Por: Jorge Mahecha
Ni la medicina, ni el derecho ni la ingeniería nacieron con estatus profesional. Ciertamente la docencia escolar tampoco. Es algo que las profesiones modernas de alto estatus han ganado a lo largo del siglo XX, y desde antes, en algunos casos. Estas ganancias han configurado a estas ocupaciones como profesiones, no en el sentido sencillo de una definición de diccionario, sino en una acepción sociológica más completa. Esta acepción incluye varios elementos que vale la pena discutir para analizar la profesión de la docencia escolar.
La titulación, generalmente de nivel universitario, es una condición necesaria, pero no suficiente, para configurar una profesión de alto estatus. No se puede ejercer como médico sin un título de doctor en medicina, ni como abogado o ingeniero sin lo correspondiente. Pero como docente escolar, sí. En Latinoamérica la situación al respecto es diversa. En Brasil sólo las personas que estudiaron carreras docentes pueden ser docentes. En Colombia ocurre prácticamente lo contrario: es inconstitucional que la docencia escolar no pueda ser ejercida por otros profesionales sin formación en docencia. Incluso, muchos colegios bilingües privados de élite, contratan, y con preferencia, profesionales que no se licenciaron como maestros para que sean maestros. He aquí entonces que la titulación, que uno pensaría es un requisito necesario, ni siquiera lo es.
Otra característica sociológica de las profesiones además de la titulación y ligada a ella, es la acreditación. El asunto de la acreditación tiene que ver básicamente, con cuál es el proceso mediante el cual una persona llega a volverse un miembro de la profesión. Para llegar a ser médico, ingeniero o abogado, hay que pesar por estudios de pregrado de un alto nivel de selectividad. En el caso de la docencia escolar no, como lo mencionaba en otro escrito. De hecho, un estudio reciente en Colombia muestra que es cinco veces más probable que un estudiante con un bajo puntaje en la prueba nacional de aprendizaje de final de secundaria termine siendo docente, a que si hubiera tenido un puntaje alto. También comentaba en ese texto como a estos bajos requisitos de ingreso a los estudios para ser docente, se suma la ausencia de calidad en los programas de formación en educación, con un 94% de programas sin acreditación de calidad en Colombia en 2010.
Las profesiones paradigmáticas que he mencionando como la medicina y la ingeniería han construido también unas estructuras fundamentales que las caracterizan como profesiones de alto nivel: las asociaciones profesionales. Estas asociaciones tienen un doble papel: reciben y acreditan al titulado en la profesión al gremio. Pero quizás su función más importante es la de definir y vigilar el cumplimiento de los estándares de desempeño de la profesión. Por esta razón, los estados acuden a las asociaciones de profesionales de ingenieros para determinar por ejemplo, si hay responsabilidad legal en la construcción de una obra de infraestructura defectuosa. O las personas pueden acudir a las de médicos para saber si hubo mala práctica médica en la atención a un paciente y si esta mala praxis derivó en consecuencias de salud para un paciente. Tal cosa no existe en la docencia escolar: ¿una asociación profesional a la que alguien puede ir a reclamar por bajos resultados en el aprendizaje de un niño? ¿O para ver si un niño sabe leer literal y críticamente en un nivel aceptable? ¿Alguien que les explique a los desconcertados padres de un niño de un colegio en el que siempre fue el mejor en su clase, porqué ahora le van tan mal en la universidad? ¿Acaso, le regalaban las notas?
Que tal tipo de cosas fueran susceptibles de ser reclamadas exigiría la existencia estándares profesionales de la docencia escolar. Pero este no parece ser un asunto de preocupación en las reivindicaciones docentes, que son más de naturaleza sindical y menos de naturaleza profesional. Son como el reclamo airado de un derecho natural. Esto me trae a la mente una cita de un estudio sobre la profesionalización docente:
“…Como se evidencia en la revisión de literatura sobre la profesionalización, el estatus de una ocupación no es un regalo del mundo exterior, concedido por un público agradecido, y en reconocimiento a los invaluables aportes del gremio profesional a la sociedad. En cambio, lo que ocurre es que el estatus profesional es buscado ávidamente por los aquellos en el campo, luchado en contextos prácticos y en la escena política, y protegido fieramente una vez se obtiene” (Crowe, 2008)
Titulación, acreditación y asociación profesional. De estas, que no son todas las posibles, la docencia escolar hoy por hoy en muchos países de Latinoamérica lo único que hace es titular, que es lo menos necesario, y con bajos niveles de selectividad. No hay unos adecuados procesos de titulación y acreditación, que garanticen formar un cuerpo de profesionales que evidencie algún mérito para entrar al gremio. No hay estándares profesionales para el ejercicio docente. Ni hay asociaciones profesionales de docentes. ¿Qué hacer?
Como dice la cita de Crowe, ese estatus profesional es algo que se construye, no algo que se reclama. A nadie le ha sido dado de por sí. Construir el estatus actual de la profesión ha tomado décadas, y elevarlo tomará otras tantas. Yo propongo que en vez de seguir reclamando ese reconocimiento que la sociedad, condescendientemente, nunca otorgará más que en frases vacías, quienes estamos interesado en el mejoramiento de la docencia, hagamos algo concreto: hagamos asociaciones profesionales de docentes. Hablemos de estándares de profesionalismo y de estándares profesionales en la docencia.
