Quizás lo ha visto en televisión. Hombres (o mujeres) gritan furiosos a unos chicos (o chicas) hasta dejarlos sumisos y temblando de miedo. Los jóvenes, todos con alguna infracción grave con la ley, son paseados por las instalaciones para que vean, sientan y huelan lo que les espera si no rectifican su rumbo.
Pareciera una poderosa herramienta de disuasión. ¿Qué persona racional no pensaría dos veces antes de meterse en problemas con la ley, luego de observar y escuchar en primera persona las miserias de una vida privada de libertad?
Un poco de historia. Si bien estos programas de exponer jóvenes en situación de riesgo a los reclusos existen desde hace muchas décadas, fue un galardonado documental de 1978 “Scared Straight!” (de traducción complicada, pero algo como “¡Muertos de Miedo!”) que aumentó su popularidad. Sus protagonistas, todos cuidadosamente seleccionados por su impacto dramático, incluían un pandillero de Jersey City, el hijo de un informante mafioso, y un hombre que reciclaba autos robados por sus partes y piezas. Un par de años después vino una secuela, Scared Straight, Another Story. La tasa de reincidencia de los adolescentes que participaron en ambas películas fue de menos de 10%. Más estados incorporaron programas tipo Scared Straight.
Afortunadamente, se realizaron una seguidilla de evaluaciones rigurosas para saber si los sujetos realmente daban un vuelco en sus vidas, y si lo que se veía en una pantalla servía para la realidad de carne y hueso.
Según el sitio www.crimesolutions.gov, que evalúa la efectividad de más de 400 programas y prácticas para combatir el crimen y la violencia, fue una pérdida de tiempo y dinero. Dos estudios agruparon varias investigaciones de entre los años 1967 y 1992, con casi dos mil jóvenes participantes. Los programas no solo resultaban inútiles sino que “aumentan las probabilidades que los jóvenes cometan delitos en el futuro”.
Es así: un chico que participa del programa tiene más chance, no menos, de cometer un delito después.
En un indicador a los programas sí les va bien: En 2011, el canal A&E lanzó la serie “Beyond Scared Straight”, y tuvo buen rating.
Esto es tan sólo un caso donde la intuición sugiere una cosa pero la realidad dicta otra. Crimesolutions.gov tiene varias joyas más. ¿Sirven esos programas que someten reos a un intenso régimen de entrenamiento militar? Los individuos se levantan temprano, hacen ejercicio, marchan en formación, y trabajan sin cesar. Crimesolutions.gov le dio una nota roja: las evaluaciones indican que no tuvo impacto alguno en las tasas de reincidencia.
La conclusión es sencilla: no hay que guiarse por la intuición o los casos anecdóticos, sino por la evidencia científica — un área donde en América Latina le falta mucho camino por recorrer y es precisamente una de las tareas que estamos embarcados en el BID, para generar más y mejor conocimiento sobre lo que funciona y lo que no funciona.
Las evaluaciones rigurosas, que muchas veces significan enviar un equipo de investigadores a terreno o realizar encuestas de seguimiento, son caras. Pero ojo que un programa que no sirve a la larga cuesta más. Un estudio estimó que el costo nominal por joven sometido a Scared Straight es de $51. Pero la mayor tasa de reincidencia que causa el programa significó un costo adicional a los contribuyentes de $6.572 por la pasada posterior por el sistema de justicia criminal. Lo barato sale mucho, pero mucho más caro.
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Crédito fotos: Canal A&E, “Scared Straight!” Bajo licencia de uso apropiado via Wikipedia
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