¿Cuántos de nosotros utilizamos Uber al menos una vez a la semana? ¿O preferimos hospedarnos en un AirBNB durante las vacaciones? La economía colaborativa—o el uso de la tecnología moderna y las comunidades para facilitar el intercambio de bienes y servicios—se está extendiendo rápidamente a ciudades de todo el mundo.
Este nuevo modelo de negocio engloba infinitas iniciativas, tales como Good Gym en el Reino Unido, que promueve actividades físicas que dejan un aporte a la comunidad, tales como visitas a ancianos entre carrera y carrera. MicroMentor, en Estados Unidos, pone en contacto a pequeñas empresas y emprendedores con mentores experimentados que pueden asesorarles en la gestión de sus negocios. Y Peerby en Holanda, a través del cual sus usuarios pueden pedir prestado a personas que viven en su comunidad más de 4.000 productos distintos, con un tiempo de respuesta menor a 30 minutos.
En América Latina, también abundan los ejemplos: Educabilia, establecida en distintos países de la región, pone en contacto a instructores con alumnos que quieren aprender nuevas habilidades, desde clases de cocina hasta la planificación y organización de eventos. Bike Río, promovido por el Ayuntamiento de la ciudad, ofrece el alquiler de más de 600 bicicletas ubicadas en más de 60 estaciones repartidas por los distintos barrios. Y Aventones, en México, pone en contacto a personas pertenecientes a las mismas empresas, instancias de gobierno y universidades para invitarlas a compartir un viaje en coche.
Alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, junto a Luciano Huck, en la inauguración de Bike Rio, 2012. Foto: Andrew Muzelle / Agnews
A pesar de su éxito, las posiciones con respecto a este nuevo modelo de negocio son dispares. Por un lado, algunos gobiernos municipales han tomado la determinación de prohibir algunas de estas plataformas de manera cautelar, por considerar que perjudican los modelos económicos tradicionales. Por otro, en ciudades como Ámsterdam – nombrada oficialmente como la primera “Ciudad Colaborativa de Europa” – las autoridades municipales trabajan con distintos agentes de la comunidad, incluidos negocios convencionales y empresas colaborativas, para integrar a estas últimas en la economía regular.
Hace unos días participé en un taller sobre la economía colaborativa organizado por el Fondo Multilateral de Inversiones y liderado por April Rinne, experta en la materia, donde se habló sobre la polémica que este nuevo esquema está creando en algunas latitudes. Pero, ¿qué beneficios traen estas iniciativas para nuestras ciudades? Las alternativas son diversas:
1) Ponen a disposición activos públicos que se encuentran en desuso: como por ejemplo sus inmuebles, y generan nuevos recursos a través de mecanismos colaborativos.
2) Contribuyen al desarrollo de zonas de bajos recursos: según un estudio elaborado por Daniel Rauchand de la Universidad de Yale, y David Schleicher, profesor de la facultad de derecho George Mason, de la misma forma en la que se exige a los promotores desarrollar vivienda a precios asequibles, podrían establecerse este tipo de obligaciones a las compañías dedicadas a la economía colaborativa. Por ejemplo, podría exigírseles ampliar o desarrollar sus operaciones en zonas con menos recursos de las ciudades, descuentos obligatorios en estas áreas, o ventajas en la contratación de trabajadores con menos recursos.
3) Ayudan a regular la informalidad: mediante la aceptación y regulación de la economía colaborativa, los gobiernos pueden desincentivar que estas actividades, que ya se vienen produciendo en las ciudades, formen parte de una economía sumergida. Mediante su regulación, no sólo se beneficia al trabajador y al consumidor, si no que se generan ingresos formales en las economías locales lo que incidirá en la competitividad de las ciudades.
4) Fomentan actividades más sostenibles: por ejemplo, el uso de vehículos compartidos es una alternativa de movilidad con menor impacto sobre el medio ambiente. Bajo esta premisa, el Ayuntamiento de Barcelona firmó el pasado mes de enero un convenio de colaboración con la Universitat de Barcelona y la Universitat Politècnica de Catalunya para promocionar el uso del coche compartido en el Campus Diagonal, a través de la aplicación FesEdit que ya funciona en la Universitat de Girona.
5) Facilitan la provisión de servicios públicos: las ciudades pueden hacer uso de las plataformas colaborativas para impulsar sus servicios sociales, tomando como ejemplo el seguido por GoodGym, o promocionar el turismo en sus municipios, mediante iniciativas colaborativas que ofrezcan experiencias locales a los turistas.
Proceso de participación ciudadana en Xalapa, ciudad ICES. Foto: Ramón Zamora.
