Los exportadores de petróleo de la región están disfrutando un leve respiro tras los devastadores precios bajos. Por ahora.
Si bien el repunte del precio puede tener varias causas, el mayor factor contribuyente es el incendio de Fort McMurray en la provincia canadiense de Alberta. El incendio forestal cubre un área mayor que el de algunas de las ciudades más grandes del mundo, y las autoridades han estimado que tomará semanas o incluso meses extinguirlo. Entre tanto, más de 80.000 personas se han evacuado y las compañías petroleras han suspendido sus operaciones en los campos de arenas petrolíferas de la región. Esto quiere decir que una producción de petróleo de cerca de un millón de barriles al día no llegará a las refinerías y, por ende estará por fuera del mercado por algún tiempo.
Sin embargo, llegará el día en que las llamas se apagarán. En algún momento el clima cambiará y será menos favorable para la combustión, el combustible forestal se agotará, y los esfuerzos de los bomberos tendrán éxito. La producción de las arenas petrolíferas reiniciará y se sumará a la oferta mundial, y esto reducirá el precio.
Sin importar cuánto tiempo le tome a la producción de Alberta recuperarse, es probable que otros acontecimientos tengan un impacto mayor. En particular, recientemente se rompieron las conversaciones multinacionales de Doha, que tenían como fin limitar la producción y elevar el precio. Se dice que esto ocurrió debido a diferencias entre Arabia Saudita e Irán, grandes productores que también son grandes rivales geopolíticos. No es de esperarse que se pongan de acuerdo en cuanto a la producción de petróleo, entre otras cosas, por un buen tiempo.
Incluso cuando las reservas son abundantes, otros factores amenazan con debilitar la demanda a largo plazo. Cambios tecnológicos, por ejemplo, han incrementado la eficiencia energética de vehículos y otras maquinarias. Además, si los países buscan cumplir los objetivos establecidos el año pasado en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, el consumo de energía se enfocará en fuentes con menores emisiones de gases de efecto invernadero que el petróleo.
Pero lo que son buenas noticias para el planeta pueden resultar ser muy malas noticias para gobiernos que dependen del petróleo para sus ingresos públicos y basan su planeación macroeconómica en las ventas del mismo. La experiencia de varios países con los auges y caídas del precio, en la región y alrededor del mundo, proporcionan amplia evidencia de los problemas que pueden presentarse.
Los países productores de petróleo de Latinoamérica y el Caribe no son los únicos que deberían preocuparse. La desaceleración del crecimiento de China y el fin del boom de los commodities también han llevado a precios bajos para bienes agrícolas como el maíz y la soya. Además de los actuales precios bajos, las exportaciones de metal de la región enfrentan un desafío adicional a largo plazo. A diferencia de los combustibles o los alimentos, los metales se pueden reciclar, y países de menor crecimiento podrían incrementar su uso de la chatarra y reducir su dependencia de importaciones de material adicional.
Si las condiciones actuales tienen un lado positivo, es que los países pueden volver a pensar en las cuestiones más fundamentales del desarrollo, ahora que las distracciones del boom de los commodities se han despejado. Las prescripciones de políticas variarán de un país a otro, pero los objetivos subyacentes serán constantes: diversificar las economías, amortiguar los efectos de las fluctuaciones de los commodities y de otras condiciones macroeconómicas, y mantener la estabilidad fiscal sin sacrificar el esfuerzo por alcanzar los objetivos de las políticas sociales.
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