Si queremos que la ciencia y la tecnología formen parte de la cultura debemos impulsar estrategias y políticas para promover la cultura científica. Conoce la experiencia del Centro Cultural de la Ciencia (C3) en Argentina y por qué es importante generar espacios para un encuentro significativo entre los públicos y el mundo científico.
En 1939, Albert Einstein abría su discurso ante la Exposición Universal en Nueva York diciendo: “Para que la ciencia, como el arte, pueda cumplir su misión plena y totalmente, sus logros deben entrar en la conciencia de la gente no solo superficialmente sino también con su significado interno”, en una clara alusión a la importancia de promover la ciencia como parte de la cultura de la sociedad.
Sin aspirar a una definición completa, podemos afirmar que la cultura científica va más allá del conocimiento de las disciplinas científicas y sus teorías, e incluye los hábitos, comportamientos y actitudes hacia la ciencia y la tecnología. Envuelve igualmente la comprensión de los modos de producir nuevo conocimiento sobre el mundo natural y social, de los protagonistas de este proceso y de sus resultados. Al fomentar la cultura científica, más que nada se busca que las personas puedan participar en los debates actuales relacionados con la ciencia y la tecnología, y tomar decisiones informadas en su vida cotidiana.
El acceso y consumo de esta cultura se da a lo largo de la vida a través de diversos medios: desde el sistema de educación formal a los medios de comunicación masiva, pasando por las bibliotecas, los parques naturales y muchas otras organizaciones valiosas, entre ellas los museos y centros de ciencia.
¿Qué pueden hacer los museos y centros de ciencia por la cultura científica? Sin ninguna duda la respuesta es muchísimo. Como uno de los actores fundamentales para facilitar el acceso a la cultura científica, estos espacios ofrecen múltiples rutas, experiencias y actividades vinculadas a la ciencia y la tecnología que consideran los intereses de sus públicos (en plural), los cuales pueden ser tantos como característica común uno encuentre entre personas: niñas, niños, jóvenes, familias, amigos, adultos mayores, vecinos, alumnos, docentes. Involucrarse con la cultura científica no es algo que recaiga sobre los investigadores o los futuros científicos y científicas, sino que debe involucrar a los diversos miembros de una sociedad.
Ciencia y cultura de la mano
Todo lo dicho hasta aquí refleja la visión que impulsamos en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) en Buenos Aires, Argentina. Es por eso que, desde su apertura al público hace cuatro años, el C3 viene implementando una programación cultural que se ha nutrido de una variedad de propuestas que involucran investigadores, artistas, docentes y comunicadores capaces de poner en evidencia cómo la cultura científica atraviesa la vida diaria y social.
Desde su nombre, el C3 es en sí mismo una toma de posición para reflejar dos ideas. Por una parte, el concepto de centro cultural remite a un espacio en el que hay una agenda dinámica y, por otra, la idea de un centro cultural sobre ciencia se apoya en lo que constituye un lema de la institución: ciencia es cultura. Se trabaja con una política de programación educativa y cultural en donde la diversidad de estrategias, formatos de participación y lenguajes utilizados es crucial para alcanzar a los diversos públicos. Exhibiciones, visitas acompañadas, conferencias, talleres, teatro, cine o danza (entre otras expresiones que vinculan a las ciencias con las artes) se transforman en motores de difusión de la cultura científica.
Las propuestas del C3
Lugar a Dudas es la muestra permanente y su título deja en claro que se habilitan las preguntas. Al fin y al cabo, toda investigación científica es guiada por preguntas cuya respuesta aún es desconocida. En Lugar a Dudas, elementos conocidos y cotidianos como una rueda de la fortuna, una batería o un tren se convierten en escenarios atravesados por la ciencia. Las emociones y el cuerpo también se ponen en juego: agacharse, subirse, recostarse y hasta probar el aislamiento total de los sonidos son experiencias en donde los visitantes y experimentan emociones y reflexiones diversas, muchas veces acompañados del equipo de mediadores.
Otra de las formas de contar la ciencia como parte de la cultura y la vida cotidiana es a través de la elección de temas específicos. Así, la ciencia que hay en los alimentos, las ciudades, la moda y los superhéroes, por ejemplo, han orientado la programación cultural por plazos de tiempo determinados. Muchas de las propuestas del C3 han incluido un trabajo conjunto entre científicos y artistas con la intención de generar actividades culturales que puedan ser construidas tanto desde las artes como desde las ciencias. Por ejemplo, la producción de nuevas prendas de vestir en las que se consolidó el trabajo conjunto de científicos y diseñadores de indumentaria se tradujo a una serie de conferencias, talleres y hasta en un desfile artístico que promovieron la convivencia de públicos diversos, con distintas inquietudes y experiencias. Esta muestra, con más de diez prendas inspiradas en temas científicos, aterrizó más tarde en Centro Cultural del BID en Washington D.C.
