La década del 2020 no ha tenido un buen comienzo para el Sector Turístico; cuando venía presentando un alto crecimiento, la situación imprevista de la pandemia del COVID-19 cambió el panorama mundial y nos planteó un desafío: ¿cuán preparado está el Sector Turístico ante la aparición de desastres de gran escala?
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no estuvo ajeno a este dilema y nos dimos cuenta de que había mucho por trabajar en términos de protocolos de bioseguridad, apoyos financieros para la supervivencia empresarial y laboral, y estudios para comprender la situación en la que nos encontrábamos. En particular, sobre este último punto quisiera referirme a la herramienta que el BID desarrolló para entender la demanda turística internacional y el impacto del COVID-19, el Modelo de Demanda Turística Internacional (MDTI).
El MDTI está disponible en la página web del BID y fue diseñado como una metodología para anticipar la demanda turística internacional en cada mercado emisor. EL MDTI permite construir escenarios que consideran tres factores importantes que están afectando a la demanda y que seguirán afectando en el mediano plazo:
- la evolución de la epidemia asociada a la apertura de la frontera de los países;
- el ingreso o renta de los turistas. Microeconómicamente hablando, el turismo es un bien de lujo cuya elasticidad de ingreso tiende a ser mayor a 1. Esto implica que un aumento de la renta o ingreso produce un incremento mayor en la demanda de turismo que en un bien normal, pero por contrapartida una caída en la renta (como puede ser la originada por la crisis del COVID-19) produce una caída en la demanda superior a la que tendría un bien normal;
- Finalmente, el modelo también considera el efecto confianza en viajar de los turistas, utilizando encuestas sobre intención de viajar post-pantemia. Si bien sería ingenuo pensar que el turismo desaparecerá (el futuro augura rumbos inimaginables aún, basta ver proyectos como los de SpaceX), sí es cierto que puede existir cierto temor por parte de algunos turistas por volver a viajar y este efecto debe ser medido, así como la dinámica en la que este efecto se va diluyendo a medida que pase el tiempo.
El MDTI está disponible para analizar la demanda de 19 países de la región: Argentina, Bahamas, Barbados, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Uruguay. Tiene como características interesantes:
- se actualiza en base a estadísticas oficiales de cada país;
- realiza proyecciones de variables importantes para el sector, como el número de turistas, el gasto turístico, el PIB y el empleo turístico tanto directo como indirecto;
- permite ver las proyecciones de la pandemia tanto en el país bajo estudio, así como en los principales mercados de origen;
- adicionalmente permite al usuario trabajar en base a diferentes escenarios que él puede ir estableciendo.
Un análisis que quisiera resaltar es el que pude realizar para medir el costo que esta crisis está teniendo en América Latina y el Caribe, comparando la evolución del turismo en los años 2020 y 2021 si el COVID-19 no hubiese sucedido frente a la proyección de estos años incluyendo el desastre sanitario. El modelo estima que, en 2020, la región perdió 134.337 millones de dólares de PIB turístico directo y otros 195.868 millones de dólares si se consideran todos los impactos indirectos e inducidos que desencadena el sector.
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Asimismo, y teniendo en cuenta que estamos haciendo ‘nowcasting’ y aún hay incertidumbre sobre el efecto de las vacunas, el modelo prevé una pérdida de otros 152.480 millones de dólares de PIB directo en 2021 y una perdida adicional de 224.676 millones de dólares de PIB indirecto e inducido en este año. Analizando el empleo se ha perdido un potencial de 6 millones de empleos turísticos directos en 2020 y un adicional indirecto e inducido de 9 millones, mientras que en 2021 se prevé una pérdida de 7 millones de empleos directos y 10 millones indirectos e inducidos. Todo esto es un reflejo de una pérdida de 68 millones de turistas en 2020 y 73 millones en 2021.
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Ya no podemos hacer nada con lo que hubiera podido pasar, pero estos 707.362 millones de dólares de PIB y 33 millones de empleos perdidos son un costo que nos deben llamar a la reflexión (por no mencionar los recursos actuales destinados a paliar la crisis y la pérdida de vidas humanas). A la luz de estas estimaciones parece clara la importancia de invertir en sistemas de prevención para evitar costos posibles mayores. No sabemos qué otras potenciales crisis hay a la vuelta de la esquina, pero sin duda cualquier recurso destinado a prevenirlas no será un costo sino una inversión para evitar males mayores.
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