A mediados del año pasado, en plena primera ola de contagios por la COVID-19, desde el BID se argumentó que el impacto económico de la pandemia en América Latina y el Caribe fue particularmente devastador porque implicó la parálisis brusca y simultánea de tres flujos fundamentales para el desarrollo: los de las finanzas, de las personas y de las mercancías. Es lo que los economistas llaman una triple parada repentina o sudden-stop.
¿Con qué señales empieza el 2021 en estos tres planos? En este blog destaco que, aunque en cada uno de ellos hay a la vez motivos de optimismo y de cautela, la región no se puede dar el lujo de apostar a una salida de la crisis que no ponga el desarrollo exportador al centro de la estrategia.
En el ámbito financiero, se detectan indicios de que a nivel mundial las restricciones se estarían suavizando. Según el análisis del Financial Times utilizando datos del Institute of International Finance, en las primeras semanas del año los inversores en búsqueda de altos retornos estarían volviendo rápidamente a los mercados de las economías emergentes, a raíz de las masivas inyecciones de liquidez de los bancos centrales. Sin embargo, crecientes riesgos inflacionarios en las economías avanzadas, la posibilidad de la normalización de sus políticas monetarias y de una sobre reacción de los mercados invitan a la cautela. Además, cabe preguntarse en qué medida América Latina se beneficiará de la apuesta hacia las economías emergentes y de cómo los inversores evaluarán los riesgos macroeconómicos de la región en los próximos meses.
En la economía real, la movilidad de las personas está aumentando tanto en la región como en el exterior, aun sin alcanzar los niveles pre-pandemia. Una mayor movilidad interna podría habilitar un repunte de la actividad económica, pero también generará mayores riesgos de contagio. Un análisis reciente sugiere que hasta la fecha los países de la región han sido menos eficaces que otros en la implementación de estrategias de cierre y reapertura que minimicen simultáneamente los costos sanitarios y económicos. Además, la región ha sido lenta en el lanzamiento de las campañas de vacunación y podría enfrentar las consecuencias de una preocupante mutación del virus. De esta manera, en los próximos meses el impulso al crecimiento económico de la región vendrá probablemente más de la normalización de la movilidad en los socios comerciales que del aumento de la movilidad interna.
Las exportaciones, la clave de la recuperación
Todo lo anterior invita a considerar detenidamente cuales son las perspectivas de importar crecimiento desde el resto del mundo a través del canal comercial. En las Estimaciones de las Tendencias Comerciales para América Latina y el Caribe, recientemente publicadas con datos observados hasta septiembre y proyectados hasta el final del año, reportamos que la contracción de las exportaciones para el 2020 se ubicaría en un rango entre -11,3% y -13,0%. Más específicamente, confirmamos que el repunte de las exportaciones perdió impulso en el tercer trimestre. En este sentido: ¿qué señales se desprenden de los datos más recientes?
Los precios de los commodities están sosteniendo el desempeño exportador y se espera que la bonanza continúe, por causas tanto coyunturales como estructurales. Con la notable excepción del petróleo, los precios de los productos básicos resistieron relativamente bien a la crisis y empezaron a repuntar en el último trimestre del 2020. Los factores de oferta y de demanda están alineados para impulsar un ascenso este año y los expertos debaten inclusive si estamos en la víspera de otro súper ciclo estructural, impulsado por masivos programas de inversiones en infraestructura sincronizados en todo el mundo, la transición a una economía más verde y una tendencia a la depreciación del dólar.
El impacto de estas variables nominales ya se ha reflejado en los valores exportados por la región. Según la última lectura del Monitor del comercio mundial, el crecimiento de los precios de las exportaciones latinoamericanas en el último trimestre del 2020 (+8,4%) eclipsó el desempeño promedio mundial (+4,0%) y el de las economías emergentes (+4,6%).
Sin embargo, en los flujos reales las señales son menos alentadoras. En octubre, el volumen del comercio mundial creció a una tasa intermensual de solo 0,4%, una fracción de la observada en septiembre (+2,4%), en noviembre volvió a repuntar, aunque a una tasa menor (+1,6%), y en diciembre continuó en una tendencia de estagnación (+0,6%). En este contexto global, tanto en octubre (-2,6%) como en noviembre (-0,9%) y en diciembre (-0,5%) la variación intermensual de los volúmenes exportados por América Latina fue negativa. Es más: la región se encuentra entre las pocas en las cuales el desempeño exportador real se fue deteriorando continuamente, y la única que cayó firmemente en terreno negativo en el último trimestre (-3,9%).
De cara al futuro, los índices de los gerentes de compras (Purchasing Managers Index o PMI), unos indicadores de alta frecuencia que adelantan el desempeño comercial de la región, confirman a nivel global una tendencia a la desaceleración. Pero dan también una indicación de cuáles serán los socios comerciales más dinámicos. Las mejores noticias vienen del indicador global adelantado de los Estados Unidos que aumentó fuertemente en febrero (58,8). La aceleración fue mayor que en enero, lo que refleja que la confianza del sector privado está claramente al alza. El índice manufacturero de China reflejó en febrero el menor nivel de los últimos nueve meses (50,9) aunque, con un nivel superior al umbral crítico de 50, se mantuvo en terreno expansivo. En contraste, en Europa las nuevas medidas de confinamiento mantuvieron en zona de recesión el indicador global del mes de febrero (48,8).
Apostar por comercio, inversiones e integración
Los tomadores de decisiones deberían, por lo tanto, potenciar la estrategia de inserción internacional e integración de la región. Esto incluye: articular mejor las economías de la región con la de Estados Unidos donde está empezando una fase de expansión, aprovechando las nuevas oportunidades que surjan del fortalecimiento de las cadenas regionales de valor del sector privado; consolidar y diversificar la relación comercial con Asia, que está liderando el crecimiento mundial; e identificar nuevas oportunidades comerciales en Europa y en los mercados de los socios latinoamericanos, para aprovechar el potencial de estas regiones cuando se superen las recesiones en curso.
Sin embargo, la historia de la región indica que la bonanza de los precios de los commodities puede socavar los incentivos para un cambio de marcha en las reformas e inversiones orientadas a promover la integración y la competitividad comercial. Es de esperar que este no sea el caso en esta oportunidad en la cual el boom de los commodities coincide con una profunda crisis económica, sanitaria y social.
Si bien es oportuno que los esfuerzos de los tomadores de decisiones de la región se concentren en salvar vidas en el corto plazo, es fundamental también sentar las bases para el crecimiento económico, el empleo y la reducción de la pobreza tras la pandemia. Si hay un momento para impulsar la integración y el desarrollo exportador, ese momento llegó ahora.
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