Los países de la región han estado implementando programas de sanidad animal desde hace varias décadas. Lo que empezó como iniciativas de reducción de la prevalencia de fiebre aftosa en los 70s y 80s avanzó hacia programas de fortalecimiento institucional, especialmente en la modernización de normas e inversiones en infraestructura en los 90s. Sin embargo, la nueva generación de proyectos de sanidad animal en la región, muchos de ellos financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), están priorizando inversiones en generación de información y mejoramiento de la capacidad de las agencias nacionales para analizar estos datos y traducirlos en alertas y ajustes de control y vigilancia.
Es decir, que a medida que las agencias de sanidad animal van cerrando las brechas de infraestructura y áreas libres de enfermedades, que es la prioridad en el corto plazo, las inversiones van moviéndose hacia la institucionalidad y posteriormente al control de riesgos. Es decir, que las instituciones se mueven de inversiones “duras” a inversiones “intangibles”. Esto también sugiere que los requerimientos en el tipo de profesionales van cambiando en el tiempo. En una institución que dedica gran parte de su trabajo al análisis de datos, el peso relativo de carreras veterinarias o de agronomía cambiará con relación a carreras relacionadas al análisis de datos y sistemas informáticos.
El uso de sensores remotos, información satelital y bases de datos integradas genera una cantidad de datos que requiere de un manejo automatizado. Por ejemplo, el movimiento de ganado mayor y menor genera dentro de los países una cantidad gigante de datos. Estos datos, si están sistematizados, son el elemento fundamental del análisis de riesgos de sanidad animal. Reportes en tiempo real de revisiones de equipaje en aeropuertos pueden detectar un patrón de riesgo en vuelos específicos o países de origen para enfermedades de interés nacional. Este elemento debe ser analizado e integrado en un sistema de análisis de riesgos. Mientras más conectado esté el país y mayor sea el número de vuelos/aeropuertos, se generará un mayor volumen de información que deberá ser analizada en forma automatizada.
Solamente en Paraguay, se autorizó el movimiento de más de seis millones de bovinos, un promedio de 500,000 animales por mes (sin contar puntos intermedios, donde también se recolecta información). Paraguay (antes de la pandemia) recibía 1.2 millones de visitantes del exterior anualmente (3,287 registros por día) a través de sus aeropuertos internacionales. Estos números se multiplican por 40 si se considera México o por 6, para Brasil.
A pesar de que el punto inicial de control es manual, el resultado de la revisión debe subirse a una base de datos. Una vez en la base de datos, se puede agregar, analizar y sistematizar. Algoritmos especializados se requieren para ir sistematizando esta información, que para un técnico de campo podría no ser relevante, pero para un sistema de análisis de riesgos puede resultar en una alerta. Es decir, que no importa cuán automatizado es el sistema de análisis de riesgo, el punto inicial siempre será un técnico (de una agencia pública o de una empresa privada).
Las Agencias de Sanidad Animal de la región deben trabajar en la integración de sus bases de datos y sistemas de análisis de riesgos. Pero esto requiere tener los equipos técnicos adecuados en los países. Un reto, que en la actualidad no solamente se observa en el control de la sanidad animal y vegetal.
Las Agencias de Sanidad Animal deben adecuar su estructura organizativa y perfiles de trabajo para adecuarse a estas nuevas realidades. Las inversiones en infraestructura incluirán centros de datos, pero también uso intensivo de redes y servicios en la nube. Probablemente, los profesionales a ser contratados en estas agencias requieran especializaciones en el análisis y procesamiento de datos. Un nuevo profesional, para una nueva era.
Leave a Reply