*por Julio Lima, miembro de TECHO.ORG
Desde los días previos a la inauguración del a Copa del Mundo hasta su pitazo final, Brasil ha estado en el foco de atención. Si no son sus cifras de desarrollo como séptima economía mundial son sus avances en políticas públicas. También fueron noticia sus manifestaciones previas a los partidos y las 250 mil expulsiones forzosas que se habrían generado por el encuentro deportivo. Pero dentro del paisaje, a nadie fueron indiferentes las favelas, que ya se han convertido en un emblema nacional.
Las favelas fueron blanco de visitas de turistas, de reportajes de prensa y recursos publicitarios. Así, las 6.300 favelas que se encuentran a lo largo y ancho de Brasil se mostraron al mundo como parte del paisaje y de la planificación territorial. Las favelas se consolidaron en esta copa como una postal brasileña más.
Una investigación del Ministerio de Turismo entrevistó a turistas nacionales y extranjeros que visitaron el país durante el periodo de la copa del Mundo para registrar sus impresiones sobre infraestructura y servicios. Las cifras arrojaron que el 92% elogió la seguridad pública, y el servicio de transporte, entre otros.
Según los registros existentes, en Brasil 11 millones de personas viven en favelas, repartidas en 323 ciudades del territorio nacional, de acuerdo a los datos relevados por el IBGE, organismo responsable de censar a la población del país. Frente a esta realidad, ¿Cómo habría sido la impresión sobre esos mismos indicadores si se les preguntara a los habitantes de estos espacios?
TECHO, organización que ha trabajado en más de 70 asentamientos de Sao Paulo y Río de Janeiro aplicó una encuesta 6221 familias de Brasil (solo en Sao Paulo y Río de Janeiro). De ellas, 4.521 tienen acceso irregular a agua y 5409, a electricidad.
Este 6% que habita en Favelas, vive diariamente bajo condiciones de riesgo e inestabilidad. No sólo frente a la privación de acceso a los servicios más básicos como electricidad y agua potable. También deben lidiar con presión de la especulación inmobiliaria, las posibilidades de incendios, las inundaciones, los desalojos forzosos, la violencia policial, la discriminación por su lugar de residencia y los estigmas de ser un “favelado”.
Todas las noches, en estos asentamientos, los cabezas de familia duermen preocupados por lo que será el destino de su familia mañana. Con esta situación, hay altas probabilidades de que su mirada sobre la infraestructura y los servicios que los rodea difiera drásticamente de aquella consignada por los visitantes durante el Mundial. Esto, por un motivo que resume todo lo anterior: las favelas y las vulneraciones constantes a sus habitantes demuestran que estas 11 millones de personas tienen un acceso coartado a la ciudad, una urbe que les priva del goce de sus derechos.
Sin embargo, así como este fenómeno no es propio del contexto mundialista, el trabajo de gran parte de estas comunidades no se ha gestado solo en un día ni se resuelve en los 90 minutos de un partido. Muchas comunidades han logrado mejoras en los lugares donde viven en base a sus propios esfuerzos y la coordinación con otros actores. Gran parte de este 6% está decidido a poner fin a esta vulneración a través del trabajo y la organización. Anita Garibaldi, es un buen ejemplo de ello.
Este asentamiento informal se ubica a 10 kilómetros del Aeropuerto de Guarulhos, en Sao Paulo. Pese a ello, carece de acceso formal a agua, luz y saneamiento. Anita se formó hace 13 años con 300 familias y hoy reúne a 15 mil personas que han dado cuerpo la comunidad que ha levantados sus propias calles, espacios recreativos, una escuela comunitaria y un equipo de fútbol que desafió al campeón de Brasil 2014 (www.techo.org/desafioanita) a disputar su juego final en la cancha de tierra a la que los mismos habitantes de Anita dieron formal.
Este país, que durante un mes se lució con una alta inversión en espacios deportivos ( y que se proyecta como la séptima economía del mundo hacia 2050, tiene una deuda importante con los espacios más vulnerados. Hoy, luego del pitazo final de la Copa del Mundo y especialmente en un año electoral, es importante que esta cuestión se incluya en la agenda.
Si bien las favelas se han convertido en una postal para Brasil, un solo crecimiento más equitativo hará que detrás de toda la alegría y los colores que marcan sus calles, vivan ciudadanos plenos y satisfechos con su porvenir.
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