¿Qué tienen en común el cambio climático y la pandemia del COVID-19? La pandemia, además de poner de manifiesto, desde una perspectiva sanitaria, varias de las vulnerabilidades típicamente relacionadas con el cambio climático, también ha revelado oportunidades para desarrollar mayor resiliencia para superar catástrofes en nuestras ciudades. Se ha demostrado que las ciudades que han ofrecido las mejores respuestas a la pandemia también han sabido pre-identificar sus riesgos. Gracias a ello, pudieron brindar una respuesta unificada y basada en evidencia.
Estar preparados ante catástrofes naturales es un asunto de todos
Algo similar a la gestión de la pandemia sucede con la prevención de catástrofes climatológicas. Sin embargo, para el director del Centro Nacional de Preparación para Desastres de la Universidad de Columbia, Jeffrey Schlegelmilch, la pandemia ha dejado patente que el conocimiento científico, aunque crítico, no es suficiente para generar las acciones necesarias para prevenir desastres. Se necesita apelar también a los incentivos de la política y de la psicología humana básica.
El evento ¨Construyendo resiliencia: lecciones aprendidas de Nueva Orleans y Centroamérica¨ busca justamente analizar, desde la perspectiva de los alcaldes y de expertos en desastres, los incentivos que permiten potenciar el rol que tienen las comunidades en las políticas y acciones de prevención. Involucrar a los ciudadanos en la prevención de los riesgos es la piedra angular para crear resiliencia en nuestras ciudades.
En el BID somos conscientes del importante papel que juegan las comunidades en el desarrollo de su entorno. Por ejemplo, mientras analizábamos acciones concretas en barrios informales en Guatemala, El Salvador, y Honduras, observamos que, aunque los programas de mejora en los barrios lograban aumentar la cobertura de servicios y equipamiento, una mera intervención en infraestructuras no era suficiente para observar una reducción integral y sostenida de las condiciones de riesgo de desastres. El papel de la comunidad era, también, de vital importancia.
¿Por qué es importante identificar e involucrar a la población en la prevención de catástrofes?
La identificación de actores y la comprensión de sus roles e intereses constituyen un elemento fundamental para que cualquier estrategia encaminada a la prevención de catástrofes perdure en el tiempo. Esas dinámicas incluyen, entre otras, la integración de las comunidades, la generación de conocimiento, y la mejora de la gobernanza. El rol de la población en todo este proceso no sólo permite una mejor prevención del riesgo, sino también una mejora tangible de las condiciones de vida de las personas.
El BID ha desarrollado metodologías de análisis que permiten diseñar intervenciones que, además de mitigar los riesgos existentes, contribuyan a atender las causas de fondo del riesgo de desastres. Es por ello que nuestras ciudades pueden, y están llamadas a ser, actores fundamentales en la construcción de su propia resiliencia.
El trabajo del BID con las comunidades beneficiarias de intervenciones urbanas demuestra la importancia de generar alianzas con el “conocimiento” local, como base para definir el tipo de infraestructura para mitigar los efectos del cambio climático. A su vez, las infraestructuras deben plantearse con un enfoque integral, apoyado en un diagnóstico sólido para logar una combinación óptima de las infraestructuras civiles y sociales que permita disminuir la vulnerabilidad de la población.
¿Cuáles son las principales lecciones aprendidas para construir infraestructuras eficientes para reducir el riesgo de desastres en nuestras ciudades?
Algunas de las principales lecciones para optimizar el funcionamiento de infraestructuras civiles encaminadas a disminuir el riesgo de desastres son:
- Contar con un conocimiento de riesgos adecuado: disminuir un tipo de riesgo natural (p. ej., la inundación) sin contar con un buen conocimiento de riesgos concomitantes (p. ej. deslizamientos que se activan por erosión asociada a las propias inundaciones) y/o de la problemática social (p. ej. vertidos de basuras, delincuencia, etc.) puede llevar a que inversiones específicas de reducción del riesgo contribuyan a incrementarlo.
- Realizar un análisis pormenorizado: por ejemplo, en el caso de las infraestructuras de control de inundaciones, deben analizarse cuidadosamente aspectos como el mantenimiento y el efecto de la infraestructura sobre los distintos tipos de inundación (pluvial, fluvial, etc.).
- Aumentar la resiliencia de las infraestructuras: los enfoques basados en aumentar la resiliencia de las inversiones frente a las inundaciones, soportando cierto nivel de inundabilidad, pueden ser más adecuados que enfoques basados en obras específicas de control de inundaciones que en ocasiones tienden a transferir el riesgo.
La metodología modular y flexible de análisis de riesgos de desastres y cambio climático para proyectos de infraestructura civil y social cuenta con herramientas como los cubos de criticidad y el análisis del modo de fallo. Estas herramientas permiten aplicar una perspectiva multisectorial en el análisis del riesgo de proyectos de infraestructura, a la vez que identificar y gestionar las variables que pueden contribuir a la construcción del riesgo. En base a experiencias de proyectos gestionados por el BID, la aplicación del análisis de modos de fallo ha permitido identificar y prevenir desde el diseño las problemáticas mencionadas en las lecciones aprendidas.
Finalmente, la resiliencia no se puede concebir sin una visión a largo plazo en la que el mantenimiento de las obras pueda ser realizado por los propios usuarios. Sin ellos, la infraestructura inicialmente pensada como protectora ante el riesgo natural puede generar problemas adicionales de riesgos ambientales o de salud.
La gran pregunta: ¿Cómo generar resiliencia en nuestras ciudades ante el cambio climático?
Hoy día las acciones humanas se han convertido en la principal causa del cambio ambiental. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el cambio de uso de la tierra y la acidificación de los océanos se encuentran entre los principales desafíos que enfrentamos. Esas tensiones tienen el potencial de generar impactos sociales, culturales, económicos y de salud generalizados. Para crear resiliencia, la planificación y las inversiones se deben nutrir del conocimiento territorial de la población, enriquecerse con su participación en los procesos de diseño y ejecución, usando herramientas conectadas con las instituciones, tanto formales como informales.
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