Las campañas de información pública son una tarea compleja y delicada. Diseñarlas bien es crucial, ya que deshacer el daño que produce la información errónea es muy difícil: una vez que las percepciones se han formado, es muy complicado modificar las conductas. Y cuando se trata de la vacunación —un tema que ha generado polémica a lo largo de los años y que volvió a ser noticia esta semana—, las consecuencias de las campañas de información deficientes pueden ser, literalmente, un asunto de vida o muerte.
El debate sobre la vacunación en Estados Unidos acaba de comenzar un nuevo e inesperado capítulo. Primero, un médico de la Clínica Cleveland escribió un artículo cuestionando los beneficios de las vacunas. Aunque la Clínica se distanció de las opiniones del médico y prometió “disciplinarlo”, su artículo le dio un renovado impulso a los detractores de la inmunización y desató un frenesí en las redes sociales. Unos días después, se conoció la noticia de que el presidente electo de EE.UU. Donald Trump estaba considerando nombrar a un activista anti-vacunas como director de una comisión oficial sobre vacunación segura, una posibilidad que encendió alarmas en la comunidad médica.
La vacunación es clave para la salud pública y es preocupante que se haya vuelto aceptable debatir si debería ser una elección personal. La posibilidad de que los padres puedan negarse a que sus hijos sean vacunados tiene consecuencias negativas para el resto de la población. No sólo pone vidas en peligro y compromete la calidad de vida de la sociedad sino que también aumenta significativamente el costo para el sector público.
¿Por qué algunas personas se muestran reticentes a vacunarse? Un artículo del Harvard Kennedy Center enumera algunas razones. Y un informe de 2014 de la American Academy of Arts and Sciences resume: “Una combinación de estudios científicos fraudulentos, reportajes irresponsables y activistas bien intencionados pero mal informados han conducido a un aumento sostenido de la proporción de padres que tienen reparos sobre el cronograma recomendado de vacunación infantil. Si bien los índices de vacunación en Estados Unidos siguen siendo altos, estos reparos han causado un aumento significativo de la cantidad de padres que retrasan, y en casos extremos incluso rechazan, las vacunas para sus hijos.”
En América Latina y el Caribe, las tasas de vacunación han registrado un aumento sostenido. La vacuna contra el sarampión, por ejemplo, pasó de tasas promedio en torno al 75% en 1990 a alrededor del 95% en los últimos años. El aumento se logró gracias a que los gobiernos de la región lanzaron campañas muy activas, y al apoyo financiero y la coordinación de iniciativas más amplias por parte del BID. A su vez, el aumento en los índices de inmunización ha contribuido a generar importantes progresos en los indicadores de salud y una mejora sustancial de la calidad de vida en la región.
A diferencia de lo que sucede en otras áreas de políticas públicas, los índices de vacunación de América Latina y el Caribe no son peores que los de los países industrializados. La vacuna contra el sarampión no ha llegado al 95% en esos países, según datos de UNICEF hasta 2013. En Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo, la tasa de vacunación contra el sarampión está por debajo del promedio latinoamericano: en 2013 era de 91%. Si parte de la población no está vacunada, el resto de la sociedad puede sufrir las consecuencias: EE.UU. experimentó un brote de sarampión hace poco, aunque la enfermedad había sido erradicada.
Una vez que el daño está hecho, corregir percepciones erróneas es muy difícil. Según una investigación reciente en EE.UU., las iniciativas para transmitirles a los padres mensajes que promuevan la vacunación y corrijan la información errónea sobre los efectos potencialmente perjudiciales de las vacunas no aumentaron la intención de los padres de vacunar a sus hijos.
La importancia de la información como herramienta para que la sociedad tome decisiones clave va más allá de la salud pública. Abarca todas las áreas de políticas públicas e incluso puede tener impacto en la democracia. En las últimas elecciones presidenciales en EE.UU., la difusión de noticias falsas y el rol de las redes sociales durante la campaña se convirtieron en un tema que aún es prominente en el debate público.
Al lanzar una campaña de información pública destinada a aumentar el bienestar, la forma en que se transmiten los mensajes es tan importante como su contenido. Los mensajes deben ser creíbles y coherentes, así como simples y claros. Como se explicó en una entrada previa de este blog, el diablo está en los detalles. Sin embargo, aun cuando las campañas apuntan en la dirección correcta, puede ser difícil persuadir a parte de la población de la seriedad de un tema, como se explicó en un artículo anterior sobre brindar información para combatir el virus del Zika.
La conducta de las personas es una consecuencia de sus creencias y esas creencias pueden ser moldeadas por la información. Lamentablemente, si bien la información puede producir mejores resultados, también puede generar conductas que atentan contra el bien público. Los responsables de las políticas deberían ser sumamente cautelosos en relación a las políticas que promueven y los hechos que les dan sustento, ya que pueden moldear la opinión pública a largo plazo.
Ingrid Briggiler dice
Excelente, 100% de acuerdo!