El término de moda es la economía compartida. Hoy en día no nos parece extraño el poder compartir desde el transporte a través de plataformas como Uber, hasta algo tan íntimo como nuestro hogar con Airbnb. Esta no es más que otra de las consecuencias de la tecnología del internet que ha facilitado una mayor interconexión entre personas y por lo tanto de sus necesidades diarias. A pesar de que estos nuevos prestadores de servicios encuentran barreras de tipo regulatorio en muchos países frente a las industrias ya establecidas, taxis en el primer caso y hoteles en el segundo, pareciera que su desarrollo por parte de la sociedad es cada vez más bienvenida. Esta aceptación radica en parte en las eficiencias y beneficios que reciben los consumidores finales en quienes recae finalmente el poder de las decisiones de adquisición de cualquier servicio.
¿Pero será que este mismo modelo se puede aplicar en el caso de la provisión del servicio de electricidad? ¿No sería mucho más sexy si además de ahorrar y ser más eficientes ayudamos al medio ambiente?
El modelo de economía compartida se usa especialmente en los casos cuando la adquisición de un bien representa costos muy altos y cuando este bien no se utiliza todo el tiempo. Generar nuestra propia energía implicaría hacer inversiones muy altas en un sistema de generación eléctrico para prestarnos un servicio que no usamos continuamente, así que el modelo se presta perfectamente para suplir nuestras necesidades en ese campo.
De hecho ya se ha comenzado a usar con mucho éxito en la autogeneración de electricidad con energía solar a nivel residencial. En este caso los usuarios “alquilan” los paneles fotovoltaicos para cubrir todas o parte de sus necesidades a nivel eléctrico, mientras que otras compañías hacen la inversión e instalan los sistemas en los techos de los usuarios y reciben de estos un alquiler fijo mensual con el fin de recobrar la inversión y obtener una ganancia. Una ligera variación de este modelo se presenta cuando la compañía que realiza la inversión en el sistema recibe un pago mensual del usuario por la electricidad que se produce con lo cual también puede recuperar su inversión. Bajo uno u otro esquema el usuario final obtiene un beneficio ya que la electricidad producida de esta forma es más barata que la que compra a la empresa de distribución eléctrica y por supuesto se está beneficiando al medio ambiente con una energía limpia.
Podemos ir aún más allá y disfrutar de los beneficios de un proyecto de generación solar gracias al modelo de economía compartida aún sin tener un techo propio en donde instalar los paneles fotovoltaicos ni una empresa que haga la inversión. Gracias a la regulación existente, en ciudades como Washington DC en Estados Unidos, es posible que varios usuarios se asocien en una cooperativa, encuentren un terreno o un techo en donde instalar la planta fotovoltaica, donde no sólo compartan la electricidad producida sino también la financiación del mismo a través de lo que se conoce como financiación colectiva (crowdfunding).
Recientemente participé en la financiación de un proyecto eólico en Uruguay que se rige por el mismo principio de compartir la financiación, bajo la estructura de una asociación público privada. Se trata del proyecto eólico Colonia Arias de 70MW, donde 80% de la propiedad corresponderá a pequeños inversionistas. Este esquema de asociación es una alternativa bastante efectiva para poder llevar a cabo las grandes inversiones que demanda nuestra región en el sector eléctrico atrayendo capital de actores privados que no sólo buscan un retorno razonable a sus inversiones sino un impacto positivo en el medioambiente.
¿Será esta la alternativa más avanzada de la economía compartida en el sector eléctrico? Creo que no. En el futuro no sólo compartiremos la generación de electricidad sino también su transmisión y distribución. La red eléctrica, a diferencia de lo que es hoy, una red centralizada de propiedad de unos cuantos actores, estará compuesta en el futuro por una multitud de mini-redes distribuidas con generación propia y almacenamiento de electricidad, por ejemplo en las baterías de vehículos eléctricos. Estas mini-redes serán más resilientes y fáciles de mantener y la electricidad producida será más barata y amigable con el clima que la actual proveniente de fuentes fósiles de energía. El carácter de las empresas eléctricas será más de prestadoras de servicios y gestoras de la red mientras que el de los consumidores será más de prosumidores, quienes algún día se dieron cuenta que tal vez podemos tener una sociedad más sostenible si consumimos menos y compartimos más.
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