La crisis sanitaria, económica y social asociada a la pandemia del coronavirus ha presentado un desafío histórico para el mundo y para los países de América Latina y el Caribe. Imaginarnos cómo será la vida después de la pandemia, en cambio, abre la posibilidad de un crecimiento más sostenible y equitativo, que pueda derivar de la adopción de nuevos modelos de trabajo, estudios, medicina o de comercio a distancia. Estos cambios podrían propiciar nuevos escenarios de desarrollo urbano que, en el mejor de los casos, podrían potenciar el desarrollo de ciudades intermedias o la reconversión de distritos de negocios en áreas mixtas, pero también una mejor integración entre el espacio construido y el hábitat. Así, un escenario pospandemia podría resultar en ciudades más resilientes y saludables.
¿Cómo integramos políticas de planificación urbana y sostenibilidad en el entorno construido?
A pesar de que el uso de suelo residencial es predominante en nuestras ciudades, la lucha por responder a una incesante demanda de vivienda continúa. En muchos países de la región, desafortunadamente, la expansión desordenada, la informalidad, la fragmentación espacial y la segregación siguen siendo problemas importantes. Por ello, una mirada integral que promueva la cohesión entre políticas urbanas, sociales, de sostenibilidad y políticas de vivienda es más urgente que nunca.
Una mejora en la calidad de vida y en la distribución de oportunidades de empleo dentro de la ciudad requiere de nuevos instrumentos, inversiones e incentivos que promuevan el uso mixto de suelos, la diversidad social, densidades inteligentes y la definición de estándares de servicio, infraestructura, espacio público seguro y zonas verdes.
La planificación urbana basada en un patrón de centralidades múltiples podría convertir al barrio en unidad física, económica y social a escala humana. La policentricidad puede además mejorar la gestión de los mercados de suelo, la asequibilidad de la vivienda y, por tanto, reducir los niveles de segregación socioespacial que enfrenta la región. Una mejora en la coordinación metropolitana, por otro lado, también permitiría incrementar la calidad de los servicios (como el transporte o el agua), y la gestión de bienes públicos comunes (como la calidad del aire, escorrentías) y el funcionamiento de los mercados de suelo. Un enfoque en la localización necesita también definir incentivos que promuevan la construcción prioritaria en terrenos centrales baldíos o con bajas tasas de utilización, y la regeneración y la rehabilitación de conjuntos habitacionales en centros urbanos.
Un desarrollo urbano sostenible requiere que estos patrones se acompañen de nuevos estándares que consideren no solo la diversidad social, pero también la relación entre la vivienda y el hábitat; evalúen cuidadosamente las tasas de explotación del suelo; promuevan estándares de diseño de edificios que apoyan la circularidad y las eficiencias energéticas e hídricas, y códigos de construcción asociados a materiales con mínimo impacto ambiental.
¿Qué cambios son necesarios en las políticas de vivienda para América Latina y el Caribe?
La región se ha centrado principalmente en resolver el problema de vivienda con soluciones de adquisición, vivienda nueva, y en apoyo al segmento formal y bancarizable, lo cual presenta problemas de asequibilidad para los segmentos de menores ingresos y de acceso para el sector informal. La región necesita ampliar su oferta de soluciones de vivienda a través de la mejora, modelos alternativos de propiedad y alternativas a la propiedad.
Para empezar, es necesario reorientar esfuerzos para concentrarse en la mejora habitacional y del hábitat en asentamientos establecidos, seguros y bien ubicados. Países como México o Brasil han incrementado su apoyo a la regularización y la titulación, combinado con soluciones de microfinanciamiento, crédito y subsidios para la mejora, el incremento y la autoproducción asistida de la vivienda.
Además, modelos alternativos como la adquisición a través de cooperativas o asociaciones de vivienda han sido exitosas en ciudades como Montevideo, o Barcelona, que propone la cesión a largo plazo de inmuebles en desuso a través de la covivienda. Por último, en un mercado aún en expansión, es necesario desarrollar alternativas a la adquisición, como es la vivienda en alquiler, exitosamente implementada a través de subsidios en países como Chile.
El sector de vivienda es una importante parte del PIB en países de América Latina y el Caribe. Como hemos visto en crisis pasadas, tiene el potencial de activar el crecimiento de la región a través de la generación de empleo y la inversión. Pero esta vez necesitamos que sea bajo un modelo que promueva la sostenibilidad y la resiliencia, y que al tiempo reduzca las inequidades urbanas. ¡Aprovechemos la oportunidad!
Fuente portada: Rethink Urban Planning in a Post Covid World
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