Ya ha pasado más de un año desde que la pandemia llegó a América Latina y el Caribe (ALC). Sin embargo, a medida que los países más ricos van completando sus campañas de vacunación y reabriendo gradualmente sus ciudades, la región va retrasada en su ritmo de recuperación.
Los indicadores hablan por sí solos, pues, a pesar de que solo el 8% de la población mundial reside en ALC, más del 20% de las infecciones mundiales y más del 30% de las muertes se están llevando a cabo en nuestra región. La pandemia no ha afectado solo a la salud: la economía se ha resentido también de manera especial en nuestra región. Mientras que la producción económica mundial se redujo un 3% en 2020, la de la ALC cayó un 7%. Cualquier progreso social y económico que ALC logró durante el boom de commodities dos décadas atrás, ha sido aniquilado por los efectos económicos y sociales de la pandemia.
Informalidad y desigualdad: factores que impiden la recuperación en nuestras ciudades
Los motivos por los que ALC se encuentra en esta situación son múltiples. Muchos de ellos, de hecho, están interrelacionados, y son anteriores a la pandemia, como la subinversión crónica en los sistemas de salud pública, los estímulos fiscales limitados o poco ambiciosos y el acceso reducido a las vacunas. Sin embargo, más allá de estos factores, que en diversos grados también afectan a otras regiones en desarrollo, las ciudades de ALC ingresaron a la pandemia con dos condiciones ‘preexistentes’: la informalidad unida a la desigualdad.
Informalidad urbana:
Más de una cuarta parte de los ciudadanos de la región viven en barrios informales y casi la mitad de todos los hogares carecen de una vivienda adecuada. Es decir, carecen de acceso a agua, saneamiento, títulos legales, en hogares superpoblados y con poco o ningún acceso a espacios públicos y servicios de movilidad de calidad.
Desigualdad urbana:
ALC también tiene algunas de las ciudades más desiguales del mundo (es decir, con altos coeficientes GINI). Si bien regiones como África subsahariana también se destacan por sus altos niveles de desigualdad, ALC tiene una combinación singularmente dañina y generalizada de desigualdad extrema e informalidad en las áreas urbanas.
La rápida propagación del COVID-19 se ha dado a causa de la informalidad y la desigualdad preexistentes, al mismo tiempo que las ha empeorado. Históricamente, ALC ha tenido niveles altos de informalidad laboral. Las medidas de cuarentena causaron enormes pérdidas de puestos de trabajo en los llamados sectores ‘de primera necesidad’, desde los servicios domésticos (que implican el contacto directo entre los residentes pobres y ricos, lo que ayuda a la propagación entre grupos socioeconómicos) hasta los restaurantes y hoteles.
La pandemia afectó especialmente a las familias pobres, pues muchas de ellas no contaban, ni cuentan, con acceso a infraestructura de calidad, ni pudieron seguir las más simples recomendaciones de higiene y salud (como lavarse las manos). Las mujeres, en particular, han experimentado pérdidas de empleo superiores a la media, ya que no solo han dejado los trabajos de servicio, sino que también han tenido que realizar trabajos de cuidado adicionales en el hogar. Los migrantes, especialmente los que no tienen estatus legal, no han tenido más remedio que seguir trabajando, todo ello sin un acceso adecuado a los servicios de salud.
La nueva informalidad en ALC
Pocos de estos grupos tienen las habilidades o las herramientas digitales para encontrar alternativas de “trabajo desde casa”; la mayoría todavía tiene que usar el transporte público, ya que las familias de bajos ingresos han continuado moviéndose por las ciudades a un ritmo mayor en comparación con los hogares más ricos). La pandemia ha desenmascarado y profundizado la desigualdad en las ciudades de ALC.
Las recomendaciones para la recuperación postpandémica apuntan correctamente a la necesidad de una inversión más consistente en atención médica, alivio fiscal para personas y empresas, mejores sistemas tributarios y de bienestar, y un mejor acceso a la banda ancha y alfabetización digital. Sin embargo, a menudo se ignora cómo estos temas están relacionados con la vida precaria de la vida urbana contemporánea en ciertos barrios.
Los patrones y causas de la informalidad y desigualdad urbana en ALC varían en el tiempo. Sin embargo, la pandemia pone en evidencia un hecho que a menudo es ignorado por quienes diseñan e implementan política pública. La necesidad de trabajar en empleo precario, el profundo impacto sobre las mujeres y los jóvenes, la dificultad de aprender o trabajar haciendo uso de herramientas digitales—todos estos factores tienen un expresión física y geográfica. Esta es la nueva informalidad, multifacética y a veces intangible en sus expression social y económica, pero siempre anclada y visible en barrios y geografías específicas.
Adaptando el urbanismo a la nueva informalidad
La pandemia ha puesto de relevancia el tema de una correcta planificación urbana que tenga en cuenta la informalidad de nuestras ciudades. Semanas y meses de confinamiento han hecho surgir una demanda de mayor “habitabilidad” dando una especial importancia a aspectos medio-ambientales como el poner en valor parques más grandes y más verdes, paisajes urbanos sin congestiones y transitables, la accesibilidad a alimentos y servicios o una conexión rápida a internet. Algunos de nosotros incluso hemos dejado las ciudades, quizás para nunca regresar. Los municipios con visión de futuro están adoptado conceptos como la ciudad de los quince minutos para adaptarse al nuevo estilo de vida. De igual forma, los propietarios y administradores de propiedades visionarios están convirtiendo las oficinas vacías en espacios de usos múltiples. Todas estas ideas, junto con la necesidad de tener ciudades más habitables, nos proporciona un camino a seguir para las ciudades pospandémicas en ALC.
Sin embargo, estos aspectos por sí solos no pueden reparar el problema de la informalidad urbana, que requeriría esfuerzos considerables y paralelos para garantizar un acceso de calidad a la infraestructura y los servicios básicos. E incluso entonces, sería necesario poner en marcha estrategias de acompañamiento destinadas a cerrar la brecha digital y preparar a las poblaciones vulnerables para la nueva (y ya desigual) economía de datos. Esta complementariedad de intervenciones es crucial y es un elemento clave en la Visión 2025 del Banco Interamericano de Desarrollo, un anteproyecto para la recuperación y el crecimiento de la región, que tiene la sostenibilidad como principio transversal para guiar nuestro trabajo.
¿Cómo pueden las ciudades adaptarse a la nueva informalidad?
A lo largo de la historia, las ciudades han mantenido la promesa de una vida mejor: la gente quiere vivir en lugares que ofrezcan oportunidades para una vida mejor, mientras que las empresas se ubican donde reside la demanda y el talento. Para que esta promesa se mantenga en ALC después de la pandemia, y para que los gobiernos democráticos resurjan sin perder su legitimidad, las ciudades deben garantizar que las agendas fiscales y de salud reconozcan la naturaleza espacial y urbana de la informalidad y la desigualdad. Específicamente, la nueva informalidad exige que las ciudades de América Latina y el Caribe aborden problemas históricos como la vivienda inadecuada, al mismo tiempo que adoptan innovaciones en la planificación y una adopción cívica de la digitalización y el crecimiento exponencial.
Una versión de este blog, en inglés, apareció publicada el 6 de agosto de 2021 en Diplomatic Courier
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