América Latina y el Caribe enfrenta grandes desafíos. Este año la región se encuentra en recesión, algunos países experimentan condiciones económicas muy difíciles mientras que otros evidencian un bajo crecimiento, lo que no ayudará a mejorar sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué nos depara el futuro? El informe macroeconómico de América Latina y el Caribe de 2016 ofrece algunas respuestas y sostiene que es necesario tomar urgentes medidas.
La historia de cómo la región llegó a esta situación no es novedosa. Un período de auge del precio de las materias primas gastado más en consumo que en inversiones para mejorar la productividad, agravado en algunos casos por expansiones fiscales pro-cíclicas y un gran incremento del crédito, se conjugaron en una trama familiar. Sólo unos pocos países ahorraron un alto porcentaje de sus excepcionales ingresos derivados de materias primas o los emplearon para aumentar infraestructura altamente productiva. Pareció existir una sensación de que China crecería al 10% anual indefinidamente y que la oferta de materias primas nunca alcanzaría a la demanda. Si bien los ciclos de auge y caída anteriores pueden haber tenido diferentes orígenes, nos encontramos en muchos sentidos en una situación de “volver al futuro”.
La caída de los precios de las materias primas ha beneficiado a los importadores de petróleo. Sin embargo, los significativos déficits fiscales o los altos niveles de deuda de varios de ellos – particularmente en América Central y el Caribe – no los exceptuaban de tener que realizar un ajuste sino que significaba que el ajuste podía ser menor. Además, si bien por lo general se han reducido los abultados déficits de cuenta corriente, en algunos casos continúan siendo altos.
Cada país tiene su particular historia. Algunos de ellos, poseedores de instituciones más fuertes, mantuvieron un control del gasto e invirtieron en infraestructura de alta calidad. Otros países confrontan problemas de investigaciones de corrupción o de precios distorsionados que están afectando negativamente la inversión privada y el crecimiento.
¿Qué depara el futuro? Desafortunadamente, dadas las actuales proyecciones de la economía mundial, de no haber un cambio significativo el crecimiento será relativamente bajo en los próximos años. Y considerando que los riesgos se muestran mayormente en baja, incluso este panorama mediocre se encuentra bajo riesgo. Quizás la recuperación algo más rápida de Estados Unidos pueda servir de impulso a la actividad económica de países con los que más comercia o reciben remesas enviadas desde allí.
¿Qué se puede hacer? Tiempo de Decisiones sugiere realizar acciones en dos grandes áreas: la fiscal y la comercial. En el frente fiscal, muchos países están ajustando. Quince países con programas explícitos de ajuste planean recortar gastos en 1,7% del PBI e incrementar ingresos en un 1,1% del PBI durante un plazo de cinco años, es decir, proponen un ajuste sustancial. Sin embargo, alrededor del 1,0% del PBI en recortes se focaliza en gastos de capital que ya se encuentran bajos, lo que probablemente tendrá impacto en el crecimiento, especialmente en países donde el producto se encuentra por debajo de su potencial. Más aún, la política de gasto fiscal podría mejorarse en muchas áreas. Una mayor eficiencia y focalización del gasto social y una mayor eficiencia en su administración pueda lograr más con iguales o incluso menores niveles de gasto, pero se necesita reformas más fundamentales para lograr estos objetivos.
El segundo tema es estimular al sector exportador. Para países concentrados en materias primas que han experimentado depreciaciones de la moneda existen oportunidades de crecimiento de otros sectores. Aunque puede llevar tiempo, actividades de promoción pueden ayudar a firmas que ahora son más competitivas a encontrar nuevos destinos para sus productos y a aquellas que han perdido competitividad a mantener sus mercados. En forma más general, ahora es el momento de revisar la integración regional. Un trabajo de parches de acuerdos comerciales supone que gran parte del comercio de bienes finales dentro de la región ya se realiza a tasas preferenciales. De acuerdo a dichas medidas, no estamos tan lejos del libre comercio. Sin embargo, es necesario subrayar que la maraña de acuerdos comerciales poco ayuda a las firmas a integrarse a través de las fronteras y a desarrollar cadenas de valor regionales que les permitan a las compañías de la región competir con los grandes jugadores globales. Dado que las firmas dentro de las cadenas de valor globales crecen más rápido y se vuelven más productivas, la región ha ido perdiendo competitividad afectando la calidad y cantidad del empleo. Un impulso hacia una verdadera integración regional, que permita explotar el mercado de más de US$5 billones desde Juárez a Ushuaia, puede ser lo que se necesita para contrarrestar el viento de frente de los precios de las materias primas y de la economía global.
La situación es compleja pero las decisiones de política pueden hacer la diferencia. Mientras la región transita hacia un ingreso neto externo menor, mejorar la composición y eficiencia del gasto fiscal y reactivar la agenda comercial reduciría los riesgos e impulsaría el crecimiento. Estas medidas son fundamentales para continuar construyendo sobre el significativo progreso de los indicadores sociales que la región ha alcanzado en años recientes.
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