*por Pablo Beytía

Las cifras sobre desigualdad en la distribución de ingreso aparecen con frecuencia en la prensa. Sabemos, por ejemplo, que los países en vías de desarrollo son mucho más desiguales que los países industrializados. Y dentro éstos, los países nórdicos son más igualitarios que Estados Unidos. Pero hay otras desigualdades de las que no hablamos. Y que son más difíciles de medir. La desigualdad territorial, por ejemplo. La infraestructura y los servicios urbanos, los espacios públicos, el transporte, la calidad de los colegios y la seguridad pública varían según el espacio que habitamos. La vivienda social por décadas se ha construido en la periferia, relegando a los pobres a confines urbanos con bajísima calidad de vida. Esta desigualdad afecta las oportunidades. Le hemos puesto a los más débiles obstáculos enormes para progresar en sus vidas.
El caso de Chile es un ejemplo ilustrativo. Hace cinco años, la medición del Banco Mundial catalogó a este país como uno de aquellos con ingresos más dispares del mundo. Hoy, entre las naciones de la OCDE, Chile presenta la mayor desigualdad económica (medida por el coeficiente Gini) y la cuarta con mayor pobreza relativa. El 1% de su población concentra aproximadamente el 30% de los ingresos nacionales, y el 0,01% posea más de la décima parte de estos ingresos (López, Figueroa y Gutiérrez 2013).
Estas cifras económicas son preocupantes y llamativas, pero también implican un peligro: que al ser visibilizadas eclipsen otras dimensiones de la desigualdad social chilena, que muchas veces se expresan en conjunto con la inequidad económica y son tan nocivas como esta, pero que son más difíciles de observar, medir y evaluar.
Una de ellas es la desigualdad residencial, es decir, la inequitativa distribución territorial de infraestrucutra pública, servicios, empleos, transporte, espacios ciudadanos, establecimientos de seguridad y otros recursos que contribuyen a mejorar la calidad de vida en un barrio y a aumentar las oportunidades de bienestar en su población.
Este tipo de desigualdad es especialmente excluyente y marginalizador, ya que se caracteriza por acumular y hacer coincidir, en algunas zonas, desventajas en variadas dimensiones. Así, carencias habitacionales, educativas, económicas, laborales, sanitarias, de transporte, de seguridad, de espacios públicos y de bienes culturales se reúnen dejando a quienes habitan estos espacios fuera de la satisfacción efectiva de una parte o la totalidad de sus derechos.

En Chile, la segregación residencial se ha potenciado en las últimas décadas, en gran medida por una política pública que relegó las viviendas sociales a zonas con bajos recursos urbanos. En otras palabras, las familias con mayores carencias socioeconómicas fueron concentradas territorialmente en sectores carentes de servicios, recursos y oportunidades. Esto generó nuevas barreras para la inclusión social y para la superación de la vulnerabilidad de dichas familias.
Una prueba de que la desigualdad territorial afecta todos los ámbitos de la vida está en los resultados educacionales, medidos por el puntaje en pruebas estandarizadas. Un ejercicio ilustrativo para entender las barreras residenciales a la inclusión social es construir mapas, clasificando en ellos las distintas zonas según los resultados que tienen sus colegios en las pruebas estandarizadas de educación. En Chile, en casi todas las grandes concentraciones de vivienda social existen institutos escolares con bajos puntajes educativos. La segregación urbana está vinculada al bajo rendimiento escolar, y eso agrava las pocas posibilidades que tienen estos niños de salir del círculo que reproduce su situación desfavorable. La figura de abajo muestra las viviendas sociales (puntos negros) y las zonas con menores puntajes en una prueba estandarizada (Prueba SIMCE de lenguaje, Cuarto Básico, con niños de 9 años). Las zonas rojas son las de menor puntaje, las amarillas cercanas al promedio, y las verdes de puntajes más alto.
La desigualdad residencial es resultado, en parte, de una serie de políticas habitacionales que no consideraron la integración territorial como criterio en su etapa de planificación. Ya desde 1950, cerca del 40% de las viviendas sociales fueron construidas sistemáticamente en la periferia de las grandes ciudades. Esta situación fue potenciada desde 1980, fundamentalmente por la ausencia de regulación legal y de incentivos políticos para la integración urbana (CIS 2014). Tomando como ejemplo el Gran Santiago (que abarca actualmente más del 56% de las viviendas sociales en altura del país), podemos decir que entre 1982 y 2003 más del 60% de estas viviendas se construyeron en la apertura periférica de la huella urbana, en terrenos con bajo precio de suelo y altas carencias de servicios públicos básicos (al menos en educación, salud y seguridad).
De este modo, la segregación residencial se convirtió en una de las mayores muestras de la desigualdad en Chile, en muchos aspectos más problemática (incluso) que la actual desigualdad económica.
Actualmente, esta “otra” desigualdad se expresa en una notoria zonificación de la población según su nivel socioeconómico y de oportunidades sociales. Actualmente, a mayor concentración de viviendas sociales dentro de las comunas del Gran Santiago, existe un menor precio de suelo, mayores distancias hacia servicios públicos de seguridad, salud y educación, mayor porcentaje de analfabetismo, menos años promedio de escolaridad en su población y mayores tasas de desempleo (Techo Chile 2013; CIS 2014).
Chile es un país muy desigual, pero no sólo por su inequitativa distribución económica. También porque ha fragmentado a su población, creando barreras físicas para la reunión, la inclusión y la distribución equitativa de oportunidades.
