*Escrito por Claudia Uribe
“El mejor maestro es aquel que nos conoce mejor, el que nos escucha, el que nos pregunta o descubre cuáles son nuestros gustos y pasiones, el que se entusiasma tanto con lo que nos enseña que nos contagia su entusiasmo, el que nos explica hasta que entendemos”. Estas fueron las respuestas de un grupo de jóvenes a la pregunta de cómo definirían a su mejor maestro. La interrogante se les planteó durante una presentación realizada por Mark Prensky, fundador y Director Ejecutivo del Global Future Education Institute en Nueva York y renombrado autor de varios libros en educación, entre ellos From Digital Natives to Digital Wisdom en el marco del Seminario Internacional de Educación Integral organizado por la Fundación SM el pasado 5 de marzo en la Ciudad de México.
Durante su interesante presentación, Prensky se enfocó en discutir el sentido y metas de una educación de calidad y, como parte de la misma, invitó al presidio a un grupo de 5 jóvenes de entre 11 y 15 años de edad para que comentaran junto con él, ante una audiencia de aproximadamente 1000 maestros, autoridades educativas y académicos de la educación, sus visiones sobre su escuela, sus maestros y su experiencia educativa en general. La pregunta de fondo que guió la conversación fue cómo se puede mejorar la educación de modo que la experiencia educativa para los jóvenes sea significativa y transformadora. Pero lo que fue novedoso fue escuchar de las bocas de los propios alumnos una perspectiva que rara vez entra en un debate que ya se ha hecho rancio y repetitivo sobre cómo entender y mejorar la calidad de la educación.
A lo largo de la discusión, surgieron varios puntos en apariencia muy simples, pero muy profundos. A los jóvenes también se les preguntó qué cambiarían en su plan de estudios. Todos comentaron que les gustaría tener mayor tiempo para asignaturas “no académicas” como el arte, el deporte y la música. Además, cuando la discusión giró hacia los temas y actividades que más lograban su motivación, los jóvenes insistieron en que querían experiencias de aprendizaje que no solo fueran sobre temas relevantes sino ‘’reales”. Sobre este último punto, fue claro el entusiasmo e interés que les producía a los jóvenes la posibilidad de aprender e involucrase en la solución de problemas reales de su entorno y no solo trabajar sobre situaciones abstractas, hipotéticas o simuladas.
Ante los pobres resultados educativos en la región y ante las enormes tasas de deserción, reprobación y desmotivación que afectan a millones de jóvenes de la región, mal haríamos en ignorar las expectativas que los propios jóvenes nos expresan. Más aún cuando múltiples encuestas en varios países señalan “la falta de interés” como una de las principales causales de esta problemática. ¿Estamos midiendo la capacidad del maestro para relacionarse con los jóvenes cuando diseñamos sistemas de evaluación docente? ¿Tiene las habilidades para identificar las pasiones y fortalezas de cada estudiante? ¿Cuál es su compromiso por dedicarse a cada alumno hasta que este entienda? ¿Cuál es su entusiasmo por los temas que enseña? ¿Al reformular los planes de estudio, incluimos en el currículo los temas reales que nos afectan como personas y como sociedad? ¿Apoyamos a que haya espacio dentro del horario escolar para que los jóvenes exploren y desarrollen sus talentos en ámbitos no académicos con la misma seriedad y exigencia que los académicos? ¿Entendemos que el aprendizaje es solo un medio para un objetivo final que es el de formar mejores personas en sus múltiples dimensiones?
Después de todo, nuestra necesidad y aspiración como humanidad es crear una sociedad sostenible, justa e incluyente que desarrolle y se beneficie de la capacidad y contribuciones de todos los que la integramos. Si nuestros sistemas educativos no se alinean con esta aspiración, aprovechando y desarrollando los múltiples talentos y pasiones de cada uno y enfocando el aprendizaje hacia los problemas reales que nos aquejan, seguramente esta aspiración seguirá siendo inalcanzable. Este es nuestro reto.
*Claudia Uribe es Especialista Líder en Educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en México. Tiene bajo su responsabilidad liderar el trabajo técnico y operativo en las actividades de préstamo y asistencia técnica que desarrolla el Banco en México.
Marta Zapata dice
Un buen artículo puesto que muy pocas personas acceden a que los estudiantes demos nuestra opinión y mucho menos a que podamos aprender fuera de la escuela. Muchos docentes en la actualidad a pesar del siglo en el que estamos piensan que son la máxima autoridad y que los alumnos no tienen voz pero en realidad somos un colectivo bastante amplio, en el que tenemos voz y voto, actualmente el aprendizaje no sólo se concentra en una escuela o en una biblioteca sino en cualquier rincón del mundo gracias a las tecnologías.
Claudia Uribe dice
Marta, muchas gracias por tu comentario. Sin duda los jóvenes tienen mucho que decir. Muchos éxitos!
pedro dice
Estoy de acuedro pero el RESPETO al docente no debe soslayarse, o no te das cuenta cómo está la Juventud en estos tiempos ?
Inés Zinny dice
Excelente artículo! Pone en escena el tema de cómo aprenden los jóvenes que generalmente, cuando se discute de educación, se deja de lado. Es necesario escuchar más a los alumnos, atender sus necesidades y características particulares (generación Y) y a partir de allí rediseñar la currícula de la formación docente. Los adolescentes de hoy no son los mismos que hace 20 años, por lo tanto no se puede enseñar de la misma forma. Además, creo que es necesaria exigir la actualización de los docentes de manera permanente como en cualquier otra profesión.
Patricia Cardoso Taboada dice
Habemos directores de escuelas particulares pequeñas, que fomentamos la expresión de nuestras niñas, niños y adolescentes pero al defenderlas nos topamos con autoridades ignorantes o sin actualizar que frenan cualquir intento de educar para la vida. 🙁