Por todas estas razones, la economía colaborativa ofrece oportunidades que pueden ser aprovechadas por las ciudades en su crecimiento sostenible, teniendo en cuenta la demanda de sus ciudadanos y sus características propias. Para ello, los gobiernos deben jugar un papel activo, no sólo emprendiendo sus propias iniciativas de economía colaborativa, si no también apoyando aquellas privadas, tanto a nivel local como nacional. Todo ello, sin olvidar la necesidad de establecer la legislación específica que establezca la responsabilidades y derechos de estas plataformas, garantizando la protección de consumidores, trabajadores, así como la competencia efectiva con los sectores de economía tradicional.
Paloma Alcón es abogada con especialización en derecho inmobiliario. Antes de llegar al BID, trabajó como abogada para Deloitte España hasta el año 2012, cuando se unió al departamento jurídico del fondo inmobiliario Unibail-Rodamco. En 2014 se incorporó a la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES). Paloma es Licenciada en Derecho por la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, con estudios universitarios en la Université Montaigne Monstesquieu de Burdeos en Francia. Tiene un master de Asesoría Jurídica de Empresas por el Instituto de Empresa (IE) en Madrid, y un LL.M. de la Universidad de Georgetown. Desde su llegada a Washington en 2013, Paloma colabora activamente con la ONG Sports for Sharing.
Nicolas Cruz Tineo dice
Paloma, muy bien por destacar estas innovaciones sociales. Me pregunto, no será que estas iniciativas (economia colaborativa, solidaria, ecologica, feminista, social, finanzas eticas, consumo responsable, comercio justo, ecoaldeas, etc.) son el germen de las economías del futuro?, La cual se fundamenta en la busqueda del bien común de los humanos y la naturaleza, cuya divisa es la “ganancia”, la “rentabilidad” o el “beneficio” social- colectivo, a través de la colaboración y la cooperación.?. No sería un crimen tratar de llavarlas a la formalidad de la economía tradicional deperedadora de lo común y explotadora del trabajo y la naturaleza, en función de las ganancias individualistas y en beneficio del capital y que ha llevado a la actual catastrofe ambiental y de deterioro de la paz y la convivencia entre los humanos?
Vicente dice
Estas iniciativas colaborativas, yo las viví muy de cerca hace unos años cuando viví en Amsterdam, que casualmente, la califican como la primera ciudad colaborativa de Europa. La verdad, que debería de saber más acerca de este galardón, en qué consiste, que valora para otorgarlo, porque la realidad de la ciudad y del país Holanda es otra bien distinta de la de buscar salidas para cubrir necesidades de las personas, para atender problemas sociales, etc. El objetivo es lucrarse, hacer negocio con todo, y los holandeses, también hacen negocio con la caridad, las formas colaborativas de empresa, etc.
Me parece muy acertada que nosotros como investigadores, indagemos más en estas nuevas formas de economía que se llevan al mercado para competir como otro producto y otro servicio, ya que, bajo mi punto de vista, son una amenaza para la verdadera esencia de la economía social y solidaria, que claramente, persigue otros objetivos que los mismos de siempre neoliberales. Es bueno, sentarse, reflexionar y crear un campo de estudio y una epistemología al respecto. Así que a ver cuando empezamos.
Luis O. andino Rodriguez dice
Excelente articulo, ademas de promover movilidad económica, promueve participación y compromisos que están echados a menos.
Amilcar Ocampo dice
la moneda tiene dos caras, llamas clases sociales alta y baja, para poder avanzar, se determina en orden Jerárquico la dirección, para darle sentido y fuerza al avance(desarrollo). Tenemos un rol completo cuando tiramos la moneda con la mano la esperamos y lo volvemos hacer cuantas veces sea necesario, generando satisfación. Dicho en palabras publicas, que bonito, sigamos haciendolo.
Ingrid Rosales dice
Es una propuesta muy interesante, que puede permitir aplicarse a distintas iniciativas; por ejemplo colaboracion entre hogares, talleres comunitarios, Cuidados, iniciativas de emprendedurismo, etc. Puede ademas combinarse con un viejo concepto (pero muy bueno!) de Industrias de Buena Voluntad Comunitarias. Excelente!
Maria Vergara dice
Hola, me encanta este sistema de economia colaborativa, vivo en Bogotá, desde hace 17 años cree una Asociación para rehabilitar niños que vivían en la calle. En la actualidad estoy dandole la vuelta a esta Asociación y la idea es la misma pero en el campo social que obviamente es económico también; la idea es lograr grupos de diferentes tipos de personas que se relacionan para colaborar de un modo u otro en la vida de cada uno de los miembros de los diferentes grupos. Me gustaría publicar en su Blog, algunas de estas experiencias.
Z´leste Wanner dice
Hola! escríbenos con tus ideas a esci@iadb.org Saludos!