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La salud ambiental se ocupa de los riesgos para la salud humana que representa el medio que se habita, incluyendo interacciones con el aire, el agua, el suelo, los alimentos y el ecosistema local. Una mala calidad ambiental puede generar problemas a la salud por sí misma, pero también agravar enfermedades generadas por otras causas. La mala calidad ambiental suma 12,6 millones de muertes anuales en el mundo, la mayoría de ellas en las ciudades. Esta cifra se superpone a la evidencia sobre las inequidades en salud ambiental dentro de una misma ciudad, existiendo una clara correlación entre parámetros como peor calidad del aire en barrios y otros elementos socioeconómicos como menores ingresos.
En 2020, más del 80% de la población de América Latina y el Caribe vive en ciudades. La Figura 1 resume los riesgos asociados a cuatro indicadores clave de la salud ambiental:
- Calidad del aire urbano,
- Calidad del aire al interior de los hogares,
- Disponibilidad de agua y saneamiento, y
- Exposición a plomo en los hogares; así como el riesgo asociado a (5);
- La inactividad física, que tiene un marcado componente urbano.
Estos riesgos se miden en (a) fallecimientos, y (b) Años de Vida Ajustados por Discapacidad (DALY, por sus siglas en inglés), que representa los años de vida perdidos en la población por enfermedad, discapacidad o muerte prematura, provocando pérdidas sociales, en la economía y en la productividad. A continuación se explican los elementos principales de la salud ambiental en las zonas urbanas. Todos ellos pueden ser mitigados y abordados a través de la gestión urbana.
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Figura 1b. Fallecimientos en ALC por causas ambientales. Fuente: Elaboración propia con datos de: WHO (2009). Global health risks: mortality and burden of disease attributable to selected major risks. Global Health Organization. ISBN 978 92 4 156387 1. Geneva, Switzerland.
5 claves sobre la salud ambiental en las zonas urbanas
1) AIRE
La mala calidad del aire se da por material particulado (PM) o diferentes gases contaminantes como el NO2, el SO2 y el ozono troposférico, que reaccionan en la atmósfera generando smog. La exposición a estas sustancias está ampliamente correlacionada con la incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, matando globalmente a 8,2 millones de personas al año.
La mala calidad del aire se puede dar tanto en el aire urbano, debido a la actividad industrial y vehicular, como en el aire del interior de los hogares, por el uso de biocombustibles en chimeneas y cocinas. En America Latina y el Caribe, 101 ciudades incumplían los criterios mínimos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para material particulado en 2016, 35 de ellas presentando cuadros críticos de forma sistemática (Figura 2). En cuanto al aire de los hogares, el 18% usa algún tipo de biocombustible en la región, generando una elevada carga para la salud debido al aire en el interior de los hogares (Figura 1).
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2) AGUA
El agua puede contener elementos bacteriológicos y parasitarios cuando no es tratada, causando enfermedades como diarreas, esquistosomiasis y lombrices. A ello se suman enfermedades que ocurren cuando la escasez de agua o saneamiento lleva a ingerir agua con contaminación fecal, provocando además de diarreas, disenterías y fiebres paratifoideas. Otro elemento de contaminación del agua se da por químicos como el arsénico, que puede darse por causas naturales, como las características geológicas de las aguas subterráneas, o por residuos industriales, como la minería. La exposición a arsénico provoca cáncer, problemas reproductivos y problemas cognitivos en el largo plazo.
Pese a que la mayor parte de muertes por agua y saneamiento se concentran en áreas rurales, las ciudades en América Latina y el Caribe aún sufren la falta de servicios relacionados con el agua en los barrios informales, donde vive el 21% de la población urbana. Como resultado, el 12,1% del total de la población urbana de la región carece de infraestructura básica de saneamiento y el 2,6% no tiene acceso a agua potable, generando la consiguiente carga en la salud (Figura 1).
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3) EDIFICACIONES
Los materiales y los métodos de construcción son clave en la exposición a químicos nocivos, ya sea por causas naturales o humanas. Por un lado, materiales como el radón, gas presente naturalmente en ciertos suelos geológicos y materiales de construcción, puede producir daños en el desarrollo fetal y cáncer en el largo plazo por lo que es importante conocer los suelos geológicos de las ciudades y evitar el uso de materiales de construcción que puedan emitir radón. También se puede abordar este problema generando ordenanzas urbanas con estándares de ventilación para las edificaciones.
Los asbestos son un grupo químico ampliamente utilizado como aislante térmico en construcción. Todas las formas de asbesto son cancerígenas, y está especialmente relacionado con cánceres de pulmón, laringe y ovario, así como con fibrosis pulmonares agudas. En la región solo cinco países prohíben el uso de estos materiales (Argentina, Brasil, Chile, Honduras y Uruguay), lo que lleva a situaciones como Guatemala, donde el 29% de los suelos de las viviendas contienen asbesto, o el Salvador donde el 25% de los techos tienen este tipo de toxicidad.
