En los últimos años, las ciudades de América Latina han presentado un crecimiento acelerado y se han convertido en los centros para las actividades económicas y la prestación de servicios de educación, vivienda, salud, y cultura en nuestra región. Esta tendencia de crecimiento ha generado grandes contrastes en la calidad de vida de los ciudadanos, generando retos significativos tales como mayores índices de pobreza, déficits de infraestructura y servicios públicos, baja calidad del medio ambiente y capacidades institucionales limitadas.
La mayoría de las políticas de desarrollo se han centrado en encontrar respuestas a estas problemáticas de una manera integral y homogénea. Nos hemos olvidado que las ciudades no tienen la misma medida para todos los ciudadanos y, por lo tanto, no pueden ofrecer los mismos productos para todos. En este sentido, es necesario que las ciudades emprendan un proceso de desarrollo con una mirada que realmente refleje la diversidad de sus actores.
El desarrollo de ciudades bajo una perspectiva de género permite construir urbes más inclusivas y se convierte en un factor determinante para su progreso y la sostenibilidad, reconociendo a la mujer como un agente activo en sus transformaciones. Hasta la fecha, muchas políticas locales han reconocido el papel de la mujer urbana desde una perspectiva de vulnerabilidad, fomentando programas de prevención de la violencia, con el fin de mejorar los índices de seguridad para niñas y mujeres. Sin embargo, es importante reconocer que la población femenina– además de ser un porcentaje significativo de los habitantes de las ciudades que se encuentran en situación de vulnerabilidad–también es un actor importante que contribuye a la competitividad y productividad local.
El crecimiento de los centros urbanos debe considerar una perspectiva de género con el fin de promover el derecho a la equidad entre sus ciudadanos, buscando ciudades más seguras, pero también logrando el empoderamiento económico de la mujer, mayores oportunidades de empleo, vivienda, educación y acceso a servicios públicos para todos. El concepto de ciudades incluyentes permite entender que todos los ciudadanos viven las ciudades de manera diferente, y por lo tanto, el lugar en el que vivimos debe lograr adaptarse a las interrelaciones temporales, espaciales y de recursos para mejorar la sostenibilidad y productividad.
Es necesario promover un trabajo colectivo e incluyente donde podamos crear ciudades de todos y para todos; y no centros urbanos pensados homogéneamente donde un grupo de la población, en este caso las mujeres, tengamos que adaptarnos y defendernos. Por el contrario, son muchas las ventajas que traería si construyéramos ciudades con una perspectiva de género:
- Ciudades más participativas: Cuando hablamos de equidad muchas veces pensamos en una distribución justa de los recursos y servicios para todos los ciudadanos. Sin embargo, este concepto en las ciudades debería también vincular el acceso a la información y la participación activa en la gobernanza de la ciudad. Lograr un mayor porcentaje de intervención femenina y colaboración en la toma de decisiones podría garantizar la construcción de un diálogo mixto que involucre la visión de todos y mejore la gestión de la ciudad.
En muchas ciudades de América Latina existen consejos comunitarios de mujeres que buscan contribuir en la administración y las políticas públicas actuales y futuras. Promover este ejercicio no solo es una herramienta de empoderamiento a la población femenina, también es una ventaja para la ciudad ya que las mujeres tienen un mayor poder de convocatoria y de concientización frente a la responsabilidad que tienen los ciudadanos de participar y construir ciudad.
En Ciudad de México, el Observatorio de la Participación Política de las Mujeres es un ejemplo de cómo las ciudades pueden desarrollar mecanismos apoyados de información estadística para dar seguimiento a los avances de la participación femenina en los cargos públicos locales. En Medellín, Colombia, se han desarrollado alrededor de 21 colectivos de mujeres que han formado a más de 1.200 mujeres en participación social y política con el fin de desarrollar proyectos con enfoque de género. Estos proyectos han servido para sensibilizar a la población, femenina y masculina, para dar visibilidad a las problemáticas y a las soluciones y han teniendo incidencia en el desarrollo de la ciudad.
