Hoy, 22 de abril, celebramos el Día de la Tierra. Como adelantamos en la primera publicación de esta serie dedicada a analizar las principales tendencias de sostenibilidad urbana en América Latina y el Caribe (ALC), las emisiones producidas en las ciudades suponen un reto especial en la lucha contra el cambio climático.
Las ciudades, aunque solamente ocupan un 2% del territorio, representan el 76% de la demanda final de energía y de sus emisiones asociadas, las cuales provienen, principalmente, del transporte y los edificios. La pandemia del COVID-19 llevó a ciertos cambios en los hábitos urbanos, brindando oportunidades para la implementación de medidas de descarbonización y electrificación en ciudades. Estas medidas están encaminadas a abordar el cambio climático, a mantener el aumento de la temperatura en 2°C y, además, a conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Figura 1).
A pesar de la desaceleración económica provocada por la pandemia, se espera que la urbanización siga aumentando. En ALC, las grandes ciudades, ya consolidadas, aún tienen desafíos de infraestructura y brechas latentes derivadas de su expansión rápida y no planificada desde la década de los 50. Uno de los principales obstáculos en este sentido es la elevada tasa de informalidad, que tiene consecuencias en el perfil energético y de movilidad de las ciudades. Por otra parte, se espera que las ciudades medianas y las del Caribe sigan creciendo, por lo que es importante tomar en cuenta las lecciones aprendidas de las grandes metrópolis de la región.
Nuevos modelos de transporte
La pandemia ha brindado algunas oportunidades en las ciudades de la región. Por un lado, ha transformado la demanda de transporte, aumentando exponencialmente el transporte de mercancías y el sector de “la última milla” (servicios de paquetería que gestionan el último trayecto de entrega), y por otro lado, se ha reducido la demanda de movilidad de personas y el commute. Estos cambios en los patrones de movilidad hacen que el transporte intraurbano haya pasado de ser una necesidad a ser una opción. Siempre considerando que el transporte es un derecho urbano y debería ser accesible a todos, convertirlo en una alternativa, pero no una necesidad, permite reimaginar una ciudad de distancias cortas, la ciudad de los 15 minutos, que promete tanto mejorar la calidad de vida como reducir emisiones de gases de efecto invernadero.
Este tipo de ciudad, que promete tanto mejorar la calidad de vida como reducir emisiones de gases de efecto invernadero, es un lugar donde todo lo que necesitas se encuentra a una distancia caminable. Para poner en práctica este modelo de ciudad, es necesario cambiar la distribución de las actividades en el espacio mediante usos mixtos de suelo. Sin dejar de lado el desarrollo orientado al transporte, este modelo es más peatonal, con amplias aceras y ciclovías, y un énfasis especial hacia el comercio local.
Asimismo, esta planificación debe acompañarse de medidas urgentes de electrificación del transporte, lo que requiere varios incentivos para promover el mercado de la electro-movilidad en la región, reduciendo los riesgos de este tipo de inversión, generando una masa crítica de usuarios para un cambio de paradigma y desplegando la infraestructura necesaria para acompañar este cambio. La tendencia global está instalada, con compromisos de Holanda, Alemania, Irlanda e Israel de dejar de producir y vender automóviles de combustión interna en 2030 , y de China y Francia en 2040. Incluso los principales actores de la industria de camiones (un sector difícil de descarbonizar) tienen el compromiso de únicamente vender camiones carbono neutrales a partir de 2040.
Todos estos cambios permitirían reducir el impacto del transporte individual motorizado, el cual, según el IPCC, es responsable del 60% de las emisiones de transporte urbano, en pro de alternativas de transporte bajas en carbono, eléctricas y accesibles.
La energía del sector residencial
En ALC el sector residencial por sí solo consume el 16% de la energía final en la región. Dentro del sector, la biomasa (i.e. leña) supone más del 35% de la fuente de energía y el gas licuado y el gas natural suman también un tercio del perfil energético. Esto da cuenta de la necesidad de electrificación y rehabilitación con foco en eficiencia energética como parte integral de las estrategias de descarbonización de la región. Para ello, es necesario promover programas de renovación de electrodomésticos, aislación térmica de viviendas e instalación de placas fotovoltáicas y calentadores solares de agua.
El momento actual acompaña esta transición hacia una electrificación y descarbonización urbana. En las últimas dos décadas ha tenido lugar una revolución en los mercados de energía, donde ya un tercio de la energía eléctrica global proviene de fuentes renovable. Asimismo, los precios de producción y operación han caído en picado, convirtiendo la energía renovable en una alternativa económicamente viable. Esto ha provocado que la electrificación y la descarbonización sean ya tendencias consolidadas, incluso a pesar de contar con algunas brechas tecnológicas, como la falta de tecnologías de almacenamiento, o el hecho de que la mayoría de las energías renovables no funcionan “a demanda”.
Esta tendencia en el mercado ha permitido potenciar compromisos de varios países en la descarbonización del sector residencial y comercial, incluyendo metas específicas en países como Chile. A nivel internacional, el World Green Building Council es otro ejemplo de una iniciativa que busca la neutralidad de carbono de todos los edificios (tanto públicos como privados), a la cual ya se han adherido organizaciones como Goldman Sachs o el Estado de California.
Co-beneficio de la descarbonización: calidad del aire
Un efecto directo del consumo de combustibles fósiles en ciudades es una peor calidad del aire. Una de cada 5 muertes prematuras a nivel global se debe a subproductos del uso de combustibles fósiles. Este impacto se puso especialmente de manifiesto durante la pandemia, donde se demostró que la calidad del aire fue uno de los factores determinantes en la mortalidad en COVID-19.
Asimismo, una mejora en la calidad del aire permitirá reducir el efecto de la ¨isla de calor urbana¨. Esto se debe a que, además de los Gases de Efecto Invernadero, la combustión desprende material particulado que crea un microclima local que atrapa el calor, aumentando la vulnerabilidad ante olas de calor e incrementando los costos de climatización de espacios. Una descarbonización efectiva de las ciudades permitiría reducir costos, crear adaptación climática y mejorar la resiliencia de las ciudades debido a la mejora en la calidad del aire.
La descarbonización requiere una colaboración entre organismos municipales y nacionales. Es necesario fortalecer las capacidades de planificación de las ciudades e identificar brechas en la infraestructura de transporte y vivienda. De igual modo, es necesario apostar por una planificación descentralizada, usos mixtos de suelo y acceso homogéneo a servicios, una red de transporte modal y baja en carbono, y una electrificación del parque vehicular privado. Asimismo, ahora más que nunca, es el momento de analizar el parque de edificios e identificar brechas cualitativas y cuantitativas para guiar la creación de vivienda nueva y la rehabilitación de vivienda usada con miras a (i) mejorar la climatización, (ii) electrificar los sistemas de calefacción y cocina, y (iii) aprovechar superficies como tejados para la instalación de placas fotovoltáicas o calentadores solares.
Créditos imagen: Geralt publicado en Pixabay
connie64t dice
Excelente articulo la planificación de las nuevas urbes, debe ir acompañada de un sistema de transporte masivo de preferencia con engerías limpias. para que así las personas que logran adquirir vivienda nueva puedan tener todas las comodidades y beneficios