El arte contra la corrupción.

Desde hace ya doce años la Asamblea General de las Naciones Unidas, acordó que el 9 de diciembre sería designado como el “Día Internacional contra la Corrupción.” Hoy, pareciera que esta medida ha cumplido ya su objetivo al menos en América Latina y el Caribe en donde, sin duda, hemos cobrado consciencia sobre este mal. Ampliamente reconocido es que la corrupción “amenaza el desarrollo sostenible de los países, da pie a la violación de los derechos humanos, distorsiona los mercados; perturba la cohesión social y cuestiona la efectividad y credibilidad de las instituciones públicas, representando una amenaza a la legitimación del Estado.”

No es un fenómeno exclusivo a ninguna región, país, cultura o religión, sino por el contrario, es global y sus manifestaciones son tan variadas como extensas. Probablemente, debido a la universalidad del fenómeno existe una tendencia a sobre simplificar su naturaleza. Parafraseando a Cheyanne Scharbatke-Church “La corrupción es como un cuadro impresionista de Signac, en la superficie cualquiera puede apreciar las formas pero basta que nos enfoquemos en la imagen para percibir que, en realidad, son miles de puntitos los que se esconden detrás de nuestra primera apreciación.”
Bien sabido es entonces que la corrupción es un mal endémico. Pero si nos acercamos lo suficiente a la imagen de la corrupción, resultará natural preguntarnos ¿qué hace que unos países se perciban más corruptos que otros? ¿Es la ineficiencia en las instituciones? ¿Son los funcionarios públicos? ¿Es la bonanza económica lo que desencadena la avaricia? Todo y mucho más. Durante estos últimos dos años, varios de los gobiernos en la región se han visto sacudidos por una serie de escándalos de corrupción e impunidad, lo cual ha orillado a estos gobiernos a ejecutar algunas reformas e incluso a proponer nuevas instituciones para contrarrestar este flagelo. En algunos casos, como en el de Guatemala, se llegó incluso a destitución del ejecutivo por conductas corruptas.
El opuesto a un gobierno corrupto es, obviamente, un buen gobierno y en este sentido, los expertos concluyen que una buena gestión gubernamental va más allá de reformas, castigos o creación de nuevas instituciones de papel. El éxito de una buena gobernanza depende, entre otras cosas, de que en la esfera política exista un número reducido de partidos políticos con la madurez suficiente para proponer programas de largo plazo; de un poder legislativo profesional con capacidad de negociar y cumplir acuerdos y de que, como nos comentó en un blog pasado nuestro experto Carlos Scartascini, exista un poder judicial verdaderamente independiente.
Como indicaría el sentido común, para una buena gestión gubernamental resultan indispensables funcionarios públicos competentes que no aprovechen el poder público que se le ha otorgado para el beneficio propio.

Es aquí cuando aparece una pieza clave en la lucha contra la corrupción: el clientelismo. “En gran parte de América Latina y el Caribe, el clientelismo es tan generalizado en la administración pública que los burócratas a los que se les han confiado aspectos críticos de la vida nacional, como salud, educación y economía, a menudo son contratados más por su valor político que por su competencia profesional.” En otras palabras, el clientelismo genera el ambiente propicio para prácticas corruptas. Los funcionarios públicos de todos los niveles pueden encontrar incentivos para aceptar sobornos o aprovecharse del erario, sabiendo que contarán con la protección de clientes ubicados en posiciones más altas. Es raro encontrar un sistema de contrapesos que exponga al corrupto.
El clientelismo está fuertemente relacionado con la corrupción, ya que puede llegar a crear un pacto tácito de complicidades en el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo reveló que 10 de los 18 países latinoamericanos tienen burocracias clásicamente clientelares. La falta de profesionalización en el servicio público y la falta de trasparencia en la asignación de puestos públicos son sin duda un “puntito más” que en el complejo cuadro de este mal.
A propósito del arte y la corrupción, con motivo del #DiaInternacionalContralaCorrupción en el BID celebramos nuestro concurso de caricaturas “Por una región más íntegra y transparente: la imagen al combate de la corrupción” de donde se desprenden las ilustraciones en este blog. Caricaturistas de toda América Latina y el Caribe se sumaron al esfuerzo de esparcir aún más el mensaje de rechazo a este mal, sabiendo que, aunque suene a cliché una imagen vale más que mil palabras.
Así que continuando con la metáfora del arte y la corrupción, probablemente sea tiempo en la región de que este día no sea nada más para crear una conciencia pasiva contra este fenómeno, sino para analizar y desdibujar uno a uno los puntitos que han creado la imagen de la “abominable” corrupción.
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