- Ciudades con mayor cultura: con el fin de lograr un mayor empoderamiento económico de la mujer y promover oportunidades de empleo y capacitación a través de las manualidades, la expresión artística y la música, muchas ciudades han implementado programas de capacitación y emprendimiento enfocado en mujeres que muchas veces se encuentran en situaciones de pobreza o son víctimas de la violencia. Estas actividades, además de lograr un impacto económico y contribuir a la productividad de la población femenina, también logran identificar elementos culturales y de identidad colectiva, fortaleciendo la reconstrucción de la memoria con comunidades y sectores afectados.
El proyecto mexicano TALLER NU es un ejemplo de programas que buscan empoderar a las mujeres víctimas de la violencia a través de la elaboración de zapatos y productos artesanales, desarrollando habilidades y la construcción de un taller que les permita afrontar la violencia a través de la cultura y la identidad. De la misma forma, el proyecto Dutu Mola en Panamá busca preservar la cultura indígena en la ciudad y resaltar la importancia que tiene utilizar los atuendos tradicionales de su grupo étnico. En cuanto la expresión artística en las calles, Madrid tiene un proyecto llamado Ciudad de las Mujeres, el cual busca rescatar la presencia de las mujeres como motor cultural y de creatividad en la ciudad. En México, la BBC organizó en 2016 el Festival 100 mujeres donde se llevó a cabo una reflexión sobre los desafíos y las problemáticas que enfrentan las mujeres en todo el mundo y se resaltaron sus experiencias de vida y aportes en diferentes ámbitos artísticos en los países de la región.
Mujeres y artesanías. Fuente: Manuel Ribadulla
- Espacios públicos para todos: La mayoría de las ciudades de América Latina cuentan con modelos de planificación urbana y políticas homogéneas del uso del espacio público: las plazas, parques y andenes donde todos nos relacionamos y compartimos, muchas veces no responden a las necesidades particulares de cada grupo social. Esto resulta en una preocupación para las mujeres que son madres y no cuentan con el acceso a servicios seguros para movilizarse o para el cuidado y recreación de niños, adolescentes y ancianos—entre otras actividades relacionadas con el hogar y el trabajo de los cuidados que por lo general está en las manos de mujeres.
En este sentido, incluir en la planificación urbana a la población femenina de la ciudad es una herramienta para lograr tener espacios públicos que no solo sirvan como punto de encuentro y recreación, sino que respondan a las necesidades diarias de cada grupo de la población. En este video de la Red Mujer y Hábitat de América Latina se muestra la experiencia de cómo un grupo de mujeres en Rosario, Argentina, han logrado incidir en las políticas públicas de su ciudad a través de un diseño y gestión participativa.
Las mujeres que habitan las ciudades son las principales transmisoras de su historia y su patrimonio cultural. Por ello, es importante crear cada vez más espacios que promuevan su participación e integración a través de actividades productivas y manifestaciones artísticas. Estas actividades no solo promueven un intercambio social más balanceado e inclusivo, sino que también contribuyen al desarrollo económico local y a la recuperación de los centros históricos de nuestras ciudades.
María Camila Ariza es consultora en la gestión de productos de conocimiento, Red de Ciudades Sostenibles, y seguimiento a los Sistemas de Monitoreo Ciudadano de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del BID desde 2014. María Camila se vinculó en el 2010 al FOMIN apoyando los proyectos del Clúster de Competitividad y Desarrollo Local. Trabajo en el Instituto Interamericano para el Desarrollo Económico y Social del BID en la coordinación y desarrollo de los cursos dirigidos a Gobiernos Subnacionales en Gestión Integral del Desarrollo Económico Territorial y Relaciones Intersectoriales Público-Privadas. En el 2013 se incorporó a la División de Gestión Fiscal y Municipal en el desarrollo y sistematización de los indicadores de gobernanza y gestión financiera pública, así como fomentado el desarrollo y difusión de conocimientos de la medición y evaluación de las capacidades institucionales públicas. Anteriormente, trabajo en la Organización de Estado Americanos (OEA) y en el Departamento Nacional de Planeación (DNP) de Colombia en el análisis y monitoreo de estadísticas de la Subdirección de Desarrollo Urbano y Vivienda. María Camila es economista de la Universidad de Los Andes, tiene una Maestría en Gerencia Sostenible de la Escuela de Negocios de American University, y un certificado en Gestión de Proyectos de Georgetown University. Actualmente cursa una Maestría en Género y Equidad en el Desarrollo en la Universidad Complutense de Barcelona.
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