Buena presentación, sin embargo en Chile haces un recorrido cuasi histórico y señalas que la segregación y desigualdad ha aumentado. Siento ciertamente que se ha perpetuado, pero no así aumentado, ambos son escenarios no deseados y el mensaje es sensato. La centralización ha contribuido fuertemente con la segregación, pero también es pertinente mencionar que antes Santiago correspondía a 1/2 de la población y hoy es 1/3. Respecto a la segregación y desigualdad dentro de las regiones, provincias y comunas. Desde los 60’s en adelante y especialmente es más evidente en los 90’s en adelante, la pobreza pasó de ser un 45% a un 15% en 2014. Al punto que voy es que es prevalente la pobreza, desigualdad, segregación ya sea en dinero o territorial. Pero no han aumentado, la verdad es que siguen siendo menos malos los síntomas del “resfrío crónico” llamado desigualdad.
Gabriel, efectivamente la pobreza en Chile disminuyó desde casi 40%, en 1990, a 14,4% en 2011. En los mismos años se multiplicó el PIB per cápita, disminuyó a la mitad la mortalidad infantil, subió en 6 años la esperanza de vida al nacer y mejoró un 10% el Índice de Desarrollo Humano. Todos esos logros son innegables.
No obstante, en Chile la desigualdad económica persiste. La pobreza relativa se ha mantenido casi constante, y el coeficiente de desigualdad monetaria (Gini) ha bajado sólo de 0.56 a 0.50, principalmente debido a impuestos y transferencias estatales que sólo emparejan la situación económica final de los hogares, pero que no cambian la estructura de oportunidades que generan esas desigualdades. Vuelvo a subrayar que el 1% de Chile concentra hoy el 30% de la riqueza; eso en 1990 era impensable (aunque va en línea con la trayectoria económica de los países que se industrializan rápidamente).
Algo similar ha pasado con nuestras ciudades. En 1950 sólo existían viviendas sociales en Santiago, y sólo el 20% de ellas se construía en el crecimiento periférico de las ciudades. En los 60 y 70 esa cifra aumentó a 40%. Luego se implementó una política de vivienda masiva -una “industrialización” habitacional- que, entre 1982 y 2003, construyó un 60% de las viviendas en la apertura de la ciudad, sectores con bajas oportunidades, recursos y servicios urbanos.
Ese sí fue un aumento -no sólo perpetuación- de la segregación urbana, y lo paradójico es que se realizó en la misma época de los grandes logros políticos que te señalaba al comienzo. En esa época se crearon aglomeraciones inmensas de pobreza (de más de 120.000 personas, como el caso de Bajos de Mena), que superan la población de algunas ciudades chilenas incluso y que llegaron a una escala impensada en décadas anteriores. Recién en los últimos 7 años se ha comenzado a controlar esta tendencia.
Buen punto, gran análisis. Para complementar, creo que si bien considero que el cambio en la desigualdad en los últimos 25 años no han sido cambios relevantes, me parece que son significativos, por lo mismo creo que la caída de la pobreza y otros indicadores posiblemente en términos relativos no es significativa. Quizás en proporción a la relación crecimiento/distribución de ingresos, tenemos un desastre, pues los incentivos son mínimos y en lo que respecta a transferencias e impuestos se espera que ahora los impuestos sean realmente progresivos, aunque las políticas siempre serán insuficientes; quizás debamos pensar que la dirección que tomemos sea la correcta. Saludos cordiales.
Saludos ¿Como está Chile en cuanto a las invasiones urbanas y la proliferación de barrios, chavolas, favelas o viviendas sin planificación urbanistica alguna?
Lo que parece es que los chilenos no saben que por el cobre, Chile es el país mas rico de América, cuatro veces mas que Venezuela(por petroleo)y sin embargo apenas tiene un nivel de vida parecido a sus vecinos.Cuando debería ser un país, como Qatar. Es que sus gobiernos entregan la riqueza a las Transaccionales , que se encargan de publicitar que Chile es una maravilla.
Re-Leyendo esto hoy hago en enlace de esto más la comisión de descentralización y el documento “Determinante Geo-Estadístico como Predictor del Éxito Laboral en Chile.” Y vaya que las “correlaciones involuntarias” en algunos casos son claros indicadores de desigualdad y segregación. Las políticas en general, de materia compleja, no es impulsada al ritmo de las necesidades, sino más bien son impulsadas al ritmo de la política y las presiones que bordean las emergencias. Hay que dar pasos adelante, pero sin retrocederlos. La tarea es grande y la responsabilidad es de todos.
Chile es un país feudal,los políticos siempre maquillan los datos,en vez de de imvestir en su gente,,nada de honradez tanto derecha como izquierda sin personalidad, sin carácter,por eso chile es el país más desigual del mundo,con un GINI;0,72 que nadie habla por la vergonzosa.
Sólo anda mintiendo,sigue mintiendo,corregirnos los datos
Disminuir la disigualdad es pura mentira de derecha mentirosa cobarde,son embargo,la desigualdad nunca ha bajado en chile.
Bajar la desigualdad es bajar la dieta parlamentarios,y bajar su sueldos y también los ingresos de todos los políticos y los jueces y cárcel para todos por igual, a partir de este momento yo creo,y sería bajado la desigualdad.
0,45 la desigualdad?
Jajaja ja,que mentira más grande de Piñera.
Su desigualdad se acerca a 0,75.