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En las últimas semanas, nos hemos topado con varios enlaces acerca del llamado “big data”. El New York Times publicó una nota acerca de un grupo de analistas de la municipalidad de Nueva York, quienes indagaron los archivos de permisos para restaurantes, los compararon con la ubicación geográfica de alcantarillas, e identificaron a los establecimientos más propensos a botar aceites al drenaje. El último número de CityScapes, revista de urbanismo de vanguardia del Centro Africano para la Ciudad, publicó un reportaje sobre el advenimiento de la “tecno-ciudad”, resaltando la experiencia de Rio de Janeiro con el uso de tecnologías de la información para guiar grandes inversiones en vivienda y seguridad (no siempre con resultados favorables). Libros como Big Data: la revolución que transformará cómo vivimos, trabajamos y pensamos revelan optimismo, aunque con cautela. Los autores Viktor Mayer-Schönberger y Kenneth Cukier plantean que a pesar del gran potencial del “big data”, este no es más que una herramienta informativa que no debería reemplazar nuestra capacidad intuitiva.

De modo general, “big data” es un término que engloba dos fenómenos recientes. Por un lado, en la última década, el despliegue de la tecnología digital nos ha permitido producir y almacenar cantidades exorbitantes de datos de gran variedad (las tres ‘Vs’, velocidad, volumen y variedad): no solo números en planillas de cálculo, sino también videos, búsquedas por internet, patrones de tráfico vehicular, e incluso tus movimientos en eventos públicos. Por otro lado, contamos actualmente con sorprendentes herramientas analíticas capaces de arar conjuntos de datos en búsqueda de posibles patrones y correlaciones. Mayer-Schönberger y Kenneth Cukier afirman que más allá de la digitalización de información, ahora nos encaminamos a la “dataficación” del día a día.

¿Qué beneficios trae el “big data” a nuestras ciudades? Actualmente, la agencia de transporte de Boston percibe movimientos bruscos en los celulares y determina así la ubicación de baches. Rio de Janeiro utiliza su sistema central de seguridad para captar obstáculos en las vías; revisando datos de otras agencias, las autoridades pueden encontrar a guardias municipales en la vecindad para que se encarguen del problema. Tras el devastador terremoto del 2010 en Puerto Príncipe, Haití, un grupo de académicos utilizaron la señal de celulares para monitorear el desplazamiento de personas afectadas y poder orientar a agencias de salud hacia zonas carentes de servicios. En general, el “big data” permite a las municipalidades descubrir cambios en patrones de comportamiento (“señales de humo digitales”, según el Global Pulse de las Naciones Unidas) para así dar respuesta inmediata a problemas y buscar modos más eficaces para la administración de servicios. “Big data” se convierte en parte esencial del concepto de ciudad inteligente.

En la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES), utilizamos métodos similares en ciudades de América Latina y el Caribe: recogemos indicadores sobre la calidad de vida urbana, provenientes de un sinnúmero de agencias y bases de datos; luego, asociamos esta información a barrios específicos, obteniendo así una representación visual y espacial de la inequidad. (Estamos explorando nuevos métodos de análisis de datos de telecomunicaciones para mejorar nuestro trabajo en la región). Existen grandes oportunidades para el desarrollo. Por ejemplo, según Global Pulse, 80% de todos los celulares utilizados en el mundo en el 2010 estaban en países en vías de desarrollo; el tráfico por internet aumentará en un 50% en América Latina, África y el Medio Oriente. Y eso que estas cifras no toman en cuenta la rica información que existe dentro de agencias y entidades municipales, las cuales poco a poco reconocen la importancia de “datos abiertos”, o la transparente publicación de datos para el libre análisis y uso del público.

Precaución, usuarios. El “big data” no es, en sí mismo, un remedio tecnológico, ya que incluso podría oscurecer importantes problemas urbanos. Cuando empresas o gobiernos rastrean el uso ciudadano de buses públicos para poder disminuir los tiempos de viaje y rediseñar rutas, resulta fácil olvidarse de la aglomeración de comunidades marginales en la periferia urbana. A pesar de su utilidad, este tipo de análisis favorece la novedad y sacrifica la relevancia política: se opta primero por la indagación innovadora de datos y solo después se trata de encontrar un problema por solucionar. “Big data” puede ser un método tecnocrático de gobierno y evoca aquella tradición que considera a la ciudad como un ente perfectamente racional y planificado, donde todo problema se cuantifica y resuelve metódicamente. El entusiasmo por el “big data” en ciudades emergentes de la región debe ir de la mano de una conciencia política de la voz y las necesidades de los ciudadanos, gente que no es solo generadora de datos o usuarios de celulares, sino los actores centrales del desarrollo urbano.
¿Conoces proyectos de “big data” en tu ciudad? También puedes descargar la pubilicación del BID www.iadb.org/ciudadesemergentes ¿Sabes de algún problema en tu vecindario que podría hacer uso de este tipo de análisis? Cuéntanos en la sección de comentarios o a través de twitter @BID_Ciudades (con el tag #bigdatacities). Recopilaremos tus historias y las incluiremos en un post futuro.
Muy buen análisis! un saludo!
me párese que es una buena herramienta para medir proyectos y que estos tengan un análisis más real en indicadores de análisis