Con un objetivo muy distinto, también se creó un espacio maker, Proyecto T, que habilita el acceso a nuevas tecnologías e incorpora saberes de la robótica y la programación priorizando los intereses de los adolescentes quienes se encuentran semanalmente para explorar de manera colaborativa nuevas herramientas para sus propios proyectos. Un impacto altamente valorado de este tipo de programas resulta en la apropiación del espacio por parte de esta comunidad.
Otra actividad especialmente diseñada desde el C3 es A Ciencia Abierta, un espacio en el que un grupo de investigación científica invita los visitantes a participar de la creación de conocimiento y ser parte sus investigaciones. ¿Las decisiones que tomamos son influenciadas por la presencia de una persona conocida? ¿Cómo reacciona nuestro corazón a ciertas emociones? En A Ciencia Abierta, las personas tienen la posibilidad de vivir el quehacer científico al interactuar con los mismos científicos que llevan adelante la investigación y ayudar a encontrar respuestas a preguntas genuinas que rigen algunas de las investigaciones científicas contemporáneas. De este modo, el C3 habilita nuevos espacios y tiempos de encuentro entre los visitantes y la comunidad científica, los cuales redundan en conversaciones horizontales y profundas sobre los modos de hacer ciencia.
Meses antes de la apertura del C3 en noviembre de 2015, la Red Pop publicaba su primera guía de centros y museos de ciencia en América Latina y el Caribe, recopilando la existencia de unos 470 espacios científico-culturales (una visión amplia que incluye museos de temática científica, centros interactivos, acuarios, zoológicos, planetarios, jardines botánicos, etc). Más allá de los números, no se trataba de una lista cerrada, sino de un trabajo en construcción para la visibilización de estos centros, así como el trabajo que debemos seguir construyendo en nuestros países para diseñar e implementar políticas públicas que promuevan una mayor cultura científica en la sociedad.
Espacios científico-culturales como el C3 constituyen un ejemplo de estas políticas públicas. Sin embargo, a la luz de la evidencia sobre los modos en los que las personas continúan el aprendizaje a lo largo de su vida, es prudente evaluar continuamente cómo se habilitan y diseñan estos nuevos espacios para un encuentro significativo entre los públicos y el mundo de la ciencia. Porque no se trata de que todos seamos científicos profesionales, sino de que de tengamos más herramientas para la toma de decisiones cotidianas de manera que seamos, simplemente, más libres.
Fotos: Gentileza C3
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Descarga la publicación conmemorativa del tercer aniversario del C3, el cual detalla sus principales programas y actividades realizadas.
Ageleo Justiniano Tucto dice
Felicitaciones por la organización, edición y difusión de las realizaciones sobre cultura científica abierta. Contribuye al crecimiento científico y cultural de los ciudadanos del mundo.
Saul Escalera, Ph.D. dice
My importante el articulo de la Dra. Diaz. De mi parte, yo sostengo que es absolutamente necesario establecer condiciones para que los niños y jovenes de escuelas y colegios obtengan una educación que desarrollen sus mentes en edad temprana para que adquieran el hábito de pensar y para que en el futuro sean un aporte a la sociedad. Basado en estas premisas he escrito un articulo enfatizando que debemos enseñar la Cultura Científica a nuestros niños y jóvenes, desde las aulas y propongo una serie de medidas que las autoridades educativas bolivianas deben tomar por para introducir la Educación Científica en el Programa Curricular de los Niveles Pre-escolar, Primario y Secundario de las escuelas. Este mi artículo fue publicado en la revista Researchgate en el portal: https://www.researchgate.net/publication/315800702_Desarrollo_de_Cultura_Cientifica_en_Bolivia
Les invito a leer mi articulo y espero que les guste. SAUL J. ESCALERA, Ph.D. Profesor Emérito UMSS, Cochabamba, Bolivia.
IVAN JAVIER ANGARITA dice
En Colombia existen varias iniciativas similares que funciona desde hace mas de 15 años. Una es Maloka en Bogotá D.C. https://www.maloka.org/ y la otra es el Parque Explora en Medellín https://www.parqueexplora.org/. Vale la pena que los conozcan pues no solo divulgan la ciencia de forma didáctica, sino que funcionan como motores para promover la biodiversidad del país y su riqueza cultural