“Lo que no se mide, no existe”. Esa frase, que se ha popularizado con el tiempo, busca subrayar la importancia de las mediciones. Es verdad, medir es esencial, porque permite ubicarnos en un punto específico y nos muestra qué tan lejos estamos de donde queremos llegar.
Considera el siguiente escenario hipotético: tu objetivo es llegar a la casa de una amiga. Si está a solo 100 metros de tu ubicación actual, es probable que no consideres necesario gastar dinero en transporte para llegar. Sin embargo, ¿qué ocurriría si estuvieras a 2000 metros de distancia y solo dispusieras de 3 minutos para llegar? En esta situación, podrías optar por correr o tomar un taxi para llegar a tiempo.
Imagina otra situación: tienes una posición de gran responsabilidad, como la presidencia de un país, el cargo de ministro de gobierno o la gerencia de una empresa. Tienes recursos y tiempo limitados, y la toma de decisiones es una tarea constante. En este contexto, ¿no sería importante contar con información precisa que te guíe sobre qué acciones tomar y si los recursos disponibles, tiempo y presupuesto, son suficientes para cumplir tus objetivos?
La medición es fundamental porque proporciona la información necesaria para responder a estas preguntas cruciales y tomar decisiones informadas en situaciones donde los recursos son limitados y el tiempo es un factor determinante.
¿Qué necesitamos para medir las habilidades?
Ahora que sabemos por qué y para qué medir, debemos explorar cómo llevar a cabo este proceso. A diferencia de las ciencias exactas, que disponen de unidades de medida precisas e invariables como el metro, el litro o el kilo, las ciencias sociales operan en un ámbito de unidades de medida más abstracto, ya que generalmente buscan medir “constructos”, o conceptos más subjetivos.
Resulta más sencillo medir la altura o peso de una persona, pues existen instrumentos específicos para ello, pero medir habilidades como la empatía o la creatividad es más desafiante, dado a que se carece de herramientas concretas para cuantificarlas. Por ello, un punto de partida necesario para la medición de constructos como estos es trabajar en su definición, lo que también se denomina “operacionalización”, porque esto permite construir instrumentos específicos para su cuantificación.
Ahora bien, no cualquier definición es suficiente para poder avanzar hacia la medición. Pensemos en las habilidades, que se pueden definir como cualquier cosa que una persona hace bien. Esta definición no permite construir un instrumento para medirlas porque es muy amplia. Necesitamos desagregar y definir las habilidades en función a características que luego pueden traducirse en ítems de un instrumento. Por eso, es importante seguir una serie de pasos.
Paso 1: Identificar qué medir
Existen diversas habilidades y estas a su vez se agrupan de diferentes formas. Por ejemplo, están las denominadas habilidades para la vida. Estas son un conjunto de competencias que permiten a las personas reinventarse a lo largo de todas las etapas de la vida, adaptarse a circunstancias cambiantes y diversas, e identificar las oportunidades de crecimiento en medio de las diferencias. Entre estas se encuentran las habilidades fundacionales o básicas (lectoescritura o matemáticas), las cognitivas (ej., habilidades digitales, pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas), las habilidades relacionadas con la función ejecutiva (ej., autorregulación y metacognición), y las habilidades socioemocionales (ej., autoestima, perseverancia y empatía).
Paso 2: Definir lo que se va a medir
Nuestro ejemplo para ilustrar esto será la empatía, una de las 20 habilidades del Siglo XXI priorizadas por el BID. Si realizas una búsqueda en internet encontrarás una variedad de definiciones para la empatía, unas más claras que otras.
Una de estas definiciones es: “la empatía es una respuesta emocional a la percepción de una emoción en otros. Es la capacidad de reconocer y comprender la presencia de una emoción en otra persona, y experimentar una emoción similar como resultado, por lo que tiene elementos emocionales y cognitivos”.
Paso 3: Desarrollar el instrumento de medición a partir de la definición
La definición de empatía que vimos sienta las bases para la construcción de un instrumento de medición, ya que cada aspecto de esta definición permite pensar en ítems de medición. Podemos medir qué tanto una persona reconoce la emoción de otra persona, qué tanto puede comprenderla, y qué tanto puede sentir lo que otra persona siente. Además, podemos hacer que el instrumento genere situaciones con distintas emociones (disgusto, alegría, susto, tristeza, etc.) para mejorar su precisión. La escala básica de la empatía es un buen ejemplo de lo que acabamos de hacer.
Como en el ejercicio de arriba, el BID identificó una serie de habilidades que son importantes para la vida, medibles, y maleables. Además, el BID está desarrollando materiales que permitan describir qué son las habilidades del siglo XXI; identificando instrumentos confiables para medirlos e identificando experiencias y formas de promover el desarrollo de estas habilidades en los estudiantes.
