Aunque era un evento esperado, recibí con grata sorpresa la noticia del lanzamiento oficial de la Bolsa de Carbono de Santiago (Santiago Climate Exchange -SCX) el pasado 6 de abril, el cual busca generar un mercado de certificados de emisiones de carbono para Chile y Latinoamérica.
No es para menos la sorpresa pues con las discusiones post-Kyoto en donde se está aún lejos de alcanzar un acuerdo, y con un panorama poco alentador respecto a la adopción de un mercado nacional de carbono en los Estados Unidos, es admirable que el sector financiero y civil en Chile se atrevan a aventurar con paso firme en promover el mercado voluntario.
Otras economías emergentes como China e India ya han lanzado respectivamente bolsas del clima para la intermediación y comercialización de los créditos de carbono ( Tianjin Climate Exchange en el caso de China y en el de India India Climate Exchange), inspiradas en la experiencia del Chicago Climate Exchange (CCX), el pionero de los mercados voluntarios de carbono en Norteamérica.
Estos países emergentes, tradicionalmente opuestos a adoptar metas de mitigación vinculantes dentro del contexto de las negociaciones internacionales, han encontrado en la creación de mercados voluntarios de carbono una oportunidad para vincular la problemática del cambio climático con la adopción de tecnologías más limpias y eficientes mediante la generación de beneficios económicos y oportunidades de negocio para el sector productivo.
Si bien la trayectoria del mercado es aún bastante incierta, su expansión estimula la inversión, genera innovación y atrae nuevos participantes a una temática que de otra forma sería apenas palpable.
Asimismo, la aparición del SCX es un reflejo de la creciente aceptación y credibilidad de los créditos de reducción de emisiones como un activo financiero de carácter fungible y comercializable en el tiempo y el espacio. Hoy por hoy se está avanzando más que nunca en el desarrollo de herramientas, metodologías y capacidades para garantizar el monitoreo, reportaje y verificación de las reducciones.
Los esquemas de certificación, validación y registro se están consolidando para permitir a compradores y vendedores superar desafíos inherentes al intercambio y acumulación de este activo, como son la adicionalidad de las reducciones, su permanencia, y la confiabilidad de que se desempeñen como esperado (es decir, que una tonelada de carbono equivalente reducido sea en efecto esto al momento de liquidarla).
La transparencia del mercado favorece la generación de confianza por parte de desarrolladores de proyectos, agregadores, comercializadores, inversionistas y compradores. En la medida en que se gana práctica y experiencia, las exigencias del mercado son cada vez mayores; pero también lo será el apetito por estos activos o commodities pues facilita el cumplimiento de metas de mitigación y neutralización de la huella de carbono de manera costo-eficiente.
Para el caso de la región, la apertura de la primera oficina del Verified Carbon Standard (VCS) en Santiago, señala un claro avance en esta dirección. Espero que más que una moda, esta expansión del mercado voluntario sirva para acelerar y afianzar los esfuerzos de adopción de políticas y conversión a tecnologías de bajo carbono en el continente.
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