
Todos conocemos los sesgos que pueden confundir a profesionales y formuladores de políticas públicas. Lo médicos y los abogados pueden pecar de exceso de confianza; los profesores pueden tener preferencias a favor o en contra de sus alumnos por razones de género, raza u orientación sexual; y los jueces de los tribunales especializados pueden verse influidos por la orientación ideológica de sus colegas. El exceso de confianza y las normas sociales pueden convertirse en trampas en las que los sesgos inconscientes, en lugar de un análisis objetivo, influyen en la toma de decisiones. También pueden influir otros factores como la atención limitada, el sesgo de confirmación (preferir la evidencia que concuerda con las ideas preconcebidas) y la tendencia a dejarse influir por el contexto (la forma en que se comunican o contextualizan las opciones).
Aunque los economistas del comportamiento hace tiempo que son conscientes de que las decisiones no siempre están basadas en análisis detallados y racionales, son especialmente conscientes de cómo las decisiones pueden no estar alineadas perfectamente con las preferencias de los individuos cuando se actúa en condiciones de fatiga, estrés y falta de tiempo. Ellos saben cómo estas trampas —que funcionan como mecanismos cognitivos por defecto— pueden hacer que los formuladores de políticas públicas tomen decisiones subóptimas con repercusiones significativas para el bienestar público.
Poner un curso a prueba
Con esto en mente, queríamos evaluar hasta qué punto un curso de formación en línea podía mejorar la capacidad de toma de decisiones. ¿Podría marcar la diferencia un curso en el que los formuladores de políticas públicas aprendieran sobre los conceptos de economía del comportamiento y de los sesgos inconscientes? ¿Acaso hacer que las personas reflexionen sobre sus decisiones, reciban comentarios sobre su desempeño y comprendan mejor los riesgos de tomar decisiones equivocadas, podría ayudarles a mejorar su rendimiento y su destreza para resolver problemas? Nuestros resultados al respecto, presentados en un estudio reciente, fueron alentadores.
Desde 2020, el BID ha venido ofreciendo un curso gratuito, interactivo que dura varias semanas y está dirigido a formuladores de políticas públicas en América Latina y el Caribe. El curso, que en 2023 contaba con 25.000 participantes inscritos, introduce conceptos de economía del comportamiento y del papel de la economía del comportamiento en la política pública. También examina distintos factores como nuestra capacidad para tomar decisiones, nuestras preferencias y convicciones inconscientes y otros elementos que afectan nuestro procesamiento de la información. Y lo que es más importante, lo hace utilizando estudios de casos reales en los campos de tributación y salud, incluidas las decisiones en torno a la pandemia COVID-19.
Se dividió aleatoriamente a los alumnos del curso en dos grupos, uno de tratamiento y otro de control, y se les entregó un cuestionario con preguntas demográficas básicas. Al grupo de control se le administró un cuestionario antes de comenzar el curso, en el que se evaluaban tanto sus capacidades cognitivas como sus conocimientos de observaciones del comportamiento. Una vez finalizado el curso, tanto el grupo de control como el de tratamiento fueron sometidos a las mismas pruebas.
Resultados impresionantes
Comprobamos que en comparación con el grupo de control antes de empezar el curso, el grupo de tratamiento obtuvo mejores resultados en el examen al finalizar el curso (la mediana de respuestas correctas aumentó un 50%). Por su parte, el grupo de control también mejoró sus resultados antes y después del curso, lo que indica una mayor comprensión y aprendizaje.
No encontramos efectos heterogéneos al examinar las características demográficas. En otras palabras, ni el género, ni el título académico, ni la experiencia profesional influyeron en los resultados. Lo que sí encontramos fue una aparente mejora en las aptitudes de toma de decisiones, en la capacidad de sustituir decisiones rápidas, automáticas e intuitivamente atractivas por otras bien fundamentadas y racionales. Esto demostró no solo que la formación podía mejorar el procesamiento cognitivo, sino que los cursos por Internet podían generar dichas mejoras.
Un llamado en favor de una mayor investigación
Pero esta no es la última palabra. Otros estudios de investigación podrían, por un lado, evaluar periódicamente a los formuladores de políticas públicas después de que hayan tomado el curso y, por el otro, analizar qué decisiones toman en su vida como profesionales. Mientras tanto, nuestro estudio demuestra que no estamos necesariamente condenados a obedecer lo que nuestros instintos y prejuicios inconscientes nos dictan, y que la formación puede ayudarnos a evitar las trampas cognitivas.
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