Para una región que es muy vulnerable al cambio climático, América Latina sigue teniendo una gran dependencia de los combustibles fósiles. Alrededor de 40% de la generación de energía de la región aún proviene del petróleo, gas natural y carbón. Y financiar combustibles fósiles es costoso para los gobiernos; según una investigación del Fondo Monetario Internacional, el país promedio en la región gasta alrededor de 1% de su PIB en subsidios a combustibles fósiles y un puñado de países gasta más de 6%. Todo esto, a pesar de poseer algunos de los mayores recursos mundiales de energías renovables, incluyendo un enorme potencial en energía solar, eólica y geotérmica.
La buena noticia es que la región está comenzando a ir en busca de su potencial renovable. En los cinco años previos a la Cumbre del Clima de París en 2015, los gobiernos crearon nuevos sistemas regulatorios, metas de energías renovables y subastas especiales de energía para promover las energías alternativas. Ofrecieron exenciones impositivas y tarifas de suministro, y sentaron las bases para lograr importantes aumentos en la capacidad eólica y solar.
Consideremos los avances recientes que consiguió México. El país ha realizado un esfuerzo concertado para avanzar hacia ambiciosas metas de cambio climático y para generar competencia en el sector de energía eléctrica, que anteriormente había imposibilitado la inversión privada en generación energética.
La reforma energética en México comenzó con una ley de cambio climático en 2012 que comprometió al país a obtener 35% de su generación de energía de fuentes renovables para 2024. Tomó impulso con la Ley de la Industria Eléctrica, firmada en agosto de 2014, que desmanteló el monopolio que ejercía la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) y permitió que las empresas independientes generaran y vendieran energía en un mercado mayorista, atrayendo inversión extranjera y experiencia, y generando una competencia real.
Otra innovación fueron las reglas para crear un mercado de certificados de energías limpias y las regulaciones correspondientes para que los mayores actores de la industria obtengan al menos 5% de su energía de fuentes limpias para 2018. Estos certificados, que se les otorgan a productores de energías limpias, pueden ser vendidos a productores y grandes consumidores de energía que dependen de combustibles fósiles, que de otra forma serían multados si no cumplieran con las metas de energías limpias.
La reforma ya está dando frutos, y el sector de energía solar es un ejemplo destacado. Hasta hace poco ese sector estaba en pañales, a pesar de su potencial espectacular. Pero el año pasado, desarrolladores de energía solar PV surgieron como los grandes ganadores de dos subastas independientes de energía, al superar otras formas de energía y ganar casi 4 gigawatts (GW) de capacidad de generación, lo suficiente para abastecer a alrededor de 1 millón de hogares. Gran parte de esa capacidad estará disponible en 2018 y aumentará la capacidad de energía solar del país más de 10 veces, desde los alrededor de 270 megawatts (MW) actuales. Y es probable que sea sólo el comienzo. Según Guillermo Zúñiga, comisionado de la Comisión Reguladora de Energía de México, su país se perfila para incrementar 25 veces su capacidad solar en los próximos años.
México sigue obteniendo la abrumadora mayoría de su energía de combustibles fósiles. Pero como consecuencia de los avances en políticas relacionadas al sector —y caídas significativas en el costo de las tecnologías renovables— las inversiones en energías limpias, en particular solar y eólica, han aumentado notoriamente. Entre 2014 y 2015, la inversión en energías renovables en México se duplicó a USD4 millones, y el país ingresó en el rango de los 10 mayores mercados de energías renovables del mundo.
Ese tipo de progreso podría ser la tendencia del futuro. Un sólido apoyo gubernamental a las energías limpias, incluidos nuevos marcos regulatorios y apoyo financiero, han ayudado a impulsar avances significativos en toda la región. Como se explicó en un informe reciente de la Agencia Internacional de Energías Renovables, países como Chile y Brasil que al igual que México liberalizaron sus sectores energéticos, se han convertido en destinos especialmente atractivos para la inversión en energías renovables, y también están en el top 10 mundial de los mercados de energías renovables desde 2015.
De todos modos, la dependencia continua de combustibles fósiles tanto para producción de energía como para transporte sigue siendo una preocupación para una región que es vulnerable al cambio climático y ha expresado un fuerte deseo de avanzar hacia las energías renovables. Cuando se prevé que la demanda primaria de energía aumente 110% entre 2000 y 2040, según la Agencia Internacional de Energía, la región aún tiene un largo camino por recorrer para diversificar su provisión energética.
Esto requerirá más medidas como las que ha implementado México. Y, como la energía hídrica es aún menos confiable debido al cambio climático, requerirá de una creciente explotación del enorme potencial de la región en energía solar, eólica y geotérmica. América Latina y el Caribe tiene enormes recursos renovables para cubrir todas sus necesidades de electricidad, según un estudio del BID. La región puede abandonar su adicción a los combustibles fósiles. Pero seguir construyendo sobre los avances considerables que se han logrado requerirá aún mayor determinación y creatividad.
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