“El mayor dolor de cabeza es lograr que los hombres se alejen de ciertas cosas”, dice Adenike Stephenson, ante la pregunta qué es lo más desafiante de su trabajo como coordinadora regional del Programa de Seguridad Ciudadana y Justicia en Jamaica.
En realidad, dice ella, son dos cosas: que los jóvenes dejen de fumar marihuana al despertar por la mañana porque eso los deja letárgicos para el resto del día. Y lo segundo es un poco sorprendente: “las estafas”.
En breve volvemos al tema de las estafas. Primero, una explicación sobre porqué estaba yo en un vehículo recorriendo las calles serpenteadas en los cerros alrededor de Montego Bay con Stephenson y su colega, Desmond Stewart.
La división de Capacidad Institucional del Estado del BID realizó en Montego Bay su semana anual de conocimiento. Alrededor de 65 empleados y consultores del BID — armados con su entusiasmo, libros, equipos para deportes y jardinería — se organizaron en grupos y fueron a diferentes localidades beneficiarias del Programa para Seguridad Ciudadana y Justicia (CSJP, por sus siglas en inglés), financiado por el BID y los gobiernos de Jamaica, Reino Unido y Canadá.
Algunos pintaron salas de clase o realizaron sesiones de tutoría a niños en situación de riesgo. Otros jugaron un partido de fútbol “Jamaica contra Argentina” en un calor agobiante (Jamaica ganó 3 a 2). Y yo tuve una educación sobre el funcionamiento de un programa de seguridad ciudadana desde el terreno.
Peleas por las listas
Hace unos años, me explicó Stephenson, el tráfico de drogas alimentaba los altos niveles de violencia en el país y en área de Montego Bay. Hoy, los jóvenes pelean por listas telefónicas. Y esto nos trae al tema de las estafas.
Con una buena lista de números telefónicos, un joven puede ganarse unos cuántos miles de dólares en pocos días, llamando a mayores de edad en situación vulnerable, principalmente en Estados Unidos, con cuentos de ganancias por loterías y cobranzas por supuestos impuestos impagos. Es la versión jamaiquina de la estafa de la herencia del príncipe nigeriano.
Una buena lista, que a veces puede salir de contrabando de los call centers locales, trae mucho dinero. Una lista mala resulta lleva a muchos buzones de voz. Y los jóvenes pelean y a veces se matan por los frutos de una buena lista. Montego Bay se ha convertido en un centro de estafadores telefónicos.
Trabajar con jóvenes para alejarlos de una vida de estafas y marihuana es sólo una faceta de CSJP. Visitamos una escuela primaria, donde los niños con problemas académicos terminan en manos de Rohan Williams, un profesor especializado. Dice que utiliza técnicas creativas para enganchar los chicos con la lectura, como un libro de recetas para albóndigas jamaiquinas, y monedas para enseñar las matemáticas básicas.
En el Centro Comunitario Farm Heights, Orville Simmonds, el coordinador senior de CSJP, explica cómo padres y jóvenes son entrenados para desarrollar mejores habilidades, y cómo capacitan mentores para trabajar con chicos en situación de riesgo y con sus padres con actividades de apoyo.
Dice que el programa será objeto de una evaluación rigurosa por lo que era crítico que “arranque con el pie derecho”.
En el fondo de la sala, un recordatorio de los difícil que resulta contener la violencia en el vecindario. Una media docena de soldados con armas largas y chaquetas antibalas se alistan para salir a patrullar. Tienen catres en el centro comunitario porque su cuartel queda muy lejos. Desde luego, la presencia de soldados no constituye una técnica recomendada por los expertos para una policía comunitaria. Simmonds explica que los ciudadanos confían más de los soldados que de la policía, y su presencia los hace sentir más seguros. Los soldados no pueden realizar arrestos por lo que salen acompañados de un policía.
Más tarde, Simmonds nos pone al día sobre CSJP. Ahora en su tercera fase, CSJP es uno de los primeros programas multidimensionales de su tipo para prevenir la violencia, y los resultados son alentadores. Entre el 2009 y el 2013, los homicidios cayeron en un 43% en las comunidades beneficiarias, frente a un 35% en aquellas que no tuvieron intervenciones de CSJP. El programa también ayudó en que la gente se sintiera más segura, con 44% diciendo que el crimen y la violencia habían bajado frente a un 27% en comunidades sin CSJP.
Aún así, la violencia sigue siendo un problema enorme para el país, absorbiendo un 12% de su presupuesto de salud. Uno de cada cuatro jamaiquinos dice haber sido víctima de un crimen en 2012-2013. Comunidades tienen una alta tolerancia a la violencia, falta de oportunidades y carecen de mecanismos para resolver sus disputas, dice Simmonds.
En el futuro, la idea es enfocarse en jóvenes están en altas situaciones de riesgo, como aquellos en las cárceles o los que han sido expulsados de las escuelas. Usa términos como monitoreo y evaluaciones, una mayor inserción de los mercados laborales y cambios en el compartamiento para jóvenes y sus padres.
Adenike Stephenson y Desmond Stewart están ayudando que eso ocurra desde el terreno. Ella dice que hay muchas historias de éxito, pero que hay también muchos retos, incluyendo una economía estancada que provee pocos empleos.
“Llegamos a muchos jóvenes, les damos las habilidades que necesitan pero no hay trabajo”, ella dice. “Asi que muchos vuelven a hacer lo que hacían antes”.
Y para demasiado de ellos, eso significa una dedicación a las estafas.
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Foto crédito vista Montego Bay: Flickr CC Karen Maraj
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