José Luis Gil es Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Valladolid e ingeniero técnico Industrial por la Universidad de Cantabria. José Luis posee además un master en Ingeniería Ambiental por la Escuela de Organización Industrial. Es también Catedrático de Tecnología de Medio Ambiente del Departamento de Ciencias del Agua y del Medio Ambiente en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Cantabria.
Este artículo forma parte de una serie de entrevistas conducidas en el marco del Curso sobre Sostenibilidad de Ciudades organizado por la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES), la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y el Ayuntamiento de Santander entre el 28 de julio y el 1 de agosto de 2014. Conoce más sobre el Curso aquí.
Ve la entrevista completa aquí.
ICES: ¿Cuáles fueron los retos en el saneamiento de la Bahía de Santander?
Hasta el año 1995, la bahía de Santander recibía todos los vertidos de aguas residuales sin depurar, de los aproximadamente 250.000 cántabros que viven en su rivera, fundamentalmente en la ciudad de Santander, y también las aguas residuales industriales. El reto era cómo tratar esas aguas para recuperar los usos tradicionales que había tenido la bahía, que comprenden el uso para el baño de sus playas, los cultivos marinos, etc. Unos usos muy exigentes desde el punto de vista de calidad ambiental. Entonces el reto era cómo diseñar esas infraestructuras con las máximas garantías de que se iban a conseguir esos objetivos.
ICES: ¿Qué rol tuvo la ciudadanía en este proceso?
Nos preocupaba eso bajo dos puntos de vista. Uno —hay que ser sincero y reconocerlo— el hecho de que era una inversión muy grande, de unos 90 o 100 millones de euros. Y no en una infraestructura de las que valora más inicialmente la opinión pública. Lógicamente queríamos que se agradeciese y se valorase esta inversión. Estas infraestructuras, una vez construidas, si no cuentan con la participación de los ciudadanos, haciendo un uso responsable de sus servicios, etc, pueden verse disminuidas en su efectividad. Entonces desde el primer momento tomamos en muy en serio esta campaña, que incluyó distintas estrategias de información. Una de las que más éxito y efectividad tuvo fue precisamente la que hicimos con niños y jóvenes en edad escolar, que tienen un gran efecto tractor sobre sus familias.
ICES: ¿Qué consejos le daría a los alcaldes sobre la recuperación de acuíferos?
Hay que abandonar el antiguo paradigma de que el agua no constituye más que una fuente de problemas. Que lo que hay que hacer es quitársela de encima. De alguna manera, durante mucho tiempo, la filosofía que ha guiado la gestión del agua es aquella de “ojos que no ven, corazón que no siente”. Me lo quito para que no me cause inundaciones y no me transmita enfermedades. Es un punto de vista que hoy ya no es aceptable. Hoy hay que incluir la gestión del agua dentro de la planificación integral de la ciudad. Si no se incorpora este criterio a la planificación urbanística y al desarrollo de la ciudad, se convierte en un pozo sin fondo. No haremos más que invertir para generar problemas que se volverán a reproducir. El principal consejo es ese: que incluyan el ciclo integral del agua, tanto el agua potable, como el agua residual, como el agua de escorrentía —de lluvia— dentro de la planificación integral de la ciudad, incluyendo la planificación estratégica.
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