Se requiere de pocos estudios técnicos y científicos para entender el concepto y beneficios de la ciudad compacta. A pesar de existir múltiples definiciones podría decirse que en esencia una ciudad compacta es densa, con mezcla de usos que promueven la actividad económica e incentivan recorridos cortos para el desarrollo de las labores cotidianas de los ciudadanos, con alta dependencia del transporte público.
Sin embargo, en el momento de generar lineamientos o recomendaciones dirigidas a los encargados de la planeación y gestión de nuestras ciudades, nos quedamos cortos principalmente cuando nos referimos a la variable densidad. Uno de los retos principales es la definición de los parámetros de medición que nos permitan establecer si una ciudad es lo suficientemente densa o no; el otro es la identificación de un estándar cuantitativo, que resulte por lo menos en unos rangos guía de lo que sería una densidad adecuada para diferentes tipologías de ciudad. También debemos entender que si tuviéramos las cifras, éstas son una ayuda parcial: la ciudad es un ente complejo que las cifras difícilmente pueden explicar y captar. Es decir que si bien es necesario desarrollar guías e indicadores, estos no serán suficientes para explicar o definir una ciudad. La forma de la ciudad, muchas veces condicionada por la geografía de su emplazamiento, el balance en la mezcla de usos, la organización espacial, la cultura, el peso de la historia, decisiones políticas, intereses de grupos y personas, y el paso del tiempo … pueden crear ciudades muy diferentes con densidades similares.
A pesar de todo, son las cifras las que nos ayudarán a analizar y conocer con más rigor los efectos que genera una ciudad más compacta comparada con otra distinta. Tradicionalmente se han utilizado medidas promedio, dadas por la relación entre población y las áreas político-administrativas de las ciudades, las cuales no reflejan la situación real de la ciudad. Igual sucede con la medición promedio entre el número total de habitantes y el área urbanizada de una ciudad; puede ser más cercana a la realidad que la primera pero de igual manera la densidad obtenida no es fielmente representativa de las condiciones de la ciudad.
En la actualidad se están utilizando metodologías que generan aproximaciones más precisas, como es el caso de la metodología propuesta por la OECD, mediante la utilización de una malla o retícula de celdas de 1km x1km y midiendo el número de habitantes contenido en ellas. Ésta es mucho más acertada y aun cuando requiere de información más detallada y tiempo para recolectarla y procesarla pareciera indicar el camino a seguir. Recomiendo la lectura de las publicaciones donde se muestra esta aproximación [1].
Utilizar este sistema de retícula permite una visión más detallada; en el caso de Vancouver, se obtiene que en un radio de 5 km del centro, el 60% del área contenida tiene una densidad alta de más de 5.000 personas por Km2, el 25% con densidad media entre 2.500 y 4.999 hab/km2, y el 15% restante una baja densidad entre 0 y 2.499 hab/km2. Otro caso similar es la medición utilizada por el APUR en París para comparar Madrid, París, Milán, Londres y la conglomeración de La Randstad en Holanda, basada en la utilización de mediciones de un área contenida en un círculo con radios de 10, 30 y 60 km cuyo centro coincide con el centro de la ciudad cruzado contra el número de habitantes contenido en ella. Esta medición permite identificar la gran diferencia que existe entre la densidad alrededor del centro de una ciudad (radio de 10 km) y su periferia (radio de 30 km). En el caso de París, la densidad del centro es 4.15 veces mayor que la de la periferia, y en Londres es 2.87 veces mayor [2]. Esto solo para ilustrar cómo mirar la densidad en detalle y no simplemente aplicar promedios permite una visión más ajustada a la realidad convirtiéndose en herramienta útil para análisis y diagnósticos detallados.
Lo que es importante, y hay evidencias que lo prueban, es que la ciudad en la medida en que es menos dispersa contribuye con menos emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); que menor ocupación de suelo disminuye el efecto de calentamiento (efecto de isla de calor) al interior de las ciudades; y que se puede proteger a futuro áreas agrícolas y de reserva ambiental, además de obtener otros beneficios económicos. En consecuencia, los esfuerzos que se hagan para controlar la desmedida ocupación de suelo harán más sostenible las ciudades y el planeta.
Adelantar estudios rigurosos sobre la materia es fundamental. Entre tanto algunos pasos deberían ser adelantados. Uno de ellos podría ser la identificación de indicadores y estándares internacionales validados y adoptados por las instituciones y organizaciones que trabajan en el tema del desarrollo urbano y la definición de metodologías de medición. Esto permitiría unificar el tipo y forma de mediciones que permitan un análisis comparativo, y con esto, la profundización en el conocimiento de las ciudades, su funcionamiento y características.
[1] OECD (2012) Compact City Policies: A Comparative Assessment, OECD Green Growth Studies, OECD Publishing.
[2] Atelier Parisien D’Urbanisme (2008), Paris Project #38.
Rosalina Valencia dice
saludos.
muy interesante tema, que evidencias hay de los beneficios que mencionan de las ciudades compactas, ya hay ejemplos