Los países de América Latina y el Caribe (ALC) se encuentran en una encrucijada: por un lado, sus sistemas de salud enfrentan demandas cada vez mayores por más y mejor salud, y al mismo tiempo los recursos disponibles son limitados. Entonces, ¿cómo lograr más salud, equidad y protección financiera con los recursos disponibles?
La reciente publicación Gasto inteligente en salud: Cómo hacer que cada peso cuente presenta conceptos clave, herramientas y estrategias para tomar decisiones de gasto en salud más eficientes y avanzar en ese camino.
Lo que está en juego: un acceso a la salud equitativo
Como ha dicho la OMS, “ningún país, por más rico que sea, está en capacidad de proveer a toda la población todas las tecnologías o intervenciones que podrían mejorar la salud o prolongar la vida”. Esto cobra, hoy, especial relevancia dada la creciente brecha entre los recursos financieros disponibles y las demandas o necesidades sanitarias.
El presupuesto público para la atención en salud es cada vez más limitado debido a la la baja recaudación fiscal, los altos niveles de deuda (agravados por la pandemia de COVID-19) y los choques macroeconómicos derivados de la guerra en Ucrania y del aumento de la inflación.
En simultáneo, como muestra otro estudio reciente, las presiones sobre el gasto en salud se incrementan conforme los países tienen mayores ingresos, adoptan nuevas tecnologías y se enfrentan a las crecientes demandas asociadas al envejecimiento y el aumento en la prevalencia de enfermedades crónicas. A esto se suma la necesidad de tratar los efectos del COVID-19 a largo plazo y de invertir en la preparación para pandemias y futuras emergencias sanitarias.
En este contexto, los países de ALC necesitan invertir los recursos disponibles con mayor eficiencia. Ahora, más que nunca, es imprescindible promover un gasto más inteligente para avanzar hacia la Cobertura Universal en Salud y mejorar la salud de la población.
¿Qué es el gasto inteligente en salud y cómo lograrlo?
El gasto inteligente en salud se refiere a políticas que pueden lograr el mayor valor en salud posible para la población, dentro de un presupuesto determinado. Algunas de las herramientas y estrategias para lograrlo, desarrolladas en detalle y con ejemplos en el informe, son:
1. Comprar las cosas correctas: adquirir bienes y servicios de salud que proporcionen más valor en relación con su costo. Esto implica herramientas y políticas como:
- Priorización explícita, para jerarquizar las inversiones según las ganancias en salud que generan mediante el uso sistemático de evidencia.
- Evaluación de Tecnologías Sanitarias (ETS), analizando las propiedades, los efectos y los impactos de las tecnologías o prestaciones en salud a través de un proceso transparente, participativo y responsable, para proporcionar evidencia que respalde las decisiones de cobertura.
- Planes de beneficios de salud (PBS), que listan todas las prestaciones en salud –incluidos medicamentos, servicios y procedimientos médicos– que serán cubiertos para la población.
2. Lograr mejores acuerdos: encontrar formas de comprar lo mismo a precios más bajos, o formas de gestionarlos a un costo menor. Algunas estrategias incluyen:
- Mejorar la administración y gestión de los procesos de compra.
- Pagar precios más bajos por productos o servicios similares, por ejemplo, comprar medicamentos genéricos y equivalentes biosimilares en lugar de medicamentos originales.
- Mecanismos de compra conjunta, donde los países y/u organizaciones combinan sus compras para negociar precios unitarios más bajos y reducir costos.
- Regulación de precios, incluidos enfoques como precios máximos, referenciación externa, referenciación interna y/o precios basados en el valor.
3. Gastar menos en insumos o servicios inadecuados: reducir el gasto en servicios, medicamentos o dispositivos que son dañinos, ineficientes o que aportan poco o ningún valor a la salud. Esto implica:
- Desinvertir en servicios con poco o ningún beneficio para la salud, como el uso excesivo de herramientas de diagnóstico y tratamientos ineficaces o no seguros.
- Reducir desperdicios clínicos, operativos y administrativos.
4. Construir y respaldar sistemas de salud que gasten de manera más inteligente a través de una mejor gobernanza, a través deleyes y regulaciones; responsabilidades y mandatos claros; recursos y personal adecuados; buenos sistemas de información; y suficiente autonomía – con rendición de cuentas.
El desafío radica en apoyar los cambios de política necesarios para que el gasto inteligente sea más que un ejercicio de una sola vez, y que sea incorporado de forma rutinaria en las decisiones del sistema de salud.
¿Cuál sería el impacto para la salud en la región?
El ahorro y los beneficios para la salud que el gasto inteligente puede brindarle a la región no son menores. Por ejemplo, reasignar el 10% de los presupuestos de salud a bienes y servicios que proporcionan un mayor valor en salud podría extender la vida de 1,6 millones de personas en 10 años de vida saludable. Y las compras conjuntas de medicamentos podrían ahorrar a los gobiernos alrededor de $2.400 millones de dólares al año, lo que representa aproximadamente el 1% de sus presupuestos de salud. Si estos ahorros fueran invertidos en el sistema de salud en general, se podría potencialmente generar, en promedio, 10 años de vida saludable adicionales para 48,250 personas.
¡Vale la pena el esfuerzo! Descarga la publicación y conoce ejemplos y herramientas para promover un gasto inteligente en salud.
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