Hay una característica a tener en cuenta: los haberes docentes. En Argentina, por ejemplo, la remuneración de los docentes se basa fundamentalmente en la antigüedad; por lo que quien podría ser considerado un profesional por sus títulos y posgrados queda en el mismo nivel de reconocimiento económico que otro docente que solo posea título de grado o base. La homogeneidad en la consideración de los docentes del sistema educativo administrativo argentino no hace posible que el docente pueda ser considerado socialmente como profesional.
Hablamos de calidad eductiva, nunca llegaremos a mejorar nuestra calidad, si se continua con los docentes con titulos fuera del aula y los que tienen curso estén al frente de los alumnados, entre esos los profesionales como abogados, contadores,médicos; etc. sin ninguna preparacion pedagógicas y didácticas. los sindicatos no nos protegen, cualquiera puede ocupar el lugar de docente, eso tiene que revertir, me parece injusto. Yo me sigo formando como docente, pero tienen más derecho tecnica a ocupar los cargos que aquellos que nos preocupamos por ser mejor docente, siguiendo con carreras universitarias, y el gobierno no nos ayuda con ninguna beca, para mejor nuestra calidad de enseñanza.
Creo que la práctica docente también es un factor que influye mucho en el reconocimiento del status profesional, comenzar a considerar como ciencia a la pedagogía y por consiguiente desarrollar las capacidades de investigación en el aula darán buenos resultados. Los docentes deben reflexionar constantemente sobre su práctica, una tarea pendiente y que procuraré para el 2012 es la apertura de espacios de reflexión pedagógica.
Creo que si ha habido una etapa de reconocimiento al docente, incluso se hacia la diferencia entre profesor y maestro, el primero solo cumplia con su labor de impartir clases, el ultimo era para indicar a aquel que ademas se ASEGURABA que los chicos realmente APRENDAN y ejercia la docencia desde el trato, la presencia impecable, la disiplina y su propia conducta. Incluso en muchos lugares era la autoridad maxima, respeto ganado como se dice por reconocimiento popular, por ello mucha gente queira ser profesor, lamentablemente muchas “reformas” economicas se hicieron a costa de “sectores menos prioritarios”, reduciendo el presupuesto de Educacion y con ello sueldos, materiales, etc. ya que los principales involucrados eran los alumnos que no tienen la capacidad de protestar y hacer huelgas y para los padres el darse cuenta de lo que pasaba con al educacion de los hijos les tomo tiempo, sumado a ello la corrupcion electoral que para dar un puesto de trabajo al amigo del partido gobernante lo mas facil es hacerlo profesor, qu edespues de un tiempo pasa a los nieveles decisorios del Sector Educacion y hace barbaridad y media por que no tiene ni idea de lo que implica EDUCAR a un niño, volviendo asi la educacion en uan tremenda estafa. Certificacion? SI, CALIDAD? SI, Eficiancia? SI, y todo aquello que lleve a mejorar la educacion en nuestros paises, pero el propio sector educacion dificilmente lo hara por que para muchos sera como ponerse la soga al cuello
interesante análisis. de allí la importancia de fortalecer los colegios profesionales en nuestros respectivos países.
es responsabilidad de los lideres que dirigen un pais en un espacio y momento dado la educacion, desde la fase inicial con los profesionales debidamente formados en el campo respectivo y los profesionales no docentes pero que cumplen dicha actividad docencia deberian obtener las competencias docentes para formar personas profesionales academicos y tecnicos.
Coincido con lo dicho por los colegas anteriores. Y me permito agregar algo a los comentarios: efectivamente la educación no es nunca una prioridad para ningún político tradicional pues no da réditos inmediatos que permitan la reeleción o la perpetuación en el cargo; toma un par de generaciones al menos, poder apreciar efectos. Por otra parte, es nuestra forma de pensar (lamentablemente defectuosa) la que nos impide ver la urgente necesidad de reformar todos nuestros sistemas educativos. Dicho de otra manera, tal como pensamos así actuamos (incluidos nosotros los docentes, desde luego). De ahí que la educación se convierte en el único medio de influir masivamente en la forma de pensar de la gente. Uno de los retos que se ha señalado ya, es poner la educación en manos de gente con preparación docente (aunque fuera mínima) y no en manos de profesionales muy respetables pero sin ideas sobre educación, hecho que puede verse principalmente en la educación privada (léase, negocio “educativo”)
Como colombiana, en mi experiencia personal, lo que más afecta a la carrera docente es la concepción del pregrado en educación como un trampolín para acceder a otras carreras de más “prestigio” (“si no paso a ingeniería, entonces me presento a licenciatura en matemáticas y luego pido cambio de carrera”), con la consecuente falta de motivación y pasión necesarias para ejercer una labor tan fundamental.
Como resultado, día a día llegan a las aulas profesores sin vocación, con la sola idea de pasar el día sin tocar las mentes y corazones de sus alumnos.
Este artículo no hace otra cosa que confirmar lo que ya sabemos y, sin embargo, no dejo de sentir un profundo dolor porque para mí, profesional en educación por vocación y formación, amante de mi labor, no deja de ser insólito que los educadores hayamos caído en tan baja condición cuando, sin decir mentiras, cada profesional ( médico, ingeniero, abogado o arquitecto) que actualmente existe es gracias a la intervención de un educador…