¿Por qué las habilidades del siglo XXI son tan difíciles de medir?
- La variedad de definiciones. Como otros “constructos” de las ciencias sociales, las habilidades del siglo XXI no se pueden ver de forma directa, sino a través de comportamientos observables o característicos. En la mayoría de los casos, esta abstracción implica “ausencia de límites” en la manera en que la podamos describir, definir y, en consecuencia, medir. Es más, ni siquiera los expertos estudiosos de una habilidad específica logran consenso. En otras palabras, como la medición está condicionada a la definición, podemos encontrar tantos instrumentos de medición de una habilidad como definiciones tenga. Esto se debe a que un mismo “constructo” puede ser analizado desde diversas perspectivas, de forma completa o parcial, y hasta en combinación con otros constructos. Por ejemplo, la empatía tiene áreas en común con la compasión, y el liderazgo solo se logra cuando coluden estas y otras tantas habilidades del siglo XXI.
- Complejidad del instrumento. La otra razón por la que las habilidades del siglo XXI son difíciles de medir es porque, como otros constructos de las ciencias sociales, hay diferentes tipos de instrumentos en función a quién y cómo se responden:
- Basados en el auto reporte: requiere que la persona valore su nivel de conformidad o acuerdo, a partir de la aplicación de una escala tipo Likert (por ejemplo, de 1 al 5, o 1 al 7), con situaciones presentadas en el instrumento. Este tipo de instrumentos es el menos objetivo a la hora de hablar de mediciones, pues el criterio de valoración (es decir, la percepción de la persona) entre los evaluados no es constante.
- Basados en el reporte de otros: traslada la tarea de la evaluación a una tercera persona. Esta evaluación puede basarse en la reflexión (cuando el instrumento requiere pensar en situaciones específicas del evaluado), o en la observación (cuando el instrumento pone al evaluado en la situación indicada). Su imparcialidad depende de la posibilidad de lograr esta objetividad en el evaluador y del tipo de preguntas que contenga. Para esto, generalmente se busca tener más de un evaluador, y lograr la unificación o estandarización de criterios de valoración de estos evaluadores entre sí.
- Basados en el desempeño: es el tipo de instrumento más objetivo, dado que el criterio entre evaluados es uniforme. En este caso, la evaluación también puede ser realizada de forma directa, por el evaluado, o de forma indirecta, por un tercero que observa el desempeño del evaluado a través de actividades o situaciones definidas en el instrumento. La diferencia fundamental con relación a los descritos anteriormente es que los instrumentos basados en el desempeño contienen ítems que tienen una sola respuesta correcta. Es decir, en este tipo de instrumentos puedes equivocarte. Es como un examen del colegio o la universidad, si respondes correctamente el ítem tienes un punto y si no, pues obtienes cero. También existen opciones nóveles de medición objetiva que no necesariamente tienen la forma de las pruebas como las imaginamos. Por ejemplo, la gamificación también ha sido vista como una manera de evaluar el desempeño. De igual forma, la neurociencia también ofrece alternativas de medición objetiva de la actividad cerebral ya que permite medir las reacciones, en ocasiones hasta imperceptibles por la persona, ante estímulos asociados históricamente a los ‘constructos’ abstractos de los que hablamos antes.
De estos tres tipos de instrumentos, el auto reporte es el que ha sido desarrollado en mayor cantidad para el caso de las habilidades del siglo XXI, mientras que los basados en el desempeño se desarrollaron para la medición de habilidades básicas como las matemáticas y la lectoescritura. Esto se debe a que la intención de desarrollar las habilidades básicas tiene más tiempo en los sistemas educativos y esquemas de evaluación de todo el mundo, pero también porque las habilidades del siglo XXI son más difíciles de medir objetivamente desde la perspectiva de su definición, complejidad del instrumento y costos de medición.
Dado esto, es crucial continuar con la búsqueda de mejores herramientas de medición de las habilidades del siglo XXI. Mejorar su medición es esencial para el progreso individual y colectivo en un mundo en constante evolución.
Si conoces algún instrumento de medición, compártelos para que juntos logremos promover el desarrollo de las habilidades del Siglo XXI.
sonia gontero dice
Gracias por compartir el articulo. Me parecio muy interesante y bien escrito. Se me ocurren algunos otros beneficios de medir distintos tipos de habilidades que podria ser su impacto en la inclusion de personas con discapacidad o en equidad de genero al medir distintas habilidades relacionadas al liderazgo. Se me ocurren tambien algunos riesgos asociados a esta medicion y quizas podriamos leer algunas reflexiones al respecto en proximo blog. Felicitaciones por el trabajo!