trabajo que debemos hacer todas en todos los campos que se nos presente la oportunidad. El artículo me parece estupendo.
Gracias Serrana.