Asimismo, el plomo es otro tóxico históricamente utilizado en tuberías, pinturas y esmaltes. Pese a que su uso ha cesado, aún quedan en pie edificaciones con este material, causando tanto muertes como enfermedades (ver Figura 1). El plomo afecta especialmente al cerebro y sistema nervioso, provocando insuficiencia en el desarrollo intelectual, coma, convulsiones e incluso la muerte en los casos de intoxicación aguda. Asimismo, la exposición prolongada a bajos niveles de plomo se asocia con anemia, hipertensión, disfunción renal, inmunotoxicidad y toxicidad reproductiva. Un factor que dificulta la gestión urbana y fiscalización de los riesgos asociados con los materiales es el elevado grado de informalidad en la construcción en América Latina y el Caribe, que muchas veces supera el 40%.
4) CAMBIO CLIMÁTICO
Los problemas latentes en materia de salud ambiental, como el déficit hídrico y los problemas respiratorios, se verán exacerbados por el cambio climático, añadiendo 250,000 muertes anuales entre 2030 y 2050. Por ejemplo, actualmente 2 billones personas viven en ciudades con problemas de disponibilidad o calidad de agua, este número crecerá en los próximos años, agravando la situación.
Las implicaciones del cambio climático sobre la salud humana en las ciudades pueden ser directas o indirectas. Entre las directas están los problemas relacionados con el agua o la calidad del aire, debido a que el aumento de la temperatura y las olas de calor favorecen la producción y reactividad de los contaminantes. Los efectos indirectos, por otro lado, son aquellos que suceden a partir del efecto del cambio climático sobre otros sistemas, como la producción de alimentos.
El IPCC señala que el método más efectivo para reducir los riesgos a la salud urbana derivados del cambio climático es garantizar el acceso equitativo a infraestructura básica y servicios, así como reducir la pobreza para reducir la vulnerabilidad. Otros problemas asociados a salud y cambio climático es que se prevé que el aumento de temperatura conlleve la expansión de la distribución de enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria o el dengue; así como los cambios de uso de suelo que alteran los ecosistemas agravando el cambio climático a la vez que exponen a los humanos a enfermedades de origen zoonótico.
5) INACTIVIDAD FÍSICA
La actividad física no es parte de la salud ambiental en sí misma, si no que tiene un componente de comportamiento muy elevado, pero el diseño urbano tiene gran potencial para generar incentivos o barreras para su desarrollo. De hecho, los cuatro elementos que la OMS identificó como causas de la inactividad física dependen mayoritariamente de la gestión urbana: (1) miedo a la violencia en las calles, (2) alta densidad de tráfico, (3) mala calidad del aire, y (4) falta de parques, veredas e instalaciones deportivas.
Actualmente inactividad física es la cuarta causa de mortalidad global, responsable de un 6% del total de muertes. Se estima que es la principal causa de entre el 21% y 25% de los cánceres de pecho y colón, 27% de los casos de diabetes y 30% de las enfermedades isquémicas del corazón. Las ciudades de América Latina y el Caribe reportan tener entre 2 y 5 m2 de áreas verdes por habitante, cuando en Europa se estima una media de 15 m2/cápita, con sus consiguientes efectos en la salud (Figura 1).
La ciudad como eje de acción
La ciudad y el entorno construido están en el centro de las acciones que pueden modificar, mitigar y gestionar los riesgos asociados a la salud ambiental. En este sentido, existen acciones en tres niveles que pueden abordar estas problemáticas.
- Nivel ciudad: la planificación urbana tiene efectos directos en la provisión de servicios de agua y saneamiento, la minimización de los impactos del cambio climático, y el acceso a parques e instalaciones deportivas; incidiendo directamente en al menos tres de los componentes. Asimismo, el despliegue de planes específicos, como los planes de descontaminación o transporte inciden directamente en los parámetros que definen la calidad del ambiente urbano.
- Nivel barrio: Intervenciones puntuales en los barrios, como la creación de veredas y ciclovías, el acceso a parques y las intervenciones destinadas a la reducción de violencia afectan directamente a la disponibilidad de espacio para la actividad física y el cambio de hábitos. Asimismo, las intervenciones destinadas a dotar de servicios a barrios informales reducen las enfermedades relacionadas con el agua y el saneamiento.
- Nivel vivienda y edificaciones: Las ordenanzas, proyectos e intervenciones destinadas a asegurar la calidad de la vivienda, ya sea de nueva construcción o reacondicionando, reducen sensiblemente la exposición a riesgos de salud ambiental. Entre estas herramientas se encuentran los estándares para ventilación, la seguridad de los materiales y el acceso a aparatos domésticos de cocina y calefacción que no dependan de combustibles.
La pandemia de la COVID-19 dejó en evidencia la vulnerabilidad del ser humano frente a diferentes patógenos. Aunque se requieren más estudios al respecto, su incidencia y criticidad en ciertas localidades levanta la sospecha de que, como en otras enfermedades respiratorias e inmunológicas, la calidad del aire local puede ser determinante para reducir la vulnerabilidad de la población.
Indudablemente esta pandemia dejará lecciones para el desarrollo de las ciudades de mañana, entre ellas la relevancia del acceso a un medio ambiente adecuado para la salud general. Entre las prioridades para la reconstrucción económica después de la crisis, no se debería olvidar las enseñanzas de Hipócrates, padre de la medicina, que enfatizaba en las causas ambientales de la mayoría de las enfermedades.
Fuente foto portada: Pixabay.com por marcinjozwiak. Polución, foto aérea. Uso comercial libre.
Muy interesante Paula, seguiremos sumando esfuerzos para mejorar la calidad de nuestro medio ambiente. Saludos desde México